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– Claro -respondo tranquilizadora.

Ciudad nueva, en paro… un novio de lo más rarito.

– ¿Le has dado nuestra dirección?

– No, pero el acoso es una de sus especialidades -barrunto sin darle importancia.

Kate frunce aún más el ceño.

– Por qué será que no me sorprende. Me inquieta, Ana. Por lo menos el champán es bueno, y está frío.

Por supuesto, solo Christian enviaría champán frío, o le pediría a su secretaria que lo hiciera… o igual a Taylor. Lo abrimos allí mismo y localizamos nuestras tazas; son lo último que hemos empaquetado.

– Bollinger Grande Année Rosé 1999, una añada excelente.

Sonrío a Kate y brindamos.

Me despierto temprano en la mañana de un domingo gris después de una noche de sueño asombrosamente reparador, y me quedo tumbada mirando fijamente mis cajas. Deberías ir desempaquetando tus cosas, me regaña mi subconsciente, juntando y frunciendo sus labios de arpía. No, hoy es el día. La diosa que llevo dentro está fuera de sí, dando saltitos primero con un pie y luego con el otro. La expectación, pesada y portentosa, se cierne sobre mi cabeza como una oscura nube de tormenta tropical. Siento las mariposas en el estómago, además del dolor más oscuro, carnal y cautivador que me produce el tratar de imaginar qué me hará. Luego, claro, tengo que firmar ese condenado contrato… ¿o no? Oigo el sonido de correo entrante en el cacharro infernal, que está en el suelo junto a la cama.

De: Christian Grey

Fecha: 29 de mayo de 2011 08:04

Para: Anastasia Steele

Asunto: Mi vida en cifras

Si vienes en coche, vas a necesitar este código de acceso para el garaje subterráneo del Escala: 146963.

Aparca en la plaza 5: es una de las mías.

El código del ascensor: 1880.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 29 de mayo de 2011 08:08

Para: Christian Grey

Asunto: Una añada excelente

Sí, señor. Entendido.

Gracias por el champán y el globo de Charlie Tango, que tengo atado a mi cama.

Ana

De: Christian Grey

Fecha: 29 de mayo de 2011 08:11

Para: Anastasia Steele

Asunto: Envidia

De nada.

No llegues tarde.

Afortunado Charlie Tango.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Pongo los ojos en blanco ante lo dominante que es, pero la última línea me hace sonreír. Me dirijo al baño, preguntándome si Elliot volvería anoche y esforzándome por controlar los nervios.

¡Puedo conducir el Audi con tacones! Justo a las 12.55 h entro en el garaje del Escala y aparco en la plaza 5. ¿Cuántas plazas tiene? El Audi SUV está ahí, el R8 y dos Audi SUV más pequeños. Compruebo cómo llevo el rímel, que rara vez uso, en el espejito iluminado de la visera de mi asiento. En el Escarabajo no tenía.

¡Ánimo! La diosa que llevo dentro agita los pompones; la tengo en modo animadora. En el reflejo infinito de espejos del ascensor me miro el vestido color ciruela… bueno, el vestido color ciruela de Kate. La última vez que me lo puse Christian quiso quitármelo enseguida. Me excito al recordarlo. Qué sensación tan deliciosa… y luego recupero el aliento. Llevo la ropa interior que Taylor me compró. Me sonrojo al imaginar a ese hombre de pelo rapado recorrer los pasillos de Agent Provocateur o dondequiera que lo comprara. Se abren las puertas y me encuentro en el vestíbulo del apartamento número uno.

Cuando salgo del ascensor, veo a Taylor delante de la puerta de doble hoja.

– Buenas tardes, señorita Steele -dice.

– Llámame Ana, por favor.

– Ana.

Sonríe.

– El señor Grey la espera.

Apuesto a que sí.

Christian está sentado en el sofá del salón, leyendo la prensa del domingo. Alza la vista cuando Taylor me hace pasar. La estancia es exactamente como la recordaba; aunque solo hace una semana que estuve aquí, me parece que haga mucho más. Christian parece tranquilo y sereno; de hecho, está divino. Viste vaqueros y una camisa suelta de lino blanco; no lleva zapatos ni calcetines. Tiene el pelo revuelto y despeinado, y en sus ojos hay un brillo malicioso. Se levanta y se acerca despacio a mí, con una sonrisa satisfecha en esos labios tan bien esculpidos.

Yo sigo inmóvil a la puerta del salón, paralizada por su belleza y la dulce expectación ante lo que se avecina. La corriente que hay entre nosotros está ahí, encendiéndose lentamente en mi vientre, atrayéndome hacia él.

– Mmm… ese vestido -murmura complacido mientras me examina de arriba abajo-. Bienvenida de nuevo, señorita Steele -susurra y, cogiéndome de la barbilla, se inclina y me deposita un beso suave en la boca.

El contacto de sus labios y los míos resuena por todo mi cuerpo. Se me entrecorta la respiración.

– Hola -respondo ruborizándome.

– Llegas puntual. Me gusta la puntualidad. Ven. -Me coge de la mano y me lleva al sofá-. Quiero enseñarte algo -dice mientras nos sentamos.

Me pasa el Seattle Times. En la página ocho, hay una fotografía de los dos en la ceremonia de graduación. Madre mía. Salgo en el periódico. Leo el pie de foto.

Christian Grey y su amiga en la ceremonia de graduación de la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver.

Me echo a reír.

– Así que ahora soy tu «amiga».

– Eso parece. Y sale en el periódico, así que será cierto.

Sonríe satisfecho.

Está sentado a mi lado, completamente vuelto hacia mí, con una pierna metida debajo de la otra. Alarga la mano y me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja con el índice. Mi cuerpo revive con sus caricias, ansioso y expectante.

– Entonces, Anastasia, ahora tienes mucho más claro cuál es mi rollo que la otra vez que estuviste aquí.

– Sí.

¿Adónde pretende llegar?

– Y aun así has vuelto.

Asiento tímidamente con la cabeza y sus ojos se encienden. Mueve la cabeza, como si le costara digerir la idea.

– ¿Has comido? -me pregunta de repente.

Mierda.

– No.

– ¿Tienes hambre?

Se está esforzando por no parecer enfadado.

– De comida, no -susurro, y se le inflan las aletas de la nariz.

Se inclina hacia delante y me susurra al oído.

– Tan impaciente como siempre, señorita Steele. ¿Te cuento un secreto? Yo también. Pero la doctora Greene no tardará en llegar. -Se incorpora-. Deberías comer algo -me reprende moderadamente.

Se me enfría la sangre hasta ahora encendida. Madre mía, la visita médica. Lo había olvidado.

– Háblame de la doctora Greene -digo para distraernos a los dos.

– Es la mejor especialista en ginecología y obstetricia de Seattle. ¿Qué más puedo decir?

Se encoge de hombros.

– Pensaba que me iba a atender «tu» doctora. Y no me digas que en realidad eres una mujer, porque no te creo.

Me lanza una mirada de no digas chorradas.

– Creo que es preferible que te vea un especialista, ¿no? -me dice con suavidad.

Asiento. Madre mía, si de verdad es la mejor ginecóloga y la ha citado para que venga a verme en domingo, ¡a la hora de comer!, no quiero ni imaginarme la pasta que le habrá costado. Christian frunce el ceño de pronto, como si hubiera recordado algo desagradable.

– Anastasia, a mi madre le gustaría que vinieras a cenar esta noche. Tengo entendido que Elliot se lo va a pedir a Kate también. No sé si te apetece. A mí se me hace raro presentarte a mi familia.