Выбрать главу

La señorita Williams dijo con brusquedad:

—Claro que no hubieras callado, querida. —Miró a Hércules Poirot—. Sólo un imbécil sería capaz de creer eso.

Hércules Poirot dijo sin inmutarse:

—Yo no soy imbécil y no lo creo. Sé perfectamente quién mató a Amyas Crale.

Hizo una pausa:

—Siempre existe el peligro de aceptar como demostrados hechos que no lo han sido ni muchísimo menos. Tomemos la situación en Alderbury. Una situación muy antigua. Dos mujeres y un hombre. Hemos dado por sentado que Amyas Crale tenía la intención de dejar a su esposa por otra mujer. Pero yo les digo ahora que jamás tuvo la intención de hacer semejante cosa.

»Había tenido devaneos con otras mujeres antes. Le obsesionaban mientras duraban; pero se le pasaba muy pronto. Las mujeres de las que se había enamorado eran generalmente mujeres de cierta experiencia... no esperaban demasiado de él. Pero esta vez la mujer sí que esperó mucho. No era en realidad mujer siquiera. Era una niña, y, para hacer uso de las propias palabras de Carolina, era terriblemente sincera... Puede haber sido dura y haber dado la sensación de mujer de experiencia en sus palabras, pero en el amor era espantosamente unilateral. Porque ella sentía una pasión profunda y avasalladora por Amyas Crale, dio por sentado que él abrigarla los mismos sentimientos hacia ella. Dio por sentado que su enamoramiento sería eterno. Dio por sentado, sin consultarle a él, que Amyas iba a abandonar a su esposa.

»Pero preguntarán: ¿por qué no la sacó Amyas Crale de su error? Y me respuesta es: el cuadro. Quería terminar su cuadro.

»A algunas personas eso puede parecerles increíble; pero no a ninguna que conozca algo a los artistas. Y ya hemos aceptado la explicación en principio. La conversación sostenida entre Crale y Meredith resulta más inteligible ahora. Crale experimenta cierto embarazo... le da unos golpecitos a Blake en el hombro y le asegura, optimista mente, que todo va a salir bien. Para Amyas Crale todo es sencillo. Está pintando un cuadro estorbado levemente por lo que él llama un par de mujeres celosas y neuróticas... pero no piensa consentir que ninguna de ellas le eche a perder lo que para él es la cosa más importante en esta vida.

»Si le dijera a Elsa la verdad, ¡adiós cuadro! Tal vez, en los primeros momentos de su devaneo, le hablaba, en efecto, de abandonar a Carolina. Los hombres hacen esas cosas cuando están enamorados. Quizá sólo dejó que se supusiera como está dejando que se suponga ahora. Le tiene sin cuidado lo que suponga Elsa. Que suponga lo que le dé la gana. Cualquier cosa por que se esté callada un día o dos más.

»Luego le dirá la verdad... que todo ha terminado entre ellos. Jamás ha sido hombre a quien hayan molestado los escrúpulos.

»Sí que hizo, creo yo, un esfuerzo por no enredarse con Elsa al principio. La advirtió la clase de hombre que era... pero ella no quiso escuchar la advertencia. Se lanzó de cabeza a su destino. Y para un hombre como Crale, las mujeres eran caza permitida. Si se le hubiera preguntado, hubiese contestado tranquilamente que Elsa era joven y que pronto se le pasaría. Así funcionaba la mente de Amyas Crale.

»A la única persona que quería en realidad era a su mujer. No estaba muy preocupado por su cuenta. Ella sólo tendría que aguantar la situación unos cuantos días más. Estaba furioso con Elsa por haberle dicho aquellas cosas a Carolina; pero seguía creyendo optimistamente que todo saldría bien. Carolina le perdonaría como había hecho tantas veces antes. Y Elsa... Elsa tendría que aguantarse. Así de sencillos son los problemas de la vida para los hombres como Amyas Crale.

»Pero creo que aquella última noche estuvo preocupado de verdad. Por Carolina, no por Elsa. Tal vez fuera a su cuarto y se negara ella a hablarle. Sea como fuere, después de una noche de inquietud, la llamó aparte después del desayuno y le dijo la verdad. Había estado enamorado de Elsa, pero su enamoramiento había pasado ya. En cuanto hubiera terminado el cuadro, no volvería a verla.

»Y fue en contestación a eso por lo que Carolina Crale gritó, indignada: "¡Tú y tus mujeres!" Esa frase, ¿comprenden?, clasificaba a Elsa en la misma categoría que a las demás... aquellas otras que habían seguido su camino sin Amyas. Y agregó indignada: "Un día te mataré."

«Estaba furiosa. Su falta de sentimientos, su crueldad para con la muchacha, la sublevaban. Cuando Felipe Blake la vio en el vestíbulo y le oyó murmurar para sí: "¡Es demasiado cruel!", estaba pensando en Elsa.

»En cuanto a Crale, salió de la biblioteca, encontró a Elsa hablando con Blake y le ordenó bruscamente que bajara a darle otra sesión. Lo que él no sabía era que Elsa Greer había estado sentada junto a la ventana de la biblioteca y lo había oído todo. El relato que hizo más tarde de aquella conversación no fue verdadero. No olviden que nadie puede confirmar o demostrar que fuera falso lo que ella dijo.

»Imagínense la impresión que debió producirle el oír decir la verdad de una forma tan brutal.

«Meredith Blake nos ha dicho que la tarde anterior, mientras aguardaba a que Carolina saliera, estaba él de pie en la puerta y de espaldas al cuarto. Estaba hablando con Elsa Greer. Eso significa que Elsa estaría de cara a él y que ella podía ver exactamente lo que hacía Carolina, mirando por encima del hombro de Meredith. Es más, ella era la única persona que podía verlo.

»Vio a Carolina coger el veneno. Nada dijo; pero lo recordó cuando se hallaba sentada al pie de la ventana de la biblioteca.

«Cuando salió Amyas Crale, dio la excusa de que necesitaba un jersey y subió al cuarto de Carolina a buscar el veneno. Las mujeres saben dónde es probable que otra mujer esconda una cosa. Lo encontró y, teniendo muy buen cuidado de no borrar las huellas que pudiera tener el frasco y de no dejar las suyas, sacó el líquido con una jeringuilla de llenar plumas estilográficas.

«Luego volvió a bajar y marchó con Crale al jardín de la Batería. Y al poco rato, sin duda, le serviría cerveza, que él bebió de un trago, como de costumbre.

«Entretanto, Carolina Crale estaba seriamente preocupada. Cuando vio a Elsa subir a la casa (esta vez para buscar un jersey de verdad), Carolina bajó rápidamente a la Batería y abordó a su esposo. ¡Lo que está haciendo es vergonzoso! ¡No está ella dispuesta a soportarlo! Amyas, irritado al verse interrumpido, dice que todo está decidido: cuando el cuadro esté terminado, despediré a la muchacha: "Todo está decidido... te digo que la despediré."

«Entonces oyeron los pasos de los dos Blake, y Carolina sale y, algo cohibida, dice algo de Ángela y de la escuela y de que tiene mucho que hacer. Y, por natural asociación de ideas, los dos hombres juzgan que las palabras que han escuchado entre marido y mujer se refieren a Angela. Y "la despediré" se convierte en "le haré el equipaje"[4].

»Y Elsa, jersey en mano, baja por el camino, serena y un tanto sonriente, y ocupa de nuevo su puesto en las almenas.

»Ha contado, sin duda, con que se sospechará de Carolina y se encontrará la botella de conicina en su cuarto. Y Carolina, inconscientemente, favorece aún más sus planes. Baja una botella de cerveza fresca y se la sirve a su marido.

»Amyas se la bebe de un trago, hace una mueca y dice: "Todo tiene un gusto horrible hoy."

»¿No se dan cuenta de lo expresivo que resulta este comentario? ¿Todo tiene mal gusto? Se ve que ha habido alguna cosa antes de la cerveza, que ha tenido un gusto desagradable y cuyo gusto persiste en el paladar. Y un punto más. Felipe Blake habla de que Crale se tambaleaba un poco y se preguntaba "si no habría estado bebiendo". Pero ese leve tambaleo era el primer indicio de que estaba obrando la conicina, y ello significa que ya le había sido administrada algún tiempo antes de que Carolina le llevara la cerveza helada.

»Conque Elsa Greer se sentó en las almenas y continuó la sesión y, como era preciso impedir que él concibiese sospechar hasta que fuera demasiado tarde, le habló a Amyas Crale animadamente y con naturalidad. Al poco rato vio a Meredith en el banco de la meseta de arriba y le saludó agitando el brazo, desempeñando su papel más completamente aún para que él lo notara.