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—No tenemos nada mejor que hacer —repuso secamente Ragan—. Tal y como están las cosas, no volveremos a ver Shienar hasta que estemos canos y desdentados, así que tanto da si cabalgamos con vos hasta Tear o dondequiera que esté él.

Nynaeve no se lo había planteado así, pero tenía sentido. Dos más para ayudar a Thom y a Juilin con las tareas cotidianas y las guardias. No era menester aclararles que alcanzar su punto de destino podría tardar mucho tiempo o cuántas paradas o desvíos podían encontrar en el camino. Podría ocurrir que las Azules agrupadas en Salidar no les permitieran continuar el viaje a ninguno de ellos. Una vez que se encontraran con las Aes Sedai, volverían a ser únicamente Aceptadas. «¡No le des más vueltas al asunto! ¡Vas a hacerlo!»

La multitud apiñada delante del chillón letrero de Luca no parecía ser menos numerosa que antes. Un río de gente seguía llegando a la pradera para sumarse a la multitud, mientras que otro serpenteaba en sentido contrario lanzando exclamaciones sobre lo que había visto. De vez en cuando los «mastodontes paquidercus» surgían a la vista por encima de la valla de lona al levantarse de patas, lo cual provocaba un coro de exclamaciones maravilladas entre los que esperaban para entrar. Cerandin los estaba poniendo a prueba otra vez. La seanchan se ocupaba siempre de que los s’redit tuvieran mucho descanso. En esto se mostraba muy firme, ni que quisiera Luca ni que no. Los hombres hacían lo que se les decía cuando una dejaba muy claro que no quedaba otra alternativa. Bueno, generalmente lo hacían.

Tras haber caminado un trecho sobre la pisoteada hierba marchita, Nynaeve hizo un alto y se volvió hacia los dos shienarianos. Mantuvo una expresión tranquila, si bien la de ellos era satisfactoriamente recelosa, aunque en el caso de Ino, por desgracia, significaba que no dejaba de toquetearse el parche del ojo de un modo que daba grima. La gente que entraba o salía del espectáculo no les prestaba atención.

—Entonces no será por lo que os dijeron Masema ni Galad —manifestó firmemente—. Si vais a viajar conmigo, haréis lo que yo os diga, o podéis seguir vuestro camino porque no os quiero a mi lado.

Ni que decir tiene que, antes de aceptar con un cabeceo, los dos hombres tuvieron que intercambiar una mirada.

—Si ha de ser así —gruñó Ino—, entonces de acuerdo, maldita sea. Si no tenéis a nadie que se ocupe de vos como es debido, nunca llegaréis viva a presencia del lord Dragón, me apuesto mi jodida cabeza. Cualquier granjero cagueta os abriría en canal y os merendaría por culpa de vuestra puñetera lengua. —Ragan le lanzó una mirada cautelosa que denotaba que estaba completamente de acuerdo con él pero que albergaba serias dudas sobre la sensatez de Ino por manifestarlo en voz alta. Al parecer, Ragan no tenía un pelo de tonto.

En cualquier caso, si aceptaban sus condiciones no importaba realmente por qué motivo. De momento. Habría tiempo de sobra para ponerlos en su sitio.

—Estoy seguro de que los otros también aceptarán —comentó Ragan.

—¿Los otros? —repitió ella mientras parpadeaba, desconcertada—. ¿Quieres decir que no sois sólo vosotros dos? ¿Cuántos hay?

—Ahora sólo somos quince en total. Dudo que Bartu o Nengar vengan.

—Están como tontos con el puñetero Profeta. —Ino volvió la cabeza y escupió para dejar claro lo que opinaba de eso—. Sólo quince. Sar se despeñó por aquel jodido precipicio en las montañas, y el imbécil de Mendao tuvo que enzarzarse en un maldito duelo con tres cazadores del Cuerno, y…

Nynaeve estaba demasiado ocupada procurando no quedarse boquiabierta para prestarle atención. ¡Quince! No paraba de echar cuentas para sus adentros sobre lo que costaría alimentar a quince hombres. Aunque no tuvieran mucha hambre, Thom y Juilin comían, cada uno de ellos, el doble de lo que consumían Elayne y ella juntas. ¡Luz!

Por otro lado, con quince soldados shienarianos no hacía falta esperar a que hubiera una embarcación. Sin duda un barco fluvial era el medio de transporte más rápido para llegar a su destino —ahora recordaba haber oído hablar sobre Salidar; era una villa ribereña o a corta distancia del río, así que un barco podría llevarlos directamente allí—, pero con una escolta de shienarianos el carromato resultaría igualmente seguro, tanto de los Capas Blancas como de los bandidos o los seguidores del Profeta. Aunque, eso sí, sería mucho más lento. Además, un único carromato saliendo de Samara con semejante escolta, a buen seguro llamaría mucho la atención. Sería como poner un poste indicativo para Moghedien o el Ajah Negro. «¡Dejaré que sean las Azules quienes se ocupen de ellas, y no hay más que hablar!»

—¿Pasa algo? —preguntó Ragan.

—No debería haber contado cómo murió Sakaru —añadió Ino con un tono de disculpa. ¿Sakaru? se extrañó Nynaeve. Debía de haberse referido a ése después de que dejara de prestarle atención—. No suelo pasar mucho tiempo cerca de las puñe… Cerca de las damas. Olvidé que se les revuelven las trip… Eh, quiero decir que son sensibles.

Como no dejara de darse tirones a aquel horrible parche, se iba a enterar lo sensible que tenía el estómago, desde luego.

¿Qué más daba si eran más hombres? Si dos shienarianos venían bien, quince sería fabuloso. Su propio ejército privado. Se habían acabado las preocupaciones sobre los Capas Blancas o los bandidos o los disturbios o si había cometido un error al juzgar a Galad. ¿Cuántos jamones se comerían quince hombres en un día? Una voz firme, eso era lo que hacía falta ahora.

—Bien, de acuerdo. Todas las noches, justo después de oscurecer, uno de vosotros, repito ¡uno!, vendrá y preguntará por Nana. Es el nombre por el que me conocen aquí. —No tenía motivo para dar esa orden, excepto irlos acostumbrando a que hicieran lo que les mandara—. Elayne utiliza el nombre de Morelin, pero preguntad por Nana. Si necesitáis dinero, acudid a mí, no a Masema. —Tuvo que refrenar una mueca cuando pronunció esas palabras. Todavía quedaba oro en la chimenea del carromato, pero Luca no había exigido aún el pago de sus cien coronas, y lo haría. No obstante, podían recurrir a las joyas si era preciso. Tenía que asegurarse de que perdieran la costumbre de recurrir a Masema—. Aparte de esos contactos, ninguno de vosotros debe acercarse a mí ni al espectáculo. —Sin esta advertencia, a buen seguro que montarían guardia o cualquier otra estupidez por el estilo—. A no ser que llegue un barco fluvial. En tal caso, venid de inmediato a avisarme. ¿Habéis comprendido?

—No —murmuró Ino—. ¿Por qué puñetas tenemos que mantenernos alejados de…? —Echó bruscamente la cabeza hacia atrás cuando el dedo admonitorio de la antigua Zahorí se levantó y casi le tocó la nariz.

—¿Has olvidado lo que te dije acerca de ese sucio lenguaje? —Tuvo que obligarse a mirarlo directamente a la cara; aquel ojo ceñudo y rojo del parche conseguía que el estómago se le subiera a la boca—. Si no consigues recordarlo, vas a enterarte de por qué los hombres de Dos Ríos hablan de un modo correcto.

Vio que reflexionaba sobre aquello. Ino no sabía qué relación tenía con la Torre, únicamente que existía una. Podría ser una informadora o estar estudiando allí o incluso ser una Aes Sedai, aunque en este caso una que no llevaba el chal hacía mucho. Y la amenaza era lo bastante vaga para que él mismo le diera la peor interpretación que pudiera imaginar. Nynaeve conocía esta táctica mucho antes de que Juilin se la mencionara a Elayne.

Cuando, aparentemente, la idea quedó asimilada —y antes de darle tiempo para hacer preguntas— bajó la mano.

—No os acercaréis aquí por la misma razón que no lo hará Galad: para no llamar la atención. En cuanto a lo demás, lo haréis porque yo lo digo. Si tengo que daros explicaciones de cada decisión que tome no me quedará tiempo para hacer nada más, de modo que sacad el mejor partido de ello.

Era un comentario muy propio de una Aes Sedai. Además, no tenían otra opción si se proponían ayudarla a llegar junto a Rand, como ellos creían, lo que significaba que no podían hacer otra cosa. En resumen, Nynaeve se sentía muy satisfecha de sí misma cuando los despachó con un ademán para que regresaran a Samara y pasó ente la multitud bajo el letrero con el nombre de Valan Luca.