—¿Con lo cual quiere usted decir que murió como consecuencia de sus propios actos, ya que no por su propia mano?
—Sí. Es un punto de vista un poco caprichoso quizá. Pero... bueno... causa y efecto, ¿sabe?
Dijo Poirot:
—¿Se ha parado usted a pensar alguna vez, señor Blake, que el móvil de un asesinato suele descubrirse casi siempre haciendo un estudio de la persona asesinada?
—No había llegado a... sí; creo que comprendo lo que usted quiere decir.
—Hasta saber uno exactamente qué clase de persona era la víctima, no puede empezar a ver claramente las circunstancias del crimen. Y agregó:
—Eso es lo que ando buscando... y lo que usted y su hermano han ayudado a proporcionarme... una reconstrucción del hombre Amyas Órale.
Meredith Blake pasó por alto el punto principal del comentario. Había atraído su atención una sola palabra. Dijo vivamente:
—¿Felipe?
—Sí.
—¿Ha hablado usted con él también?
—Claro que sí.
Meredith dijo con brusquedad:
—Debió usted venir a verme a mí primero.
Sonriendo un poco, Poirot hizo un gesto cortés.
—Según las leyes de primogenitura, es cierto —contestó—. Sé que es usted el más viejo de los dos. Pero comprenderá que, viviendo su hermano cerca de Londres, era más fácil visitarle a él primero.
Meredith aún fruncía el entrecejo. Tiró con inquietud de su labio. Repitió:
—Debió usted venir a verme a mí primero.
Esta vez Poirot no respondió. Aguardó. Y a los pocos instantes Meredith prosiguió:
—Felipe —dijo— tiene prejuicios.
—Sí.
—Si quiere que le diga la verdad, es un manojo de prejuicios... siempre lo ha sido —le dirigió una rápida e inquieta mirada al detective—. Habrá intentado volverle contra Carolina.
—¿Importa eso... tanto tiempo después?
Blake exhaló un agudo suspiro.
—Sí. Me olvidé de que ha transcurrido tanto tiempo... que todo ha pasado. No se le puede hacer daño a Carolina ya. No obstante, no me gustaría que se llevase usted una impresión falsa.
—¿Y cree usted que su hermano pudiera darme una falsa impresión?
—Con franqueza, sí. Es que siempre hubo cierto..., ¿cómo diré...?, antagonismo entre él y Carolina.
—¿Por qué?
La pregunta pareció irritar a Blake. Dijo:
—¿Por qué? ¿Cómo quiere que sepa yo por qué...? Esas cosas pasan. Felipe la molestaba siempre que podía. Se disgustó, creo yo, cuando Amyas se casó con ella. No se acercó a ellos en más de un año. Y sin embargo, Amyas era casi su mejor amigo. Supongo que ése era el verdadero motivo. No le parecía ninguna mujer lo bastante buena para él. Y probablemente pensó que la influencia de Carolina echaría a perder su amistad.
—¿Y tuvo razón?
—No; claro que no. Amyas siguió profesándole el mismo cariño a Felipe... hasta el último momento. Acostumbraba acusarle de ser un buscadineros y cosas por el estilo para hacerle rabiar. Felipe no se molestaba por eso. Se limitaba a sonreír y decía que era una buena cosa que Amyas tuviese un amigo respetable por lo menos.
—¿Cómo reaccionó su hermano ante el asunto de Elsa Greer?
—¿Sabe que lo encuentro algo difícil de decir? La verdad es que su actitud no era fácil de definir. Yo creo que se molestó con Amyas al verle hacer el tonto por una muchacha. Dijo más de una vez que no saldría bien y que día llegaría en que Amyas se arrepintiese. Al propio tiempo me da en los huesos... sí, casi tengo la seguridad de ello... que experimentaba una leve satisfacción al ver abandonada a Carolina.
Poirot enarcó las cejas. Preguntó:
—¿De veras experimentaba esa satisfacción?
—Oh, no interprete mal mis palabras. No iría yo más allá de decir que el sentimiento ése existía en la subconciencia. No creo que se diera él cuenta de que era eso lo que experimentaba, Felipe y yo tenemos muy poco en común; pero ya sabe que existe cierto lazo entre personas de la misma sangre. Un hombre sabe, con frecuencia, lo que está pensando su hermano.
—¿Y después de la tragedia?
Meredith sacudió la cabeza. Un espasmo de dolor cruzó su semblante. Dijo:
—Pobre Felipe. Quedó deshecho. Completamente deshecho. Siempre había querido mucho a Amyas. Yo creo que había en ello algún elemento de idolatría. Amyas Crale y yo teníamos la misma edad. Felipe tenía dos años menos. Y él consideraba a Amyas como una especie de ser superior. Sí... fue un golpe terrible para él. Se sintió... se Sintió terriblemente amargado contra Carolina.
—Así, él, por lo menos, no tenía la menor duda acerca de su culpabilidad, ¿no es así?
Respondió Meredith Blake:
—Ninguno de nosotros tenía la menor duda...
Hubo un silencio. Luego dijo Blake, con la quejumbro irritabilidad de un hombre débiclass="underline"
—Todo ha terminado... se había olvidado... y ahora usted... y lo resucita...
—Yo no: Carolina Crale.
Meredith le miró con sorpresa.
—¿Carolina? —exclamó—. ¿Qué quiere usted decir?
Contestó Poirot, mirándole fijamente:
—Carolina Crale segunda.
El rostro del otro perdió su tensión.
—¡Ah, sí! La niña. La pequeña Crale. In... interpreté momentáneamente.
—¿Creía que hacía referencia a la primera Carolina Crale? ¿Creía usted que era ella la que no...?, ¿cómo diré?, que no podía descansar tranquila en la tumba? Meredith se estremeció.
—¡Por favor!
—¿Usted sabe lo que escribió a su hija... las últimas palabras que escribió en su vida... diciéndole que era inocente?
Meredith se le quedó mirando. Dijo, y su voz estaba trémula de incredulidad:
—¿Carolina escribió eso?
—Sí.
Poirot hizo una pausa y agregó:
—¿Le sorprende?
—Le sorprendería a usted si la hubiese visto ante el tribunal. ¡Pobre criatura perseguida y sin defensa! Ni siquiera luchó.
—¿Una pesimista?
—No, no. No era eso. Fue, creo, la plena conciencia de que había matado al hombre a quien amaba... o yo creí que era eso, por lo menos.
—¿No está usted tan seguro ahora?
—¡Escribir una cosa así... solemnemente... en el momento de la muerte...!
Poirot sugirió:
—Una mentira piadosa quizá.
—Quizá —pero Meredith dudaba—. No es... no resulta característico de Carolina. No era de esperar una cosa así de ella.
Hércules Poirot asintió con la cabeza. Carla Lemarchant había dicho eso también. Carla sólo contaba con un recuerdo de la infancia. Pero Meredith Blake había conocido a Carolina muy bien. Era la primera confirmación que obtenía Poirot de que podía depositar cierta confianza en la creencia de Carla.
Meredith la miró. Dijo lentamente:
—Sí... si Carolina era inocente... ¡es una locura todo! Yo no veo... no veo ninguna otra solución posible.
Se volvió bruscamente hacia Poirot.
—¿Y usted? ¿Qué cree usted?
Hubo un momento de silencio.
—Hasta ahora —contestó el detective por fin— no creo nada. Me limito a recoger impresiones. Cómo era Carolina Crale. Cómo era Amyas Crale. Cómo eran las demás personas que figuraron más o menos en el asunto. Qué ocurrió exactamente durante aquellos días. Eso es lo que necesito. Repasar los hechos laboriosamente uno tras otro. Su hermano va a ayudarme en eso. Va a enviarme un informe detallado de los acontecimientos tal como él lo recuerda.
Meredith dijo vivamente: