Me mira extrañado.
– No. ¿Tiene algún significado para ti?
– No, perdona. Nos vemos ahora allí.
– ¿Qué te apetecerá beber?
– Una cerveza, por favor.
– Muy bien.
Voy al baño y le mando un e-mail a Christian desde la BlackBerry.
De: Anastasia Steele
Fecha: 10 de junio de 2011 17:36
Para: Christian Grey
Asunto: Encajarás perfectamente
Vamos a ir a un bar que se llama Fifty’s.
Para mí esto es una mina inagotable de bromas y risas.
Tengo muchas ganas de encontrarme allí contigo, señor Grey.
A x
De: Christian Grey
Fecha: 10 de junio de 2011 17:38
Para: Anastasia Steele
Asunto: Riesgos
Las minas son muy, muy peligrosas.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Steele
Fecha: 10 de junio de 2011 17:40
Para: Christian Grey
Asunto: ¿Riesgos?
¿Qué quieres decir con eso?
De: Christian Grey
Fecha: 10 de junio de 2011 17:42
Para: Anastasia Steele
Asunto: Simplemente…
Era un comentario, señorita Steele.
Hasta pronto.
Más pronto que tarde, nena.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Me miro en el espejo. Cómo puede cambiar todo en un día. Tengo más color en las mejillas y me brillan los ojos. Es el efecto Christian Grey. Discutir un poco con él por e-mail provoca eso en una chica. Sonrío ante mi imagen y me aliso la camisa azul claro… la que Taylor compró para mí. Llevo también mis vaqueros favoritos. La mayoría de las mujeres de la oficina llevan tejanos o faldas anchas. Tendré que invertir también en un par de faldas anchas. Puede que lo haga este fin de semana e ingrese el talón que Christian me dio por Wanda, mi Escarabajo.
Cuando salgo del edificio, oigo que gritan mi nombre.
– ¿Señorita Steele?
Me vuelvo, sorprendida, y una chica joven con la piel cenicienta se me acerca con cautela. Parece un fantasma… tan pálida y extrañamente inexpresiva.
– ¿Señorita Anastasia Steele? -repite, y sus facciones permanecen estáticas aunque esté hablando.
– ¿Sí?
Se para en la acera y se me queda mirando como a un metro de distancia, y yo, totalmente inmóvil, le devuelvo la mirada. ¿Quién es? ¿Qué quiere?
– ¿Puedo ayudarte? -pregunto.
¿Cómo sabe mi nombre?
– No… solo quería verte.
Habla con una voz muy baja, inquietante. Y tiene un pelo oscuro como el mío, que contrasta radicalmente con su piel blanca. Sus ojos son castaños, color whisky, pero inexpresivos. No hay la menor chispa de vida en ellos. La tristeza aparece grabada en su precioso y pálido rostro.
– Lo siento… pero estoy en desventaja -le digo educadamente, intentando ignorar el escalofrío de advertencia que me sube por la columna vertebral.
La miro de cerca, y tiene un aspecto raro, descuidado y desvalido. La ropa que lleva le va dos tallas grande, incluida la gabardina de marca.
Se echa a reír, con un sonido extraño y discordante que incrementa mi ansiedad.
– ¿Qué tienes tú que yo no tenga? -pregunta con tristeza.
Mi ansiedad se convierte en miedo.
– Perdona… ¿quién eres?
– ¿Yo? No soy nadie.
Levanta un brazo para pasarse la mano por la melena que le llega al hombro, y al hacerlo se le levanta la manga de la gabardina y se le ve un sucio vendaje alrededor de la muñeca.
Dios…
– Que tenga un buen día, señorita Steele.
Da media vuelta y sube andando la calle mientras yo me quedo clavada en el sitio. Veo cómo su delgada silueta desaparece de mi vista, perdiéndose entre los trabajadores que salen en masa de sus despachos.
¿De qué iba eso?
Confusa, cruzo la calle hasta el bar, intentando asimilar lo que acaba de pasar, mientras mi subconsciente levanta su fea cabeza y me dice entre dientes: Ella tiene algo que ver con Christian.
El Fifty’s es un bar impersonal y cavernoso, con banderines y pósters de béisbol colgados en las paredes. Jack está en la barra con Elizabeth y Courtney, la otra ayudante editorial, dos tipos de contabilidad y Claire, de recepción, con sus característicos aros de plata.
– ¡Hola, Ana!
Jack me pasa una botella de Bud.
– Salud… gracias -murmuro, afectada todavía por mi encuentro con la Chica Fantasma.
– Salud.
Chocamos las botellas y él sigue conversando con Elizabeth. Claire me sonríe con simpatía.
– ¿Cómo te ha ido tu primera semana? -pregunta.
– Bien, gracias. Todo el mundo ha sido muy amable.
– Hoy se te ve mucho más contenta.
– Es viernes -balbuceo enseguida-. ¿Y tú, tienes planes para el fin de semana?
Mi táctica de distracción patentada funciona, estoy salvada. Resulta que Claire tiene seis hermanos y se va a Tacoma a una gran reunión familiar. Se muestra bastante locuaz y me doy cuenta de que no he hablado con ninguna mujer de mi edad desde que Kate se fue a Barbados.
Con aire distraído, me pregunto cómo estará Kate… y Elliot. Tengo que acordarme de preguntarle a Christian si ha sabido algo de ellos. Ah, y Ethan, el hermano de Kate, volverá el martes que viene, y se instalará en nuestro apartamento. No creo que a Christian le guste demasiado eso. Mi encuentro de antes con la extraña Chica Fantasma va desapareciendo de mi mente.
Mientras charlo con Claire, Elizabeth me pasa otra cerveza.
– Gracias -le sonrío.
Resulta muy fácil charlar con Claire -se nota que le gusta hablar-, y me bebo una tercera cerveza sin darme cuenta, cortesía de uno de los chicos de contabilidad.
Cuando Elizabeth y Courtney se van, Jack se viene con Claire y conmigo. ¿Dónde está Christian? Uno de los tipos de contabilidad se pone a hablar con Claire.
– Ana, ¿crees que tomaste una buena decisión viniendo a trabajar con nosotros?
Jack habla en un tono suave y está un poco demasiado cerca. Pero he notado que tiene tendencia a hacer eso con todo el mundo, incluso en la oficina.
– Esta semana he estado muy a gusto, gracias, Jack. Sí, creo que tomé la decisión correcta.
– Eres una chica muy lista, Ana. Llegarás lejos.
Me ruborizo.
– Gracias -mascullo, porque no sé qué más decir.
– ¿Vives lejos?
– En el barrio de Pike Market.
– No muy lejos de mi casa. -Sonriendo, se acerca aún más y se apoya en la barra, casi acorralándome-. ¿Tienes planes este fin de semana?
– Bueno… eh…
Le siento antes de verle. Es como si todo mi cuerpo estuviera sintonizado con el hecho de su presencia. Se relaja y se despierta a la vez, una dualidad interior y rara… y noto esa extraña corriente eléctrica.
Christian me pasa el brazo alrededor del hombro como una muestra de afecto aparentemente relajada, pero yo sé que no es así. Está reclamando un derecho, y en esta ocasión, es muy bien recibido. Me besa suavemente el pelo.
– Hola, nena -murmura.
Al sentir su brazo que me rodea no puedo evitar sentir alivio, y excitación. Me acerca hacia sí, y yo levanto la vista para mirarle mientras él observa a Jack, impasible. Entonces se gira hacia mí y me dedica una media sonrisa fugaz, seguida de un beso rápido. Lleva una americana azul marino de raya diplomática, con unos vaqueros y una camisa blanca desabrochada. Está para comérselo.