—Ser una criada dista mucho del futuro que elegiría —adujo Leane—, pero aún está por llegar, y ¿quién sabe lo que puede ocurrir mientras tanto? No he olvidado cuando creía que no tenía futuro. —Un atisbo de sonrisa asomó a sus labios, entrecerró los párpados en un gesto soñador y su voz se tornó aterciopelada—. Además, no creo que venda nuestros pellejos, ni mucho menos. Dadme unos pocos años de práctica y después unos cuantos minutos con lord Gareth Bryne, y nos recibirá con los brazos abiertos y nos instalará en sus mejores habitaciones. Nos vestirá con sedas y pondrá su carruaje a nuestra disposición para llevarnos a donde nos apetezca.
Min la dejó cobijarse en sus fantasías. A veces pensaba que las otras dos mujeres vivían en un mundo de sueños. Algo más le vino a la cabeza, una cosa pequeña, pero que empezaba a irritarla.
—Por cierto, Mara, dime una cosa. He reparado que a veces la gente sonríe cuando me llamas Serenla. Bryne lo hizo, y dijo algo sobre que mi madre debió de tener una premonición. ¿Por qué?
—En la Antigua Lengua —contestó Siuan—, significa «hija testaruda». Tenías una vena de tozudez cuando nos conocimos. Una vena de un kilómetro de ancho por uno de profundidad. —¡Y era Siuan quien decía eso! ¡Siuan, nada menos, la mujer más obstinada del mundo! Sonreía de oreja a oreja—. Claro que pareces ir progresando. En el próximo pueblo podrías utilizar el nombre de Chalinda. Significa «chica dulce». O, quizá…
De repente la carreta dio un tirón más brusco que los anteriores y empezó a cobrar velocidad a medida que el caballo se ponía a galope. Zarandeadas como granos de trigo en un cedazo, las tres mujeres se miraron con sorpresa. Después Siuan se incorporó y apartó la solapa de lona que tapaba el pescante. Joni había desaparecido. Siuan se echó sobre el asiento de madera, agarró las riendas y tiró con fuerza hasta que frenó al caballo. Min abrió las solapas traseras para registrar el entorno.
La calzada cruzaba allí por una arboleda, casi un bosquecillo de robles y olmos, pinos y cedros. El polvo de la corta galopada todavía estaba posándose, parte de él sobre Joni, que yacía despatarrado a la orilla del camino de tierra, unos sesenta pasos más atrás.
Instintivamente, Min se bajó de un salto y corrió hacia donde estaba tendido el hombre, junto al que se arrodilló. Todavía respiraba, pero tenía los ojos cerrados y un corte a un lado de la cabeza, donde empezaba a formarse una tumefacción purpúrea.
Leane la apartó a un lado y tanteó la cabeza de Joni con dedos expertos.
—Vivirá —manifestó, tajante—. No parece que haya nada roto, pero tendrá jaqueca durante días cuando vuelva en sí. —Se sentó sobre los talones, enlazó las manos y su voz sonó entristecida—. En cualquier caso, no puedo hacer nada por él. Maldita sea, prometí que no volvería a lamentarme por eso.
—La cuestión es… —Min tragó saliva y volvió a empezar—. La cuestión es ¿lo subimos a la carreta y lo llevamos a la mansión, o… nos vamos? —«¡Luz, no soy mejor que Siuan!»
—Podemos transportarlo hasta la próxima granja —sugirió lentamente Leane.
Siuan llegó junto a ellas llevando por las riendas al caballo de tiro como si temiera que el tranquilo animal fuera a morderla. Echó una ojeada al hombre tendido en el suelo y frunció el entrecejo.
—No es posible que se haya caído de la carreta. No se ve ninguna raíz ni roca que provocara algo así. —Empezó a escudriñar la fronda que las rodeaba, y entonces un hombre salió de entre los árboles montado en un alto semental negro, tirando de las riendas de tres yeguas, una de ellas peluda y dos palmos más baja que las otras dos.
Era un hombre alto, vestido con chaqueta de seda azul, con una espada al costado; el rizoso cabello le caía sobre los anchos hombros, y era apuesto a pesar del aire de dureza con que lo había marcado su mala estrella. Y era el último hombre que Min esperaba ver.
—¿Has sido tú? —demandó Siuan.
Logain sonrió mientras sofrenaba al caballo junto a la carreta, aunque no había jovialidad en aquel gesto.
—Una honda puede ser muy útil, Mara. Tenéis suerte de que esté aquí. No esperaba que salieseis del pueblo hasta dentro de varias horas, y caminando a duras penas, he de añadir. El señor del lugar fue indulgente, al parecer. —Repentinamente su rostro se tornó aun más sombrío y su voz sonó tan áspera como una piedra—. ¿Creíais que iba a abandonaros a vuestra suerte? Tal vez debí hacerlo. Me hicisteis ciertas ofertas, Mara. Quiero la venganza que me prometisteis. Os he seguido medio camino hacia el Mar de las Tormentas en esta búsqueda, aunque no me habéis dicho para qué. No he hecho preguntas sobre cómo planeáis darme lo ofrecido. Pero os diré algo: vuestro tiempo se está acabando. Acabad pronto vuestra búsqueda y cumplid lo prometido, u os dejaré que sigáis solas vuestro camino. No tardaríais en descubrir que hay pocos pueblos que se muestren compasivos con forasteros sin un céntimo en el bolsillo. ¿Tres hermosas mujeres solas? La presencia de esto —se tocó la espada colgada a la cadera— os ha mantenido a salvo más veces de las que podáis imaginar. Encontrad pronto lo que buscáis, Mara.
No había sido tan arrogante al principio del viaje. Entonces se había mostrado humilde y agradecido por su ayuda; tan humilde como un hombre como Logain podía serlo, se entiende. Pero, al parecer, el tiempo transcurrido y la falta de resultados habían marchitado su gratitud.
Siuan le sostuvo sin parpadear la intensa mirada.
—Eso espero —repuso firmemente—. Pero, si quieres marcharte, ¡deja nuestras monturas y vete! Si no quieres remar, baja de la barca y empieza a nadar. Veremos hasta dónde llegas solo en tu revancha.
Las grandes manos de Logain se crisparon sobre las riendas hasta que Min oyó crujir los nudillos. Tembló, conteniéndose a duras penas.
—Me quedaré un poco más, Mara —dijo finalmente—. Un poco más.
Por un instante, ante los ojos de Min resplandeció un halo alrededor de la cabeza del hombre, una corona radiante dorada y azul. Siuan y Leane no vieron nada, por supuesto, aunque sabían que ella sí podía. A veces vislumbraba cosas sobre la gente —visiones, las llamaba—, imágenes o halos. En ocasiones sabía lo que significaban: una mujer que se casaría; un hombre que moriría. Hechos insignificantes o grandes acontecimientos, cosas alegres o tristes; nunca había una pauta o razón para verlo en una u otra persona, ni en tal lugar o tal momento. Las Aes Sedai y los Guardianes siempre tenían halos; la mayoría de la gente carecía de él. Y saber el significado no siempre resultaba agradable.
Ya había visto el halo de Logain anteriormente, y sabía lo que significaba: gloria venidera. Pero, de todos los hombres del mundo, en su caso tal cosa no parecía tener sentido. Había conseguido el caballo, la espada y la chaqueta jugando a los dados, aunque Min no estaba segura de la limpieza de esas partidas. No poseía nada más y no tenía otras perspectivas de futuro salvo las promesas de Siuan, algo que Min ignoraba hasta qué punto podía cumplir la mujer. Su propio nombre podía significar una sentencia de muerte. No tenía sentido.
Logain recobró el buen humor tan repentinamente como lo había perdido. Sacó una hinchada bolsa que llevaba metida en el cinturón y la hizo tintinear.
—Me he hecho con un poco de dinero. No tendremos que dormir en establos durante un tiempo.
—Ya nos hemos enterado —dijo secamente Siuan—. Supongo que no podría esperar otra cosa de ti.
—Consideradlo como una contribución a vuestra búsqueda. —La mujer alargó la mano, pero Logain volvió a atar la bolsa en su cinturón con una sonrisa burlona—. No querría que vuestra mano se manchara con dinero robado, Mara. Además, de este modo quizás esté seguro de que vos no me dejaréis. —La expresión de Siuan era tan dura que parecía capaz de partir un clavo de un mordisco, pero no dijo nada. Logain se incorporó sobre los estribos y escudriñó el camino a lo lejos, en dirección a Hontanares de Kore—. Veo un rebaño de ovejas viniendo hacia aquí con un par de chiquillos. Es hora de que nos pongamos en marcha. La noticia de lo ocurrido llegará tan deprisa como sean capaces de correr. —Volvió a sentarse y echó una ojeada a Joni, todavía tendido en el suelo, inconsciente—. Y traerán ayuda para ese tipo. No creo que lo haya golpeado lo bastante fuerte para herirlo gravemente.