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¿Se estaba poniendo interesante? ¿En serio?

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:30

Para: Anastasia Steele

Asunto: Pendiente, sin duda

¿Te estás haciendo la tonta? Me parece que acababas de pedirme que te bajara la cremallera del vestido.

Y yo estaba deseando hacerlo. Me alegra saber que estás comiendo bien.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 22:36 EST

Para: Christian Grey

Asunto: Bueno, siempre nos queda el fin de semana

Pues claro que como… Solo la incertidumbre que siento cuando estoy contigo me quita el apetito.

Y yo jamás me haría la tonta, señor Grey.

Seguramente ya te habrás dado cuenta.;)

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:40

Para: Anastasia Steele

Asunto: Estoy impaciente

Lo tendré presente, señorita Steele, y, por supuesto, utilizaré esa información en mi beneficio.

Lamento saber que le quito el apetito. Pensaba que tenía un efecto más concupiscente en usted. Eso me ha pasado a mí también, y bien placentero que ha sido.

Espero impaciente la próxima ocasión.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 22:36 EST

Para: Christian Grey

Asunto: Flexibilidad léxica

¿Has estado echando mano otra vez al diccionario de sinónimos?

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:40

Para: Anastasia Steele

Asunto: Me ha pillado

Qué bien me conoce, señorita Steele.

Voy a cenar con una vieja amistad, así que estaré conduciendo.

Hasta luego, nena©.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

¿Qué vieja amistad? No sabía que Christian tuviera viejas amistades, salvo… ella. Miro ceñuda la pantalla. ¿Por qué tiene que seguir viéndola? Sufro un repentino y agudo ataque de celos. Quiero atizarle a algo, preferiblemente a la señora Robinson. Furiosa, apago el portátil y me meto en la cama.

Debería contestar su largo correo de esta mañana, pero de pronto estoy demasiado enfadada. ¿Por qué no la ve como lo que es: una pederasta? Apago la luz, furibunda, y me quedo mirando a la oscuridad. ¿Cómo se atrevió esa mujer? ¿Cómo osó aprovecharse de un adolescente vulnerable? ¿Seguirá haciéndolo? ¿Por qué lo dejaron? Se me pasan por la cabeza varios escenarios posibles: si fue él quien se hartó de ella, entonces ¿por qué continúan siendo amigos?; o bien fue ella la que se hartó. ¿Estará casada? ¿Divorciada? Dios. ¿Tendrá hijos? ¿Tendrá algún hijo de Christian? Mi subconsciente asoma su feo rostro, me sonríe lasciva, y yo me quedo pasmada y asqueada solo de pensarlo. ¿Sabrá de ella el doctor Flynn?

Me obligo a salir de la cama y vuelvo a encender el cacharro infernal. Tengo una misión que cumplir. Tamborileo los dedos impaciente mientras espero a que aparezca la pantalla azul. Entro en la sección de imágenes de Google y tecleo «Christian Grey» en el recuadro de búsqueda. La pantalla se llena de pronto de imágenes de Christian: con corbata negra, trajeado, Dios… las fotos que tomó José en el Heathman, con su camisa blanca y sus pantalones de franela. ¿Cómo han llegado esas imágenes a internet? Vaya, está fenomenal.

Voy bajando deprisa: algunas con socios comerciales, y una foto tras otra del hombre más fotogénico que conozco íntimamente. ¿Íntimamente? ¿Conozco a Christian íntimamente? Lo conozco sexualmente, y deduzco que aún me queda mucho por descubrir en ese aspecto. Sé que es voluble, difícil, divertido, frío, cariñoso… el pobre es un amasijo ambulante de contradicciones. Paso a la siguiente página y recuerdo que Kate mencionó que no había podido encontrar ninguna foto suya con acompañante, de ahí que planteara la pregunta de si era gay. Entonces, en la tercera página, veo una foto mía, con él, en mi graduación. Su única foto con una mujer, y soy yo.

¡Madre mía! ¡Estoy en Google! Nos miro. Parezco sorprendida por la cámara, nerviosa, descolocada. Eso fue justo antes de que accediera a probar. Christian, en cambio, está guapísimo, sereno, y lleva esa corbata… Lo contemplo, ese rostro hermoso, un rostro hermoso que podría estar mirando ahora mismo a la maldita señora Robinson. Guardo la foto en mi carpeta de descargas y sigo repasando las dieciocho páginas… nada. No voy a encontrar a la señora Robinson en Google. Pero necesito saber si está con ella. Le escribo un correo rápido a Christian.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 23:58 EST

Para: Christian Grey

Asunto: Compañeros de cena apropiados

Espero que esa amistad tuya y tú hayáis pasado una velada agradable.

Ana

P.D.: ¿Era la señora Robinson?

Le doy a la tecla de envío y vuelvo a la cama desanimada, decidida a preguntarle a Christian por su relación con esa mujer. Por un lado, estoy desesperada por saber más; por otro, quiero olvidar que me lo ha contado. Y encima me ha venido la regla, así que tengo que acordarme de tomarme la píldora por la mañana. Programo rápidamente una alarma en el calendario de la BlackBerry. La dejo en la mesita, me tumbo y, por fin, termino sumiéndome en un sueño inquieto, deseando que estuviéramos en la misma ciudad, no a casi cinco mil kilómetros de distancia.

Después de una mañana de compras y otra tarde de playa, mi madre ha decidido que deberíamos salir de copas esta noche. Así que dejamos a Bob delante del televisor, y al rato ya estamos en el lujoso bar del hotel más exclusivo de Savannah. Yo voy por el segundo Cosmopolitan; mi madre, por el tercero. Continúa desvelándome su percepción del frágil ego masculino. Resulta desconcertante.

– Verás, Ana, los hombres piensan que todo lo que sale de la boca de una mujer es un problema que hay que resolver. No se enteran de que lo que nos gusta es darles vueltas a las cosas, hablar un poco y luego olvidar. A ellos les va más la acción.

– Mamá, ¿por qué me cuentas todo eso? -pregunto sin poder ocultar mi exasperación.

Lleva así todo el día.

– Cariño, te veo tan perdida. Nunca has traído a un chico a casa. Ni siquiera tuviste novio cuando vivíamos en Las Vegas. Pensé que habría algo con ese chico que conociste en la universidad, José.

– Mamá, José no es más que un amigo.

– Ya lo sé, cielo, pero pasa algo, y tengo la impresión de que no me lo estás contando todo.

Me mira, con el rostro fruncido de preocupación maternal.

– Necesitaba distanciarme un poco de Christian para aclararme, nada más. A veces me agobia un poco.

– ¿Te agobia?

– Sí. Pero lo echo de menos.

Frunzo el ceño. No he sabido nada de Christian en todo el día. Ni un correo, nada. Estoy tentada de llamarlo para ver si está bien. Mi mayor temor es que haya tenido un accidente; el segundo mayor temor es que la señora Robinson haya vuelto a clavarle sus garras. Sé que no es racional, pero, en lo que a ella respecta, parece que he perdido la perspectiva.