– ¡Mira a aquel tipo! -cuchichea entusiasmada una de las chicas sentadas a mi lado.
– ¡Está buenísimo! -le contesta la otra.
Me pongo tensa. Estoy segura de que no hablan del profesor Collins.
– Tiene que ser Christian Grey.
– ¿Está libre?
Se me ponen los pelos de punta.
– Creo que no -murmuro.
– Oh -exclaman las chicas mirándome sorprendidas.
– Creo que es gay -mascullo.
– Qué lástima -se lamenta una de las chicas.
Mientras el rector se levanta y da comienzo al acto con su discurso, veo que Christian recorre disimuladamente la sala con la mirada. Me hundo en mi asiento y encojo los hombros para que no me vea. Fracaso estrepitosamente, porque un segundo después sus ojos encuentran los míos. Me mira con rostro impasible, totalmente inescrutable. Me remuevo incómoda en mi asiento, hipnotizada por su mirada, y me ruborizo ligeramente. De pronto recuerdo mi sueño de esta mañana y se me contraen los músculos del vientre. Respiro hondo. Sus labios esbozan una leve y efímera sonrisa. Cierra un instante los ojos y al abrirlos recupera su expresión indiferente. Lanza una rápida mirada al rector y luego fija la vista al frente, en el emblema de la universidad colgado en la entrada. No vuelve a dirigir sus ojos hacia mí. El rector continúa con su monótono discurso, y Christian sigue sin mirarme. Mira fijamente hacia delante.
¿Por qué no me mira? ¿Habrá cambiado de idea? Me inunda una oleada de inquietud. Quizá el hecho de que me marchara anoche fue el final también para él. Se ha aburrido de esperar a que me decida. Oh, no, quizá lo he fastidiado todo. Recuerdo su e-mail de anoche. Quizá esté enfadado porque no le he contestado.
De pronto la señorita Katherine Kavanagh avanza por el estrado y la sala irrumpe en aplausos. El rector se sienta y Kate se echa la bonita melena hacia atrás y coloca sus papeles en el atril. Se toma su tiempo y no se siente intimidada por el millar de personas que están mirándola. Cuando está lista, sonríe, levanta la mirada hacia la multitud fascinada y empieza su discurso con elocuencia. Está tranquila y se muestra divertida. Las chicas sentadas a mi lado se ríen a carcajadas con su primera broma. Oh, Katherine Kavanagh, tú si que sabes pronunciar un discurso. En esos momentos estoy tan orgullosa de ella que mis dispersos pensamientos sobre Christian quedan a un lado. Aunque ya he oído su discurso, lo escucho atentamente. Domina la sala y se mete al público en el bolsillo.
Su tema es «¿Qué esperar después de la facultad?». Sí, ¿qué esperar? Christian mira a Kate alzando las cejas, creo que sorprendido. Podría haber ido a entrevistarlo Kate, y ahora podría estar haciéndole proposiciones indecentes a ella. La guapa Kate y el guapo Christian juntos. Y yo podría estar como las dos chicas sentadas a mi lado, admirándolo desde la distancia. Pero sé que Kate no le habría dado ni la hora. ¿Cómo lo llamó el otro día? Repulsivo. La idea de que Kate y Christian se enfrenten me incomoda. Tengo que decir que no sé por quién de los dos apostaría.
Kate termina su discurso con una floritura, y espontáneamente todo el mundo se levanta, la aplaude y la vitorea. Su primera ovación con el público en pie. Le sonrío y la aclamo, y ella me devuelve una sonrisa. Buen trabajo, Kate. Se sienta, el público también, y el rector se levanta y presenta a Christian… Oh, Dios, Christian va a dar un discurso. El rector hace un breve resumen de los logros de Christian: presidente de su extraordinariamente próspera empresa, un hombre que ha llegado donde está por sus propios méritos…
– … y también un importante benefactor de nuestra universidad. Por favor, demos la bienvenida al señor Christian Grey.
El rector estrecha la mano a Christian, y la gente empieza a aplaudir. Se me hace un nudo en la garganta. Se acerca al atril y recorre la sala con la mirada. Parece tan seguro de sí mismo frente a nosotros como Kate hace un momento. Las dos chicas sentadas a mi lado se inclinan hacia delante embelesadas. De hecho, creo que la mayoría de las mujeres del público, y algunos hombres, se inclinan un poco en sus asientos. Christian empieza a hablar en tono suave, mesurado y cautivador.
– Estoy profundamente agradecido y emocionado por el gran honor que me han concedido hoy las autoridades de la Universidad Estatal de Washington, honor que me ofrece la excepcional posibilidad de hablar del impresionante trabajo que lleva a cabo el departamento de ciencias medioambientales de la universidad. Nuestro propósito es desarrollar métodos de cultivo viables y ecológicamente sostenibles para países del tercer mundo. Nuestro objetivo último es ayudar a erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Más de mil millones de personas, principalmente en el África subsahariana, el sur de Asia y Latinoamérica, viven en la más absoluta miseria. El mal funcionamiento de la agricultura es generalizado en estas zonas, y el resultado es la destrucción ecológica y social. Sé lo que es pasar hambre. Para mí, se trata de una travesía muy personal…
Se me desencaja la mandíbula. ¿Qué? Christian ha pasado hambre. Maldita sea. Bueno, eso explica muchas cosas. Y recuerdo la entrevista. De verdad quiere alimentar al mundo. Me devano los sesos desesperadamente intentando recordar el artículo de Kate. Fue adoptado a los cuatro años, creo. No me imagino que Grace lo matara de hambre, así que debió de ser antes, cuando era muy pequeño. Trago saliva y se me encoge el corazón pensando en un niñito de ojos grises hambriento. Oh, no. ¿Qué vida tuvo antes de que los Grey lo adoptaran y lo rescataran?
Me invade una indignación salvaje. El filantrópico Christian pobre, jodido y pervertido. Aunque estoy segura de que él no se vería así a sí mismo y rechazaría todo sentimiento de lástima o piedad. De repente estalla un aplauso general y todo el mundo se levanta. Yo hago lo mismo, aunque no he escuchado la mitad de su discurso. Se dedica a esa gran labor, a dirigir una empresa enorme y al mismo tiempo a perseguirme. Resulta abrumador. Recuerdo los breves retazos de las conversaciones que le he oído sobre Darfur… Ahora encaja todo. Comida.
Sonríe brevemente ante el cálido aplauso -incluso Kate está aplaudiendo- y vuelve a su asiento. No mira en dirección a mí, y yo estoy descentrada intentando asimilar toda esta nueva información sobre él.
Un vicerrector se levanta y empieza el largo y tedioso proceso de entrega de títulos. Hay que repartir más de cuatrocientos, así que pasa más de una hora hasta que oigo mi nombre. Avanzo hacia el estrado entre las dos chicas, que se ríen tontamente. Christian me lanza una mirada cálida, aunque comedida.
– Felicidades, señorita Steele -me dice estrechándome la mano. Siento la descarga de su carne en la mía-. ¿Tienes problemas con el ordenador?
Frunzo el ceño mientras me entrega el título.
– No.
– Entonces, ¿no haces caso de mis e-mails?
– Solo vi el de las fusiones y adquisiciones.
Me mira con curiosidad.
– Luego -me dice.
Y tengo que avanzar, porque estoy obstruyendo la cola.
Vuelvo a mi asiento. ¿E-mails? Debe de haber mandado otro. ¿Qué decía?
La ceremonia concluye una hora después. Es interminable. Al final, el rector conduce a los miembros del cuerpo docente fuera del estrado, precedidos por Christian y Kate, y todo el mundo vuelve a aplaudir calurosamente. Christian no me mira, aunque me gustaría que lo hiciera. La diosa que llevo dentro no está nada contenta.