—Es sólida esa forma de razonar —dijo Poirot—. Sí. Pudo haber funcionado así su cerebro.
—Hasta cierto punto, se trata de un crimen premeditado; pero, hasta cierto punto también, no había premeditación —dijo Hale—. No creo que llegara a pensarlo y planearlo. Se limitó a seguir adelante a ciegas.
Murmuró Poirot:
—¡Sí, será verdad...!
Hale le miró con curiosidad. Inquirió:
—¿Le he convencido, monsieur Poirot, de que el caso era bien claro?
—Casi. No del todo. Hay dos o tres detalles singulares...
—¿Puede usted ofrecer otra solución... que sea sostenible?
Dijo Poirot:
—¿Qué pasos dieron todos los demás aquella mañana? —Los investigamos también, de eso puede tener la seguridad. Comprobamos las declaraciones de todos. Ninguno podía probar la coartada... no se puede probar en casos de envenenamiento. Por ejemplo, nada que le impida a una persona entregar a su víctima veneno en una cápsula el día anterior diciéndole que se trata de una cura infalible para la indigestión y que debe tomarla antes de comer y, después de decirle eso, largarse al otro extremo de Inglaterra.
—Pero, ¿usted no cree que ocurriera eso en este caso?
—El señor Crale no padecía nunca de indigestión. Y, sea como fuera, no puedo imaginarme que ocurriera una cosa así. Es cierto que el señor Meredith Blake era muy dado a recomendar específicos de su propia elaboración; pero no concibo al señor Crale probándolos. Y, de haberlo hecho, seguramente lo comentaría jocosamente. Además, ¿por qué había de querer Meredith matar a Crale? Todo tiende a demostrar que se hallaba en muy buenas relaciones con él. Todos lo estaban. Felipe Blake era su mejor amigo. La señorita Williams le miraba con gran desaprobación, o así me lo imagino; pero la desaprobación moral no conduce al envenenamiento. La pequeña señorita Warren se peleaba mucho con él... estaba en una edad cargante... pero él le tenía mucho afecto, y ella a él. Se la trataba con especial ternura y consideración en aquella casa. Tal vez haya usted oído decir por qué. Sufrió una lesión seria de pequeña... se la produjo la señora Crale en un acceso de maniática rabia. Eso parece demostrar, ¿no?, que era una persona que no ejercía el menor dominio sobre sí. ¡Atacar a una criatura... y desfigurarla para toda la vida!
—Pudiera demostrar —murmuró Poirot, pensativo— que Angela Warren tenía muy buenos motivos para guardar rencor a Carolina Crale.
—Posiblemente... pero no a Amyas Crale... Y, sea como fuere, la señora Crale quería mucho a su hermanita... le dio un hogar cuando murieron sus padres y, como digo, la trató con especial afecto... la echó a perder con sus mimos incluso, según dicen. Era evidente que la muchacha quería mucho a la señora Crale. Se la mantuvo alejada del Tribunal y se la protegió contra todo hasta donde fue posible... La señora Crale insistió mucho sobre eso según creo. Pero la muchacha se llevó un disgusto de muerte y ansiaba que la llevaran a ver a su hermana a la cárcel. Carolina Crale no quiso consentirlo. Dijo que una cosa así pudiera dañar para siempre la mentalidad de una muchacha. Lo dispuso todo para que fuera a un colegio al extranjero.
Agregó:
—La señoría Warren se convirtió más adelante en una mujer distinguida. Exploradora. Viajes a sitios raros. Conferencias en la Real Sociedad Geográfica, artículos en la Prensa... y todo eso.
—Y ¿nadie se acuerda del juicio?
—Verá... Llevaba un apellido distinto en primer lugar. Ni siquiera tenían las dos el mismo nombre antes de casarse Carolina. Tuvieron la misma madre, pero distintos padres. El nombre de soltera de la señora Crale era Spalding.
—¿Era la señorita Williams institutriz de la niña o de Ángela Warren?
—De Ángela. Tenían aya para la niña..., pero daba algunas lecciones con la señorita Williams todos los días, según entiendo.
—¿Dónde estaba la niña por entonces?
—Había marchado con su aya a hacerle una visita a su abuela. Una tal lady Tressilian. Una viuda que había perdido sus dos hijitos y que quería mucho a la hija de Carolina.
Poirot movió afirmativamente la cabeza.
—Comprendo —dijo,
Hale continuó:
—En cuanto a los pasos de las demás personas el día del asesinato, puedo explicárselos todos.
»La señorita Greer estuvo sentada en la terraza cerca de la ventana de la biblioteca después del desayuno. Allí, como he dicho, sorprendió algunas palabras de la riña entre Crale y su esposa. Después de eso acompañó a Crale al jardín de la Batería e hizo de modelo suyo hasta la hora de comer, con dos interrupciones para descansar los músculos.
«Felipe Blake estaba en la casa después del desayuno y oyó parte de la riña. Luego de haberse marchado Crale con la señorita Greer, leyó el periódico hasta que le telefoneó su hermano. Entonces bajó a la playa para salirle al encuentro. Subieron por el camino otra vez, juntos, pasando por delante del jardín de la Batería. La señorita Greer acababa de marchar a la casa en busca de un jersey porque tenía algo de fresco y la señora Crale estaba con su marido discutiendo los pormenores para la marcha de Angela al colegio.
—Ah, una entrevista amistosa...
—No, amistosa, no. Creo que Crale le estaba gritando. Furioso de que le molestasen con detalles domésticos. Supongo que ella quería dejar aclaradas las cosas por si en efecto iba a haber una ruptura.
Poirot asintió con la cabeza.
Hale prosiguió:
—Los dos hermanos cambiaron unas palabras con Amyas Crale. Luego volvió a aparecer la señorita Greer y ocupó su puesto. Crale volvió a tomar el pincel, y era evidente que quería deshacerse de ellos. Los hermanos hicieron caso de la indirecta y continuaron su camino. Y, a propósito, fue cuando se hallaban ellos en el jardín cuando Amyas Crale se quejó de que toda la cerveza de allí estaba caliente y que su esposa prometió mandarle cerveza fresca.
—¡Aja!
—Justo. ¡Aja! Le hizo el ofrecimiento con una dulzura exquisita. Los hermanos siguieron hasta la casa y se sentaron en la terraza. La señora Crale y Angela les sirvieron cerveza allí.
»Más tarde, Angela Warren se fue a nadar y Felipe Blake la acompañó.
»Meredith Blake marchó a un claro del bosque donde Hay un asiento exactamente por encima del jardín de la Batería. Veía desde allí a la señorita Greer sobre las almenas y le era posible oír la voz de ella y la de Crale cuando hablaban. Se sentó allí y reflexionó acerca del asunto de la conicina. Aún estaba preocupado y no sabía qué hacer. Elsa Greer le vio y agitó el brazo en saludo. Cuando sonó el batintín llamándoles a comer, bajó y regresó a la casa en compañía de Elsa. Notó entonces que Crale tenía, según expresión suya, un aspecto muy raro, pero no le dio importancia a la cosa de momento. Crale era uno de esos hombres que nunca están enfermos... conque uno no se imaginaba que pudiera estarlo. Lo que sí tenía era ratos de furia y de desaliento cuando un cuadro no le iba saliendo a su gusto. En tales ocasiones era mejor dejarlo en paz y hablarle lo menos posible. Eso fue lo que hicieron los dos en aquella ocasión.
»En cuanto a los demás, la servidumbre estaba ocupada en los quehaceres de la casa y preparando la comida. La señorita Williams estuvo en el cuarto destinado a clase, parte de la mañana, corrigiendo unos ejercicios. Después se llevó labor a la terraza. Angela Warren se pasó la mayor parte de la mañana vagando por el jardín, gateando árboles y comiendo cosas... ¡ya sabe usted lo que son las niñas de quince años! Ciruelas, manzanas agrias, peras verdes y todo eso. Después volvió a la casa y, como dije, bajó a la playa con Felipe Blake para darse un baño antes de comer.