Выбрать главу

—Los Shaido que han quedado se están replegando hacia el norte —anunció Amys con gesto sombrío—, y cada día hay más que cruzan la Pared del Dragón para unirse a ellos, pero Rand al’Thor parece haberlos olvidado por completo. Está enviando las lanzas al sur, hacia Tear. La mitad ha partido ya. Rhuarc dice que ni siquiera les ha dicho a los jefes por qué, y no creo que Rhuarc me mienta. Moraine es quien está más cerca de Rand al’Thor que nadie salvo quizás Aviendha, pero se niega a preguntarle. —Sacudió la cabeza y murmuró—: Aunque diré en su favor que ni siquiera Aviendha ha logrado sonsacarle nada.

—El mejor modo de guardar un secreto es no revelárselo a nadie —respondió Elayne, con lo que se ganó una dura mirada. Amys no le andaba a la zaga a Bair en cuanto a asestar miradas que levantaban ampollas.

—No vamos a sacar nada en claro porque lo hablemos aquí —dijo Nynaeve, que clavó la mirada en Egwene. La muchacha parecía inquieta. Si había algún momento para empezar a restablecer el equilibrio entre ambas, éste podía ser tan bueno como cualquier otro—. Lo que quiero saber es cómo…

—Tienes razón —la interrumpió Egwene—. No estamos en el estudio de Sheriam, donde podíamos dedicarnos a charlar ociosamente. ¿Qué nuevas tenéis vosotras? ¿Seguís con la compañía de artistas de maese Luca?

La antigua Zahorí olvidó de inmediato toda idea de plantearle preguntas a la muchacha. Había tanto que contar. Y tanto que callar. Afirmó que había seguido a Lanfear hasta la reunión de los Renegados, y sólo mencionó haber visto a Moghedien espiándolos. No es que quisiera evitar hablar de cómo la había maltratado la Renegada —realmente no; no era eso exactamente—, pero Birgitte no las había eximido de su promesa de guardar su secreto. Naturalmente ello significaba no decir una palabra sobre la arquera, ni mencionar que la mujer estaba con ellas. Resultaba extraño teniendo en cuenta que Egwene estaba enterada de que Birgitte las estaba ayudando y aun así fingir que la muchacha de Dos Ríos no sabía absolutamente nada, pero Nynaeve se las ingenió para salir del apuro, a pesar del ligero balbuceo cuando Egwene enarcó las cejas con expresión interrogante. Gracias a la Luz, Elayne la ayudó al echar la culpa de lo ocurrido en Samara a Galad y a Masema. Cosa que, por otro lado, era verdad. Si cualquiera de los dos se hubiese limitado simplemente a enviarle un mensajero con la noticia de la llegada del barco, nada de lo que aconteció después habría tenido lugar.

Cuando terminó —refiriéndose a Salidar— Amys preguntó en voz queda:

—¿Estáis seguras de que apoyarán al Car’a’carn?

—Tienen que conocer las Profecías del Dragón tan bien como Elaida —contestó Elayne—. El mejor modo de oponerse a ella es uniéndose a Rand y así dejar claro al mundo que se proponen respaldarlo hasta el Tarmon Gai’don. —No hubo el más leve temblor en su voz, como si estuviese hablando de un completo desconocido—. En caso contrario sólo serían rebeldes sin derecho a exigir legitimidad a su postura. Lo necesitan al menos tanto como él a ellas.

Amys asintió, pero su gesto no significaba que estuviese de acuerdo todavía.

—Creo que recuerdo a Masema —apuntó Egwene—. ¿Un tipo de ojos hundidos y rictus amargado? —Nynaeve confirmó su suposición con un cabeceo—. No logro imaginármelo como una especie de profeta, pero sí como alguien capaz de iniciar una revuelta o una guerra. Estoy segura de que Galad hizo sólo lo que consideró que era mejor. —Las mejillas de la muchacha se tiñeron con un ligero rubor; hasta evocar el rostro de Galad producía esa reacción—. A Rand le interesará la noticia sobre Masema. Y sobre Salidar. Si es que soy capaz de conseguir que se quede quieto el tiempo suficiente para escucharme.

—Pues a mí me interesa saber cómo es que estáis las dos aquí —intervino Amys. Atendió a sus explicaciones y examinó la lámina ambarina cuando Nynaeve la sacó de la bolsita. El hecho de que otra persona tocara el ter’angreal mientras que ella lo estaba utilizando, le puso la piel de gallina—. Creo que tú estás aquí menos que Elayne —manifestó finalmente la Sabia—. Cuando una caminante de sueños entra en el Tel’aran’rhiod mientras duerme, sólo queda una chispa de sí misma en su cuerpo, justo lo suficiente para mantenerlo vivo. Si entra únicamente en un sueño ligero, donde puede estar aquí y también hablar con quienes la rodean en el mundo de vigilia, tiene el aspecto que ofreces tú ahora para alguien que está plenamente aquí. Quizá sea lo mismo. No estoy segura de que me guste que cualquier mujer que pueda encauzar sea capaz de entrar en el Mundo de los Sueños aunque sea en este estado. —Le devolvió el ter’angreal a Nynaeve.

Soltando un suspiro de alivio, Nynaeve se apresuró a guardar la lámina. Todavía sentía agarrotado el estómago.

—Si no tenéis nada más que contarnos… —Amys hizo una pausa mientras Elayne y Nynaeve contestaban que no. Los azules ojos de la Sabia eran increíblemente penetrantes—. Entonces debemos irnos. He de admitir que estos encuentros están resultando más provechosos de lo que imaginé al principio, pero todavía me queda mucho por hacer esta noche. —Miró de soslayo a Egwene y las dos desaparecieron al mismo tiempo.

Nynaeve y Elayne no vacilaron. A su alrededor, las grandes columnas de piedra roja cambiaron en un abrir y cerrar de ojos a una pequeña habitación con oscuros paneles de madera, el mobiliario nuevo, sencillo y sólido. La rabia de Nynaeve había perdido consistencia, y con ella su dominio del saidar, pero el estudio de la Maestra de las Novicias reafirmó ambos. ¡Conque obstinada e insolente, ¿no?! Esperaba que Sheriam estuviera en Salidar; sería un placer enfrentarse a ella en igualdad de condiciones. Con todo, habría querido estar en cualquier otro lugar. Elayne se miraba en el espejo con marco dorado, arreglándose el cabello con las manos con aparente indiferencia; sólo que allí no era necesario que utilizara las manos, un detalle que ponía de manifiesto que tampoco a ella le gustaba estar en ese cuarto. ¿Por qué habría sugerido Egwene que se encontraran aquí? El estudio de Elaida no era precisamente un sitio agradable, pero sí mejor que éste.

Un instante después, Egwene apareció en la habitación, al otro lado del escritorio, puesta en jarras y con una fría mirada en los ojos, como si fuese la legítima ocupante del estudio.

—¿Es que habéis perdido completamente el juicio, bobas de lengua larga? —espetó Egwene antes de que Nynaeve tuviese oportunidad de abrir la boca—. Si os pido que guardéis para vosotras cierta información, ¿se lo contáis a la primera persona que veis? Creía que las dos sabíais guardar secretos. —Nynaeve sintió calor en las mejillas, pero daba por hecho que no estaba tan colorada como Elayne; sin embargo, Egwene no había terminado todavía—. En cuanto a cómo lo hice, no puedo enseñaros. Hay que ser caminante de sueños. Si se puede entrar en el sueño de otra persona con el anillo, es algo que ignoro. Y dudo mucho que tú puedas hacerlo con esa otra cosa. Tratad de pensar únicamente en lo que estáis haciendo. Cabe la posibilidad de que Salidar no sea lo que esperáis. Y, ahora, también yo tengo pendiente mucho que hacer esta noche. ¡Procurad al menos comportaros con sentido común! —Y desapareció de manera tan repentina que la última palabra pareció surgir de la nada.