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Taylor sale del estudio e interrumpe mi fantasía. Yo apago el iPod y me saco un auricular.

– Hola, Taylor.

– Ana -saluda con un gesto de cabeza.

– ¿Tu hija está bien?

– Sí, gracias. Mi ex mujer creía que tenía apendicitis, pero exageraba, como siempre. -Taylor pone los ojos en blanco, cosa que me sorprende-. Sophie esta bien, aunque tiene un virus estomacal bastante fastidioso.

– Lo siento.

Él sonríe.

– ¿Han localizado el Charlie Tango?

– Sí. El equipo de rescate va para allá. Esta noche ya debería estar de vuelta en Boeing Field.

– Ah, bien.

Me dedica una sonrisa tensa.

– ¿Algo más, señora?

– No, no, gracias.

Me ruborizo… ¿Me acostumbraré algún día a que Taylor me llame «señora»? Hace que me sienta muy vieja, casi como una treintañera.

Él asiente y sale de la sala. Christian sigue al teléfono. Yo estoy esperando a que hiervan las patatas. Eso me da una idea. Cojo el bolso y busco la BlackBerry. Hay un mensaje de Kate.

*Ns vms esta noche. Me apetece que charlemos un buen raaato*

Le contesto.

*Lo mismo digo*

Estará bien hablar con Kate.

Abro el programa de correo y le escribo un mensaje rápido a Christian.

De: Anastasia Steele

Fecha: 18 de junio de 2011 13:12

Para: Christian Grey

Asunto: Comida

Querido señor Grey:

Le mando este e-mail para informarle de que su comida está casi lista.

Y de que hace un rato gocé de un sexo pervertido alucinante.

Es muy recomendable el sexo pervertido en los cumpleaños.

Y otra cosa… te quiero.

A x

(Tu prometida)

Permanezco atentamente a la escucha de cualquier tipo de reacción, pero él sigue al teléfono. Me encojo de hombros. Quizá esté demasiado ocupado, simplemente. Mi BlackBerry vibra.

De: Christian Grey

Fecha: 18 de junio de 2011 13:15

Para: Anastasia Steele

Asunto: Sexo pervertido

¿Qué aspecto fue el más alucinante?

Tomaré nota.

Christian Grey

Hambriento y exhausto tras los esfuerzos matutinos presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

P.D.: Me encanta tu firma.

P.P.D.: ¿Qué ha sido del arte de la conversación?

De: Anastasia Steele

Fecha: 18 de junio de 2011 13:18

Para: Christian Grey

Asunto: ¿Hambriento?

Querido señor Grey:

Me permito recordarle la primera línea de mi anterior e-mail, en la que le informaba de que su comida ya está casi lista… así que nada de tonterías de que está hambriento y exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes del sexo pervertido… francamente, todos, presidente. Me interesará leer sus notas. Y a mí también me gusta mi firma entre paréntesis.

A x

(Tu prometida)

P.D.: ¿Desde cuándo eres tan locuaz? ¡Y estás hablando por teléfono!

Pulso enviar y, al levantar la vista, le tengo delante, sonriendo con aire travieso. Antes de que pueda decir nada, da la vuelta a la encimera de la isla de la cocina, me coge en volandas y me da un sonoro beso.

– Esto es todo, señorita Steele -dice.

Me suelta y vuelve a su despacho con paso airoso -en vaqueros, descalzo y con la camisa por fuera-, dejándome sin aliento.

He preparado un bol de crema agria con berros y cilantro para acompañar el salmón, y lo dejo sobre la barra del desayuno. Odio interrumpirle mientras trabaja, pero ahora me planto en el umbral de su despacho. Él sigue al teléfono, con su pelo alborotado y sus ojos grises brillantes: todo un festín para la vista. Levanta la mirada al verme y ya no aparta la vista de mí. Frunce levemente el ceño, y no sé si es por mí o por la conversación.

– Tú hazlos pasar y déjalos solos. ¿Entendido, Mia? -dice entre dientes, poniendo los ojos en blanco-. Bien.

Le hago una señal de que la comida está lista, y él me sonríe y asiente.

– Nos vemos luego. -Cuelga-. ¿Una llamada más? -pregunta.

– Claro.

– Este vestido es muy corto -añade.

– ¿Te gusta?

Doy una vuelta frente a él. Es una de las compras de Caroline Acton. Un vestido veraniego de color turquesa, que seguramente sería más apropiado para ir a la playa, pero hoy hace un día precioso en muchos sentidos. Él frunce el ceño y yo me pongo pálida.

– Estás fantástica, Ana. Pero no quiero que nadie más te vea así.

– ¡Oh! -le digo en tono de reproche-. Estamos en casa, Christian. Solo está el personal.

Tuerce el gesto y, o bien intenta disimular su buen humor, o realmente no le hace ninguna gracia. Pero al final asiente, ratificándose. Yo le miro sin dar crédito… ¿de verdad lo dice en serio? Regreso a la cocina.

Cinco minutos después, vuelvo a tenerle enfrente, con el teléfono en la mano.

– Ray quiere hablar contigo -murmura con una mirada cauta.

Me quedo sin respiración de golpe. Cojo el teléfono y cubro el micrófono.

– ¡Se lo has contado! -siseo.

Christian asiente, y abre mucho los ojos ante mi angustiado semblante.

¡Oh, no! Inspiro profundamente.

– Hola, papá.

– Christian acaba de preguntarme si puede casarse contigo -dice Ray.

Se hace el silencio entre los dos mientras pienso desesperadamente qué puedo decir. Ray sigue callado como suele hacer, sin darme ninguna pista sobre su reacción ante la noticia. Me decido por fin.

– ¿Y tú qué le has dicho?

– Le he dicho que quería hablar contigo. Es bastante repentino, ¿no crees, Annie? Hace muy poco que le conoces. Quiero decir que es un buen tío, le gusta la pesca y todo eso, pero… ¿tan pronto? -dice en un tono tranquilo y comedido.

– Sí. Es repentino… espera un momento.

Me alejo a toda prisa de la zona de la cocina y de la mirada ansiosa de Christian, y voy hacia el ventanal. Las puertas que dan al balcón están abiertas, y salgo a la luz del sol. No puedo acercarme al borde. Está demasiado alto.

– Ya sé que es muy repentino y todo eso… pero, bueno, yo le quiero. Él me quiere. Quiere casarse conmigo, y sé que es el hombre de mi vida.

Me ruborizo, pensando que seguramente esta sea la conversación más íntima que he mantenido con mi padrastro.

Ray permanece en silencio al otro lado del teléfono.

– ¿Se lo has dicho a tu madre?

– No.

– Annie… ya sé que es muy rico y muy buen partido, pero… ¿casarse? Es un paso muy importante. ¿Estás convencida?

– Él me da toda la felicidad que busco -susurro.

– Uf -dice Ray al cabo de un momento, en un tono más suave.

– Él lo es todo.

– Annie, Annie, Annie. Eres una jovencita muy testaruda. Espero de corazón que sepas lo que haces. ¿Me lo vuelves a pasar, por favor?

– Claro, papá, ¿y tú me acompañarás al altar? -pregunto en voz baja.

– Oh, cariño. -Se le quiebra la voz, y se queda callado un buen rato. Y mis ojos se llenan de lágrimas al comprobar lo emocionado que está-. Nada me haría más feliz -dice finalmente.

Oh, Ray. Te quiero tanto… Trago saliva para no llorar.