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– Quieta -gruñe. Me cubre el sexo con la mano y me quedo quieta inmediatamente. Me roza el clítoris con el pulgar y me quedo sin aliento cuando siento sacudidas de placer como descargas eléctricas en mi interior, muy, muy adentro-. Quieta -vuelve a susurrar y me besa otra vez mientras su pulgar empieza a trazar círculos por encima del fino encaje de mi ropa interior de diseñador. Lentamente mete dos dedos por debajo de mis bragas y los introduce en mi interior. Gimo y muevo las caderas para acercarlas a su mano.

– Por favor… -le suplico.

– Oh, ya estás preparada -dice metiendo y sacando los dedos despacio-. ¿Te ha excitado la persecución en el coche?

– Me excitas tú.

Me sonríe con una sonrisa traviesa y retira los dedos de repente, dejándome con las ganas. Coloca el brazo por debajo de mis rodillas y, cogiéndome por sorpresa, me levanta en el aire y me gira de forma que quedo mirando al parabrisas.

– Pon una pierna a cada lado de las mías -me ordena juntando sus piernas.

Obedezco y pongo los pies en el suelo, uno a cada lado de los suyos. Baja las manos por mis muslos y luego las vuelve a subir, arrastrando con ellas la falda.

– Pon las manos en mis rodillas, nena, e inclínate hacia delante. Levanta ese bonito culo que tienes. Cuidado con la cabeza.

¡Mierda! De verdad lo vamos a hacer en un aparcamiento público. Echo un vistazo delante de nosotros y no veo a nadie, pero siento que me recorre un escalofrío. ¡En un aparcamiento público! ¡Esto es muy excitante! Christian se mueve debajo de mí y oigo el inconfundible sonido de la cremallera de su bragueta. Me rodea la cintura con un brazo y con la otra mano me aparta a un lado la bragas. Después me penetra con un solo movimiento rápido.

– ¡Ah! -grito dejándome caer sobre él y él suelta el aire con los dientes apretados. Su brazo serpentea por mi cuerpo hasta mi cuello. Extiende la mano sobre mi garganta, me empuja la cabeza hacia atrás y me obliga a girarla para poder besarme la garganta. Con la otra mano me agarra la cadera y empezamos a movernos a la vez.

Yo levanto los pies y él se introduce más en mi interior; dentro y fuera. La sensación es… Gimo con fuerza. En esta postura entra tan adentro… Con la mano izquierda sujeto el freno de mano y apoyo la derecha contra la puerta. Christian me agarra el lóbulo de la oreja entre los dientes y tira hasta casi hacerme daño. Entra y sale una y otra vez. Yo subo y después me dejo caer y conseguimos establecer un ritmo. Me rodea el muslo con la mano por debajo de la falda hasta llegar al vértice entre mis muslos y con dos dedos me acaricia suavemente el clítoris a través de la fina tela de mi ropa interior.

– ¡Ah!

– ¡Rápido, Ana! -jadea junto a mi oído con los dientes apretados. Su otra mano sigue en mi cuello, por debajo de la barbilla-. Tenemos que acabar con esto rápido, Ana -me dice a la vez que aumenta la presión de los dedos sobre mi sexo.

– ¡Ah! -Siento el familiar aumento del placer en mi interior, cada vez más profundo.

– Vamos, nena -dice junto a mi oído-. Quiero oírte.

Gimo. Soy toda sensaciones, con los ojos fuertemente cerrados: su voz en mi oído, su aliento en mi cuello y el placer saliendo del lugar donde está excitando mi cuerpo con los dedos y donde me embiste en lo más profundo. Y me pierdo. Mi cuerpo toma el control, buscando desesperadamente la liberación.

– Sí… -susurra Christian en mi oído. Abro los ojos y veo la tapicería del techo del R8. Los cierro con fuerza un segundo después y me abandono al orgasmo-. Oh, Ana -murmura encantado. Me rodea con los brazos, se hunde en mí una vez más y se queda inmóvil mientras eyacula en lo más profundo de mi interior.

Me acaricia la mandíbula con la nariz mientras me da suaves besos en la garganta, la mejilla y la sien. Yo me tumbo sobre él y él apoya la cabeza contra mi cuello.

– ¿Ya ha aliviado toda la tensión, señora Grey? -Christian me muerde el lóbulo de la oreja otra vez y tira. Tengo el cuerpo muerto, totalmente exhausto, y solo puedo soltar un gemido. Siento que sonríe contra mi piel-. Yo, por mi parte, puedo decir que me he liberado de la mía -dice levantándome de su regazo-. ¿Te has quedado sin palabras?

– Sí -digo con un hilo de voz.

– Eres una criatura lujuriosa… No tenía ni idea de que fueras tan exhibicionista.

Me siento inmediatamente, alarmada. Él se pone tenso.

– No nos está mirando nadie, ¿verdad? -Examino ansiosa el aparcamiento.

– ¿Crees que iba a dejar que alguien viera cómo se corre mi mujer? -Me acaricia la espalda con la mano para calmarme, pero el tono de su voz hace que me estremezca.

Me vuelvo para mirarle y le sonrío con picardía.

– ¡Sexo en el coche! -exclamo.

Me sonríe en respuesta y me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.

– Vamos a casa. Yo conduzco.

Abre la puerta para que pueda bajarme de su regazo y salir al aparcamiento. Cuando le miro veo que se está abrochando la bragueta. Sale fuera conmigo y espera sujetando la puerta hasta que vuelvo a entrar. Va rápidamente al otro lado, al asiento del conductor, sube al coche conmigo, coge la BlackBerry y hace una llamada.

– ¿Dónde está Sawyer? -pregunta-. ¿Y el Dodge? ¿Cómo es que no está Sawyer contigo?

Escucha con atención a Ryan, supongo.

– ¿Ella? -exclama-. Seguidla. -Christian cuelga y me mira.

¡Ella! ¿Quién conducía el coche? ¿Quién puede ser? ¿Elena? ¿Leila?

– ¿El Dodge lo conducía una mujer?

– Eso parece -me dice en voz baja. Su boca se ha convertido en una fina línea furiosa-. Voy a llevarte a casa -anuncia. Arranca el motor del R8 con un rugido y da marcha atrás para salir.

– ¿Dónde está la… Sudes? ¿Y qué significa eso, por cierto? Suena muy BDSM…

Christian sonríe brevemente y sale del aparcamiento hacia Stewart Street.

– Sudes significa «Sujeto desconocido». Ryan antes era agente del FBI.

– ¿Del FBI?

– No preguntes -dice Christian negando con la cabeza. Es obvio que está inmerso en sus pensamientos.

– Bueno, pues ¿dónde está la Sudes femenina?

– En la interestatal 5, dirección sur. -Me mira con ojos preocupados.

Vaya… De apasionado a tranquilo y después a ansioso en solo unos momentos. Extiendo la mano y le acaricio el muslo, pasando los dedos juguetonamente por la costura interior de sus vaqueros esperando que eso le mejore el humor. Aparta una mano del volante y detiene el lento ascenso de mi mano.

– No -me dice-. Hemos llegado hasta aquí sanos y salvos. No querrás que tenga un accidente a tres manzanas de casa… -Se lleva mi mano a los labios y me da un beso en el dedo índice para suavizar su respuesta. Tranquilo, sereno, autoritario… Mi Cincuenta. Por primera vez en bastante tiempo me hace sentir de nuevo como una niña caprichosa. Le suelto la mano y me quedo sentada en silencio un momento.

– ¿Una mujer?

– Eso dicen. -Suspira, entra en el garaje subterráneo del Escala y pulsa los botones del código de acceso en la consola de seguridad. La puerta se abre, entra y aparca sin dificultad el R8 en su plaza asignada.

– Me gusta mucho este coche -le digo.

– A mí también. Y me gusta cómo lo conduces… Y también cómo has logrado no hacerle ningún daño.

– Puedes regalarme uno para mi cumpleaños -le digo sonriendo.

Christian se queda con la boca abierta y yo salgo del coche.

– Uno blanco, creo -añado a la vez que me agacho y le sonrío.

Él también sonríe.

– Anastasia Grey, nunca dejas de sorprenderme.

Cierro la puerta y voy hasta el extremo del coche para esperarle. Él baja y mira en mi dirección con esa mirada… esa mirada que despierta algo que hay dentro de mí, muy en el fondo. Conozco bien esa mirada. Cuando ya está delante de mí, se inclina y me susurra:

– A ti te gusta el coche. A mí me gusta el coche. Te he follado dentro… Tal vez debería follarte también encima.

Doy un respingo. Pero un brillante BMW plateado entra en el garaje en ese momento. Christian lo mira nervioso y después irritado y por fin me dedica una sonrisa pícara.