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– Hannah, tengo que irme. No sé cuánto voy a tardar. Cancela todas mis citas para esta tarde. Dile a Elizabeth que tengo que ocuparme de una emergencia.

– Claro, Ana. ¿Va todo bien? -pregunta Hannah frunciendo el ceño y con expresión preocupada mientras mira como salgo corriendo.

– Sí -le digo distraídamente apresurándome hacia recepción, donde me espera Sawyer.

– Sawyer -le llamo. Él salta del sillón al oír mi voz y frunce el ceño al verme la cara-. No me siento bien. Por favor, llévame a casa.

– Claro, señora. ¿Me espera mientras voy por el coche?

– No, voy contigo. Quiero llegar a casa rápido.

Miro por la ventanilla aterrorizada mientras repaso mi plan. Llegar a casa. Cambiarme. Encontrar mi talonario de cheques. Lograr despistar a Ryan y a Sawyer. Ir al banco. ¿Y cuánto ocupan cinco millones? ¿Cuánto pesan? ¿Necesitaré una maleta? ¿Debería llamar para avisar al banco con antelación? Mia. Mia. ¿Y si no tiene a Mia? ¿Cómo puedo saberlo? Si llamo a Grace eso despertará sus sospechas y podría poner en peligro a Mia. Ha dicho que lo sabría. Miro por el parabrisas trasero del todoterreno. ¿Me sigue alguien? Mi corazón se acelera mientras examino los coches que van detrás de nosotros. Todos parecen inofensivos. Oh, Sawyer, conduce más rápido, por favor. Mis ojos se encuentran con los suyos en el espejo retrovisor y arruga la frente.

Sawyer pulsa un botón en su auricular Bluetooth para contestar una llamada.

– Taylor, quería que supiera que la señora Grey está conmigo. -La mirada de Sawyer vuelve a encontrarse con la mía en el espejo antes de centrarse en la carretera y continuar-. No se encuentra bien. La llevo de vuelta al Escala… Entiendo… Sí, señor. -Los ojos de Sawyer se desvían de la carretera para mirarme de nuevo a través del espejo-. Sí -dice y cuelga.

– ¿Taylor?

Asiente.

– ¿Está con el señor Grey?

– Sí, señora. -La mirada de Sawyer se suaviza un poco por la compasión.

– ¿Sigue en Portland?

– Sí, señora.

Bien. Tengo que mantener a Christian a salvo. Bajo la mano hasta el vientre y me lo froto intencionadamente. Y a ti, pequeño Bip. Tengo que manteneros a salvo a los dos.

– ¿Puedes darte prisa, por favor? No me encuentro bien.

– Sí, señora. -Sawyer pisa el acelerador y el coche se desliza entre el tráfico.

A la señora Jones no se la ve por ninguna parte cuando Sawyer y yo llegamos al piso. Como su coche no está en el garaje, supongo que estará haciendo recados con Ryan. Sawyer se encamina hacia el despacho de Taylor mientras yo me dirijo al estudio de Christian. Paso trastabillando detrás de la mesa, abrumada por el pánico, y abro el cajón de un tirón para sacar el talonario de cheques. El arma de Leila aparece ante mis ojos. Siento una incongruente punzada de irritación porque Christian no ha guardado a buen recaudo esa arma. No sabe nada de armas. Dios, podría llegar incluso a herirse.

Tras un momento de duda, cojo la pistola, compruebo que está cargada y me la meto en la cintura de los pantalones de vestir negros. Puede que me haga falta. Trago saliva con dificultad. Solo he apuntado a blancos; nunca le he disparado a nadie. Espero que Ray me perdone. Centro mi atención en encontrar el talonario de cheques correcto. Hay cinco, pero solo uno está a nombre de C. Grey y la señora A. Grey. Yo solo tengo unos cincuenta y cuatro mil dólares en mi cuenta. No tengo ni idea de cuánto dinero hay en esta. Pero Christian debe de tener más de cinco millones de dólares, seguro. Tal vez haya dinero en la caja fuerte… Vaya, no tengo ni idea de la combinación. ¿No dijo que estaba en su archivo? Intento abrirlo, pero está cerrado con llave. Mierda. Tendré que volver al plan A.

Inspiro hondo y camino hacia el dormitorio, más serena y decidida. No han hecho la cama y durante un segundo siento una punzada de dolor. Quizá debería haber dormido aquí anoche. ¿Qué sentido tiene discutir con alguien que admite que es Cincuenta Sombras? Ahora ni siquiera me habla. No… No tengo tiempo para pensar en eso.

Rápidamente me quito los pantalones de vestir y me pongo unos vaqueros, una sudadera con capucha y un par de zapatillas de deporte y me meto la pistola en la cintura de los vaqueros, en la parte de atrás. Saco del armario una bolsa de viaje. ¿Cinco millones cabrán aquí? La bolsa del gimnasio de Christian está en el suelo. La abro, esperando encontrármela llena de ropa sucia, pero no. La ropa de deporte está toda limpia. La señora Jones se ocupa absolutamente de todo. Saco la ropa, la tiro al suelo, y meto su bolsa del gimnasio dentro de la bolsa de viaje. Supongo que así será suficiente. Compruebo que llevo el carnet de conducir para que me sirva de identificación en el banco y miro la hora. Han pasado treinta y un minutos desde que Jack llamó. Ahora tengo que conseguir salir del Escala sin que Sawyer me vea.

Me encamino lenta y silenciosamente al vestíbulo, consciente de la cámara de circuito cerrado que está dirigida al ascensor. Creo que Sawyer sigue en el despacho de Taylor. Abro con mucho cuidado la puerta del vestíbulo haciendo el menor ruido posible. La cierro igual de silenciosamente detrás de mí y me quedo de pie en el umbral, justo contra la puerta, fuera del campo de visión de la lente de la cámara de vigilancia. Saco el teléfono móvil de mi bolso y llamo a Sawyer.

– ¿Sí, señora Grey?

– Sawyer, estoy en la habitación de arriba, ¿podrías echarme una mano con una cosa? -Hablo en voz baja porque sé que está al final del pasillo que hay al otro lado de la puerta.

– Ahora mismo estoy con usted, señora -dice y noto confusión en su voz. Nunca antes le he llamado para pedirle ayuda. Tengo el corazón en la boca, latiéndome a un ritmo irregular y frenético. ¿Funcionará? Cuelgo y oigo sus pasos que cruzan el vestíbulo y suben la escalera. Inspiro hondo de nuevo para calmarme y contemplo brevemente la ironía de tener que escapar de mi propia casa como una criminal.

Cuando Sawyer llega al rellano del piso de arriba, yo corro hacia el ascensor y pulso el botón. Las puertas se abren con un pitido demasiado alto que anuncia que el ascensor está ahí. Corro adentro y pulso frenéticamente el botón del garaje del sótano. Después de una pausa terriblemente larga, las puertas empiezan a cerrarse. Mientras lo hacen oigo los gritos de Sawyer.

– ¡Señora Grey! -Justo cuando se cierran las puertas del ascensor, le veo derrapar por el vestíbulo-. ¡Ana! -grita incrédulo. Pero es demasiado tarde; las puertas acaban de cerrarse y desaparece de mi vista.

El ascensor baja suavemente hasta el garaje. Tengo un par de minutos de ventaja sobre Sawyer. Sé que va a intentar detenerme. Miro con nostalgia mi R8 mientras corro hacia el Saab, abro la puerta, dejo caer las bolsas en el asiento del acompañante y me siento en el del conductor.

Enciendo el motor y las ruedas chirrían cuando me dirijo a toda velocidad a la entrada, donde tengo que esperar once segundos agónicos a que se levante la barrera. En cuanto lo hace salgo rápidamente y veo por el espejo retrovisor a Sawyer que sale corriendo del ascensor de servicio. Su expresión perpleja y dolida se queda grabada en mi cabeza cuando enfilo la rampa que lleva a la Cuarta Avenida.

Suelto por fin el aire; he estado conteniendo la respiración todo el tiempo. Sé que Sawyer llamará a Christian o a Taylor, pero ya me enfrentaré a eso cuando sea necesario. No puedo pensar en ello ahora. Me revuelvo incómoda en el asiento sabiendo en el fondo de mi corazón que Sawyer probablemente acaba de perder su trabajo. No pienses. Tengo que salvar a Mia. Tengo que llegar al banco y sacar cinco millones de dólares. Miro por el espejo retrovisor, esperando encontrar el todoterreno saliendo del garaje, pero cuando me alejo conduciendo no veo ni rastro de Sawyer.

El banco es un edificio elegante, moderno y sobrio. Hay voces amortiguadas, suelos que hacen eco al andar y cristales verde pálido con grabados por todas partes. Me dirijo al mostrador de información.