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El resoplido de Morvrin sonó con fuerza suficiente para que todas brincaran en las sillas.

—Sheriam es la que tiene una posición más alta entre nosotras —dijo la hermana Marrón—, y nos ha mantenido unidas cuando habríamos salido huyendo en diez direcciones diferentes.

Sheriam sacudió la cabeza con energía, pero Myrelle no le dio opción de hablar.

—Sheriam es una elección excelente. Puedo prometer que todas las hermanas Verdes la respaldarán, lo sé.

En el semblante de Anaiya se reflejaba una completa conformidad. Era el momento de detener esto antes de que el asunto se fuera de las manos.

—¿Podría hacer una sugerencia? —Siuan creía que se le daba mejor aparentar timidez que simular modestia. Era un gran esfuerzo, pero se dijo que más le valía aprender a mantener esa actitud. «Myrelle no es la única que intentará meterme en el pantoque si cree que me excedo de los límites de mi posición. Sea cual sea». Sólo que no se limitarían a intentarlo; lo harían. Las Aes Sedai esperaban o, mejor dicho, exigían respeto de quienes no lo eran—. A mi modo de ver, sea quien sea la que elijáis debería ser alguien que no haya estado en la Torre cuando fui… destituida. ¿No sería mejor que la mujer destinada a unir de nuevo a la Torre fuera una a la que nadie pudiera acusar de haber tomado partido por uno u otro bando aquel día? —Como tuviera que seguir mucho con esta comedia, acabaría reventándole una vena en la cabeza.

—Sí, alguien muy fuerte con el Poder —añadió Leane—. Cuanto más fuerte sea, mejor representará los intereses de la Torre. O los que tendrá una vez que Elaida se haya ido.

Siuan habría querido darle una patada. Se suponía que ese comentario tendría que haber esperado un día entero, para presentarlo cuando hubieran empezado a barajar nombres. Entre las dos, Leane y ella, conocían a todas las hermanas lo suficiente para encontrar un punto débil, alguna duda que insinuar sutilmente en cuanto a la conveniencia de que llevara la estola y el cayado. Siuan preferiría vadear desnuda un agua infestada de cazones antes que estas mujeres comprendieran que estaba intentando manipularlas.

—Una hermana que estuviera fuera de la Torre —repitió Sheriam mientras asentía—. Eso es muy acertado, Siuan. Bien pensado.

Con qué facilidad caían en la tentación de darle palmaditas en la cabeza. Morvrin frunció los labios.

—No será fácil encontrar a quienquiera que elijamos.

—La fuerza en el Poder reduce las posibilidades. —Anaiya miró a las demás—. No sólo la convertirá en un símbolo mejor, al menos para las otras hermanas, sino que la fuerza en el Poder a menudo va acompañada por un carácter firme, y quienquiera que escojamos indudablemente necesitará tenerlo.

Carlinya y Beonin fueron las últimas en dar su conformidad.

Siuan mantuvo el gesto relajado, aunque por dentro sonreía. La ruptura de la Torre había cambiado muchas cosas, muchas maneras de pensar además de la suya. Estas mujeres habían reunido a las hermanas, las habían conducido hasta allí, y ahora estaban discutiendo quién debía ser propuesta a la nueva Antecámara, como si tal cosa no fuera prerrogativa de la propia Antecámara. No resultaría difícil conducirlas, con muchísima suavidad, al convencimiento de que la nueva Amyrlin debería ser alguien a la que ellas pudieran dirigir. Y, sin saberlo, tanto ellas como la Amyrlin que escogiera para reemplazarla estaría guiada por ella misma. Moraine y ella habían trabajado durante mucho tiempo para encontrar a Rand al’Thor y prepararlo, dedicando a ello gran parte de sus vidas, para correr el riesgo de que al final alguien hiciera una chapuza.

—Si se me permite hacer otra sugerencia… —Simplemente, la actitud timorata no formaba parte de su forma de ser; iba a tener que buscar otra clase de actitud. Procurando no rechinar los dientes, esperó a que Sheriam asintiera antes de continuar—. Elaida debe de estar intentando descubrir el paradero de Rand al’Thor; cuanto más al sur llegábamos, más aumentaban los rumores de que había abandonado Tear. Creo que lo ha hecho, y me parece que he llegado a la conclusión lógica de adónde se dirigió.

No fue menester aclarar que tendrían que encontrarlo antes de que lo hiciera Tar Valon. Todas lo dieron por entendido. Elaida no sólo lo utilizaría mal, sino que, si le ponía las manos encima y lograba aislarlo de la Fuente y mantenerlo bajo su control, cualquier esperanza de deponerla habría desaparecido. Los dirigentes de las naciones conocían las Profecías, aunque por regla general sus súbditos no tuvieran ni idea; le perdonarían una docena de falsos Dragones empujados por la necesidad.

—¿Adónde? —inquirió con aspereza Morvrin, adelantándose por poco a Sheriam, Anaiya y Myrelle.

—Al Yermo de Aiel.

Se produjo un breve silencio.

—Eso es ridículo —dijo después Carlinya.

Siuan refrenó una dura réplica y sonrió de un modo que esperaba pareciera de disculpa.

—Tal vez, pero leí algo sobre los Aiel cuando era Aceptada. Gitara Moroso sospechaba que algunas de las Sabias Aiel podían encauzar. —Por aquel entonces, Gitara era la Guardiana—. Uno de los libros que me hizo leer, un antiguo volumen del rincón más polvoriento de la biblioteca, afirmaba que los Aiel se llamaban a sí mismos el Pueblo del Dragón. No lo recordé hasta que intenté discurrir dónde podría haber ido Rand para desaparecer de ese modo. Las Profecías dicen «la Ciudadela de Tear nunca caerá hasta que llegue el Pueblo del Dragón», y había Aiel en la toma de la Ciudadela. En eso coinciden todos los rumores y la historia.

De repente, Morvrin pareció estar viendo otro lugar y otro tiempo.

—Recuerdo ciertas especulaciones sobre las Sabias nada más ser ascendida y recibir el chal. De ser verdad, resultaría fascinante, pero los Aiel no dan a las Aes Sedai una acogida mejor que a cualquier otro que entre en el Yermo, y sus Sabias, por lo que tengo entendido, están sujetas a alguna ley o costumbre que les impide hablar con forasteros, lo que dificulta en extremo acercarse suficientemente a una de ellas para percibir si… —Inopinadamente, se sacudió como si saliera de un trance y miró a Siuan y a Leane como si su lapsus hubiera sido culpa de ellas—. Algo que se recuerda de un libro, seguramente escrito por alguien que nunca vio un Aiel, es una paja muy fina para tejer un cesto.

—Sí, muy fina —convino Carlinya.

—¿Pero no merecerá la pena enviar a alguien al Yermo? —Le costó un gran esfuerzo hacer la pregunta en lugar de exigirlo. Todavía conservaba suficiente dominio sobre sí misma para hacer caso omiso del calor por regla general, pero no mientras intentaba arrastrar a estas mujeres hacia donde quería sin que ellas lo advirtieran—. Dudo que los Aiel intenten hacer daño a una Aes Sedai. —Al menos, Siuan no creía que se lo hicieran si era lo bastante rápida para demostrar su condición de Aes Sedai. Había que correr el riesgo—. Y, si él está en el Yermo, los Aiel lo sabrán. Recordad los Aiel de la Ciudadela.

—Tal vez —dijo lentamente Beonin—. El Yermo es grande. ¿A cuántas tendríamos que mandar?

—Si el Dragón Renacido se encuentra en el Yermo —adujo Anaiya—, los primeros Aiel que se encuentren lo sabrán. Los acontecimientos acompañan al tal Rand al’Thor, según se dice. No caerá al océano sin hacer un chapoteo que se oiga hasta en el último rincón del mundo.

—Debería ser una Verde —opinó Myrelle mientras sonreía por el comentario de Anaiya—. Ninguna de las demás está vinculada con más de un Guardián, y dos o tres Gaidin podrían resultar muy útiles en el Yermo hasta que los Aiel la reconozcan como una Aes Sedai. Siempre he deseado ver a un Aiel. —Era novicia durante la Guerra de Aiel y tenía prohibido salir de la Torre; aunque tampoco ninguna Aes Sedai había participado en el conflicto aparte de curar, naturalmente. Los Tres Juramentos les impedían luchar a menos que Tar Valon o la propia Torre fueran atacadas, y aquella guerra nunca había cruzado los brazos del río.