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Gruñe una vez más y su boca atrapa la mía, empujándome contra la suave hierba que hay bajo la manta.

– Te he echado de menos -susurra y me roza la mandíbula con los dientes. Noto que mi corazón vuela alto.

– Yo también te he echado de menos. Oh, Christian… -Cierro una mano entre su pelo y le agarro el hombro con la otra.

Sus labios bajan a mi garganta, dejando tiernos besos en su estela. Sus dedos siguen el mismo camino, desabrochándome diestramente los botones de la blusa. Me abre la blusa y me da besos en los pechos. Gime apreciativamente desde el fondo de su garganta y el sonido reverbera por mi cuerpo hasta los lugares más oscuros y profundos.

– Tu cuerpo está cambiando -susurra. Me acaricia el pezón con el pulgar hasta que se pone duro y tira de la tela del sujetador-. Me gusta -añade. Sigue con la lengua la línea entre el sujetador y mi pecho, provocándome y atormentándome. Coge la copa del sujetador delicadamente entre los dientes y tira de ella, liberando mi pecho y acariciándome el pezón con la nariz en el proceso. Se me pone la piel de gallina por su contacto y por el frescor de la suave brisa de otoño. Cierra los labios sobre mi piel y succiona fuerte durante largo rato.

– ¡Ah! -gimo, inhalo bruscamente y hago una mueca cuando el dolor irradia de mis costillas contusionadas.

– ¡Ana! -exclama Christian y se me queda mirando con la cara llena de preocupación-. A esto me refería -me reprende-. No tienes instinto de autoconservación. No quiero hacerte daño.

– No… no pares -gimoteo. Se me queda mirando con emociones encontradas luchando en su interior-. Por favor.

– Ven. -Se mueve bruscamente y tira de mí hasta que quedo sentada a horcajadas sobre él con la falda subida y enrollada en las caderas. Me acaricia con las manos los muslos, justo por encima de las medias-. Así está mejor. Y puedo disfrutar de la vista.

Levanta la mano y engancha el dedo índice en la otra copa del sujetador, liberándome también el otro pecho. Me cubre ambos con las manos y yo echo atrás la cabeza y los empujo contra sus manos expertas. Tira de mis pezones y los hace rodar entre sus dedos hasta que grito y entonces se incorpora y se sienta de forma que quedamos nariz contra nariz, sus ojos grises ávidos fijos en los míos. Me besa sin dejar de excitarme con los dedos. Yo busco frenéticamente su camisa y le desabrocho los dos primeros botones. Es como una sobrecarga sensoriaclass="underline" quiero besarle por todas partes, desvestirle y hacer el amor con él, todo a la vez.

– Tranquila… -Me coge la cabeza y se aparta, con los ojos oscuros y llenos de una promesa sensual-. No hay prisa. Tómatelo con calma. Quiero saborearte.

– Christian, ha pasado tanto tiempo… -Estoy jadeando.

– Despacio -susurra, y es una orden. Me da un beso en la comisura derecha de la boca-. Despacio. -Ahora me besa la izquierda-. Despacio, nena. -Tira de mi labio inferior con los dientes-. Vayamos despacio. -Enreda los dedos en mi pelo para mantenerme quieta mientras su lengua me invade la boca buscando, saboreando, tranquilizándome… y a la vez llenándome de fuego. Oh, mi marido sabe besar…

Le acaricio la cara y mis dedos bajan hasta su barbilla, después por su garganta y por fin vuelvo a dedicarme a los botones de su camisa, despacio esta vez, mientras él sigue besándome. Le abro lentamente la camisa y le recorro con los dedos las clavículas siguiendo su contorno a través de su piel cálida y sedosa. Le empujo suavemente hacia atrás para que quede tumbado debajo de mí. Me siento erguida y le miro, consciente de que me estoy revolviendo contra su creciente erección. Mmm… Le rozo los labios con los míos pero sigo hasta su mandíbula, y después desciendo por el cuello, sobre la nuez, hasta el pequeño hueco en la base de la garganta. Mi guapísimo marido. Me inclino y trazo con la punta de los dedos el mismo recorrido que antes ha hecho mi boca. Le rozo la mandíbula con los dientes y le beso la garganta. Él cierra los ojos.

– Ah -gime y echa la cabeza hacia atrás, dándome un mejor acceso a la base de la garganta. Su boca está relajada y abierta en silenciosa veneración. Christian perdido y excitado… es tan estimulante. Y excitante para mí.

Bajo acariciándole el esternón con la lengua y enredándola en el vello de su pecho. Mmm… Sabe tan bien. Y huele tan bien. Es embriagador. Beso primero una de sus pequeñas cicatrices redondas y después otra. Noto que me agarra las caderas, y mis dedos se detienen sobre su pecho mientras le miro. Su respiración es trabajosa.

– ¿Quieres esto? ¿Aquí? -jadea. Sus ojos están empañados por una enloquecedora combinación de amor y lujuria.

– Sí -susurro y le paso los labios y la lengua por el pecho hasta su tetilla. La rodeo con la lengua y tiro con los dientes.

– Oh, Ana -murmura.

Me agarra la cintura y me levanta, tirando a la vez de los botones de la bragueta hasta que su erección queda libre. Me baja de nuevo y yo empujo contra él, saboreando la sensación: Christian duro y caliente debajo de mí. Sube las manos por mis muslos parándose justo donde terminan las medias y empieza la carne, y sus manos empiezan a trazar pequeños círculos incitantes en la parte superior de los muslos hasta que con los pulgares me toca… justo donde quería que me tocara. Doy un respingo.

– Espero que no le tengas cariño a tu ropa interior -murmura con los ojos salvajes y brillantes.

Sus dedos recorren el elástico a lo largo de mi vientre. Después se deslizan por dentro para seguir provocándome antes de agarrar las bragas con fuerza y atravesar con los pulgares la delicada tela. Las bragas se desintegran. Christian extiende las manos sobre mis muslos y sus pulgares vuelven a mi sexo. Flexiona las caderas para que su erección se frote contra mí.

– Siento lo mojada que estás. -Su voz desprende un deseo carnal.

De repente se sienta con el brazo rodeándome la cintura y quedamos frente a frente. Me acaricia la nariz con la suya.

– Vamos a hacerlo muy lento, señora Grey. Quiero sentirlo todo de usted. -Me levanta y con una facilidad exquisita, lenta y frustrante, me va bajando sobre él. Siento cada bendito centímetro de él llenándome.

– Ah… -gimo de forma incoherente a la vez que extiendo las manos para agarrarle los brazos. Intento levantarme un poco para conseguir algo de fricción, pero él me mantiene donde estoy.

– Todo de mí -susurra y mueve la pelvis, empujando para introducirse hasta el fondo. Echo atrás la cabeza y dejo escapar un grito estrangulado de puro placer-. Deja que te oiga -murmura-. No… no te muevas, solo siente.

Abro los ojos. Tengo la boca petrificada en un grito silencioso. Sus ojos grises me miran lascivos y entornados, encadenados a mis ojos azules en éxtasis. Se mueve, haciendo un círculo con la cadera, pero a mí no me deja moverme.

Gimo. Noto sus labios en mi garganta, besándome.

– Este es mi lugar favorito: enterrado en ti -murmura contra mi piel.

– Muévete, por favor -le suplico.

– Despacio, señora Grey. -Flexiona de nuevo la cadera y el placer me llena el cuerpo. Le rodeo la cara con las manos y le beso, consumiéndole.

– Hazme el amor. Por favor, Christian.

Sus dientes me rozan la mandíbula hasta la oreja.

– Vamos -susurra y me levanta para después bajarme.

La diosa que llevo dentro está desatada y yo presiono contra el suelo y empiezo a moverme, saboreando la sensación de él dentro de mí… cabalgando sobre él… cabalgando con fuerza. Él se acompasa conmigo con las manos en mi cintura. He echado de menos esto… La sensación enloquecedora de él debajo de mí, dentro de mí… El sol en la espalda, el dulce olor del otoño en el aire, la suave brisa otoñal. Es una fusión de sentidos cautivadora: el tacto, el gusto, el olfato y la vista de mi querido esposo debajo de mí.

– Oh, Ana -gime con los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta.

Ah… Me encanta esto. Y en mi interior empiezo a acercarme… acercarme… cada vez más. Las manos de Christian descienden hasta mis muslos y delicadamente presiona con los pulgares el vértice entre ambos y yo estallo a su alrededor, una y otra vez, y otra y otra, y me dejo caer sobre su pecho al mismo tiempo que él grita también, dejándose llevar y pronunciando mi nombre lleno de amor y felicidad.