Выбрать главу

Christian asiente.

– Sí, soy yo.

– ¿Welch te ha traído estas fotos?

– Sí. Yo no me acuerdo de nada de eso. -Su voz suena átona y sin vida.

– ¿Que no recuerdas haber estado con unos padres de acogida? ¿Y por qué ibas a recordarlo? Christian, fue hace mucho tiempo. ¿Eso es lo que te preocupa?

– Recuerdo otras cosas, de antes y de después. Cuando conocí a mi madre y a mi padre. Pero eso… Es como si hubiera un gran vacío.

Se me encoge el corazón cuando lo comprendo. Mi querido obseso del control necesita que todo esté en su lugar y ahora acaba de darse cuenta de que le falta una pieza del puzle.

– ¿Jack está en esta foto?

– Sí, es el niño mayor.

Christian tiene los ojos cerrados con fuerza y se agarra a mí como si fuera un salvavidas. Le paso los dedos por el pelo mientras estudio al niño más grande, que mira a la cámara desafiante y arrogante. Sí, es Jack, le reconozco. Pero solo es un niño, un niño triste de ocho o nueve años que intenta ocultar su miedo detrás de esa hostilidad. Algo vuelve a mi mente.

– Cuando Jack me llamó para decirme que tenía a Mia, me dijo que si las cosas hubieran sido diferentes podría haber sido él.

Christian cierra otra vez los ojos y se estremece.

– ¡Ese cabrón!

– ¿Crees que ha hecho todo esto porque los Grey te adoptaron a ti en vez de a él?

– ¿Quién sabe? -El tono de Christian es amargo-. Ese hombre me importa una mierda.

– Tal vez sabía que tú y yo salíamos cuando fui a hacer la entrevista de trabajo. Quizá planeó seducirme desde el principio.

Noto que la bilis se me sube a la garganta.

– No lo creo -susurra Christian ya con los ojos abiertos-. Las búsquedas que hizo sobre mi familia no empezaron hasta más o menos una semana después de que empezaras a trabajar en Seattle Independent Publishing. Barney sabe las fechas exactas. Y, Ana, se tiró a todas sus ayudantes. Y lo grabó. -Christian cierra los ojos y me abraza más fuerte otra vez.

Reprimiendo el escalofrío que me recorre, intento recordar las conversaciones que tuve con Hyde cuando empecé en Seattle Independent Publishing. Desde el principio supe que ese hombre no era trigo limpio, pero ignoré mis instintos. Christian tiene razón; no tengo ninguna consideración por mi propia seguridad. Recuerdo la pelea que tuvimos cuando le dije que me iba a Nueva York con Jack. Madre mía… Podría haber acabado en alguna sórdida cinta de contenido sexual. Solo pensarlo me dan náuseas. Y en ese momento recuerdo las fotos que Christian guardaba de sus sumisas.

Oh, mierda. «Estamos cortados por el mismo patrón.» No, Christian, tú no, no te pareces en nada a él. Sigue enroscado a mi lado como un niño.

– Christian, creo que deberías hablar con tu madre y con tu padre. -No quiero moverle, así que me muevo yo y me voy metiendo más en la cama hasta que mis ojos quedan a la altura de los suyos.

Una mirada gris perpleja se encuentra con la mía y me recuerda al niño de la foto.

– Deja que les llame -susurro. Él niega con la cabeza-. Por favor -le suplico.

Christian me mira con los ojos llenos de dolor y de dudas mientras reflexiona sobre lo que le digo. ¡Oh, Christian, por favor!

– Yo les llamaré -dice al fin.

– Bien. Podemos ir a verles juntos o puedes ir tú solo, como prefieras.

– No, que vengan aquí.

– ¿Por qué?

– No quiero que tú vayas a ninguna parte.

– Christian, creo que podré soportar un viaje en coche.

– No. -Su voz es firme, pero me dedica una sonrisa irónica-. De todas formas es sábado por la noche; seguro que están en alguna función.

– Llámales. Estas noticias te han alterado. Tal vez ellos puedan arrojar algo de luz sobre el tema. -Miro el reloj despertador. Son casi las siete de la tarde. Me observa impasible durante un momento.

– Vale -dice como si acabara de proponerle un desafío. Se sienta y coge el teléfono que hay en la mesita.

Le rodeo con un brazo y apoyo la cabeza en su pecho mientras hace la llamada.

– ¿Papá? -Noto su sorpresa cuando Carrick coge el teléfono-. Ana está bien. Estamos en casa. Welch acaba de irse. Ha encontrado la conexión… Es la casa de acogida en Detroit… Yo no me acuerdo de nada de eso. -La voz de Christian es apenas audible cuando dice esa última frase. Se me vuelve a encoger el corazón. Le abrazo y él me aprieta un poco el hombro.

– Sí… ¿Lo haríais?… Genial. -Cuelga-. Vienen para acá. -Suena sorprendido y me doy cuenta de que probablemente nunca antes ha pedido ayuda.

– Bien. Debería vestirme.

El brazo de Christian se aprieta a mi alrededor.

– No te vayas.

– Vale.

Me acurruco a su lado otra vez, sorprendida por el hecho de que acaba de contarme muchas cosas sobre él… Y de una forma completamente voluntaria.

Estamos de pie en el umbral del salón. Grace me abraza con cuidado.

– Ana, Ana, querida Ana -susurra-. Has salvado a dos de mis hijos. ¿Cómo voy a poder darte las gracias?

Me ruborizo, conmovida y avergonzada por igual por sus palabras. Carrick me abraza también y me da un beso en la frente.

Después me abraza Mia, aplastándome las costillas. Hago un gesto de dolor y doy un respingo, pero ella no se da cuenta.

– Gracias por salvarme de esos dos desgraciados.

Christian la mira frunciendo el ceño.

– ¡Mia! ¡Cuidado! Le duele…

– ¡Oh! Lo siento.

– Estoy bien -murmuro, aliviada de que me haya soltado.

Parece estar bien. Va impecablemente vestida con unos vaqueros negros ajustados y una blusa de volantes rosa pálido. Me alegro de llevar un cómodo vestido atado a la cintura y unos zapatos planos. Al menos estoy razonablemente presentable.

Corre hasta Christian y le rodea la cintura con los brazos.

Sin decir nada, Christian le pasa la foto a Grace. Ella da un respingo y se lleva la mano a la boca para contener la emoción porque reconoce instantáneamente a Christian. Carrick le rodea los hombros con el brazo mientras él también mira la foto.

– Oh, cariño… -Grace le acaricia la mejilla a Christian.

Aparece Taylor.

– ¿Señor Grey? Su hermano, la señorita Kavanagh y el hermano de la señorita Kavanagh están subiendo, señor.

Christian frunce el ceño.

– Gracias, Taylor -murmura desconcertado.

– Yo llamé a Elliot y le dije que veníamos. -Mia sonríe-. Es una fiesta de bienvenida.

Miro compasiva a mi pobre marido mientras Grace y Carrick le lanzan una mirada a Mia, irritados.

– Será mejor que preparemos algo de comer -declaro-. Mia, ¿me ayudas?

– Oh, claro, encantada.

La llevo hacia la zona de la cocina y Christian se lleva a sus padres al estudio.

A Kate está a punto de darle una apoplejía por culpa de su justa indignación. Su furia está dirigida en parte a mí y a Christian, pero sobre todo a Jack y Elizabeth.

– Pero ¿en qué estabas pensando, Ana? -me grita cuando se enfrenta a mí en la cocina, lo que provoca que todos los ojos se giren hacia nosotras y se nos queden mirando.

– Kate, por favor. ¡Ya me ha echado todo el mundo el mismo sermón! -replico. Ella me mira fijamente y por un momento creo que me va a someter a la charla de cómo no sucumbir a las demandas de los secuestradores de Katherine Kavanagh, pero solo se cruza de brazos.

– Dios mío… A veces no utilizas ese cerebro con el que naciste, Steele -me susurra. Me da un beso en la mejilla y veo que tiene los ojos llenos de lágrimas. ¡Oh, Kate!-. He estado tan preocupada por ti.

– No llores o empezaré yo también.

Ella se aparta y se enjuga las lágrimas, avergonzada. Después respira hondo y recupera la compostura.

– Hablando de algo más positivo, ya hemos decidido una fecha para nuestra boda. Hemos pensado en el próximo mayo. Y claro, quiero que seas mi dama de honor.

– Oh… Kate… Uau. ¡Felicidades!