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Él le devuelve una sonrisa… su entrañable sonrisa capaz de derretir el corazón más duro.

¡Ella lo sabe! ¿Cuándo se lo ha dicho Christian?

– Bueno, chicos, si ya habéis terminado vuestro tête-à-tête, aquí hay un montón de gente que quiere comprobar que realmente estás de una pieza, y desearte feliz cumpleaños, Christian.

– Ahora mismo voy.

Grace nos mira con cierta ansiedad a Kate y a mí, y al parecer nuestras sonrisas la tranquilizan. Me guiña el ojo y nos abre la puerta. Christian me tiende una mano, y yo la acepto.

– Christian, perdóname, de verdad -dice Kate humildemente.

Kate en plan humilde… es algo digno de ver. Christian la mira, asiente y ambos salimos detrás de ella.

Una vez en el pasillo, miro de reojo a Christian.

– ¿Tu madre sabe lo nuestro? -pregunto con inquietud.

– Sí.

– Ah.

Y pensar que la tenaz señorita Kavanagh podría haber arruinado nuestra velada. Me estremezco al pensar en las consecuencias que podría tener que el estilo de vida de Christian saliera a la luz.

– Bueno, ha sido una forma interesante de empezar la noche.

Le sonrío con dulzura. Él baja la mirada hacia mí, y aparece de nuevo su mirada irónica. Gracias a Dios.

– Tiene usted el don de quedarse corta, señorita Steele. Como siempre. -Se lleva mi mano a los labios y me besa los nudillos, y entramos al salón, donde somos recibidos con un aplauso súbito, espontáneo, ensordecedor.

Oh, Dios. ¿Cuánta gente hay aquí?

Echo un rápido vistazo a la sala: están todos los Grey, Ethan con Mia, el doctor Flynn y su esposa, supongo. También está Mac, el tipo del barco; un afroamericano alto y guapo -recuerdo haberle visto la primera vez que estuve en la oficina de Christian-; Lily, esa bruja amiga de Mia, dos mujeres a las que no conozco de nada, y… oh, no. Se me cae el alma a los pies. Esa mujer… la señora Robinson.

Aparece Gretchen con una bandeja de champán. Lleva un vestido negro escotado, el pelo recogido en un moño alto en lugar de las coletas, y al ver a Christian sus pestañas aletean y se sonroja. El aplauso va apagándose y todas las miradas se dirigen expectantes hacia Christian, que me aprieta la mano.

– Gracias, a todos. Creo que necesitaré una de estas.

Coge dos copas de la bandeja de Gretchen y le dedica una sonrisa fugaz. Tengo la sensación de que Gretchen está a punto de desmayarse o de morirse. Christian me ofrece una copa.

Alza la suya hacia el resto de la sala, e inmediatamente todos se acercan, encabezados por la diabólica mujer de negro. ¿Es que siempre viste del mismo color?

– Christian, estaba preocupadísima.

Elena le da un pequeño abrazo y le besa en ambas mejillas. Yo intento soltarme de su mano, pero él no me deja.

– Estoy bien, Elena -musita Christian con frialdad.

– ¿Por qué no me has llamado? -inquiere ella desesperada, buscando su mirada.

– He estado muy ocupado.

– ¿No recibiste mis mensajes?

Christian se remueve, incómodo, me rodea con un brazo y me estrecha hacia él. Sigue mirando a Elena con gesto impasible. Ella ya no puede seguir ignorándome, y me saluda con un asentimiento cortés.

– Ana, querida -dice ronroneante-. Estás encantadora.

– Elena -respondo en el mismo tono-. Gracias.

Capto una mirada de Grace, que frunce el ceño al vernos a los tres juntos.

– Tengo que anunciar una cosa, Elena -le dice Christian con indiferencia.

A ella se le enturbia la mirada.

– Por supuesto.

Finge una sonrisa y da un paso atrás.

– Escuchadme todos -dice Christian.

Espera un momento hasta que cesa el rumor de la sala, y todos vuelven a centrar sus miradas en él.

– Gracias por haber venido. Debo decir que esperaba una tranquila cena familiar, de manera que esto es una sorpresa muy agradable.

Mira fijamente a Mia, que sonríe radiante y le saluda discretamente. Christian mueve la cabeza con simulada exasperación y prosigue.

– A Ros y a mí… -hace un gesto hacia la mujer pelirroja que está de pie junto a una rubia menuda y vivaz-… nos fue ayer de muy poco.

Ah, es Ros, la mujer que trabaja con él. Ella sonríe y alza la copa hacia él.

– Así que me hace especialmente feliz estar aquí hoy para compartir con todos vosotros una magnífica noticia. Esta preciosa mujer -baja la mirada hacia mí-, la señorita Anastasia Rose Steele, ha aceptado ser mi esposa, y quería que todos vosotros fuerais los primeros en saberlo.

¡Se produce una reacción de asombro general, vítores ocasionales, y luego una ronda de aplausos! Dios… esto está pasando realmente de verdad. Creo que me he puesto del color del vestido de Kate. Christian me coge la barbilla, alza mi boca hasta sus labios y me da un beso fugaz.

– Pronto serás mía.

– Ya lo soy -susurro.

– Legalmente -musita, y me sonríe con aire malicioso.

Lily, que está al lado de Mia, parece alicaída; por la expresión que pone, Gretchen parece haberse tragado algo muy desagradable y amargo. Paseo la vista con cierta ansiedad entre la multitud congregada y localizo a Elena. Tiene la boca abierta. Está atónita… horrorizada incluso, y al verla tan estupefacta, no puedo evitar una intensa satisfacción. Al fin y al cabo, ¿qué demonios estás haciendo aquí?

Carrick y Grace interrumpen mis malévolos pensamientos, e inmediatamente todos los Grey empiezan a abrazarme y a besarme, uno detrás de otro.

– Oh, Ana… estoy tan encantada de que vayas a formar parte de la familia -dice Grace muy emocionada-. El cambio que ha dado Christian… Ahora es… feliz. Te lo agradezco tanto.

Incómoda ante tal efusividad, yo me sonrojo, pero en el fondo estoy muy contenta.

– ¿Dónde está el anillo? -exclama Mia cuando me abraza.

– Eh…

¡El anillo! Vaya. Ni siquiera había pensado en el anillo. Miro de reojo a Christian.

– Lo escogeremos juntos -dice Christian, fulminando a su hermana con la mirada.

– ¡Ay, no me mires así, Grey! -le reprocha ella, y luego le abraza-. Estoy muy emocionada por ti, Christian -dice.

Ella es la única persona a la que no intimida su expresión colérica. A mí me hace temblar… bueno, solía hacerlo.

– ¿Cuándo os casaréis? ¿Habéis fijado la fecha? -le pregunta radiante a Christian.

Él niega con la cabeza, con evidente exasperación.

– No tengo ni idea, y no lo hemos decidido. Todavía tenemos que hablarlo Ana y yo -dice, irritado.

– Espero que celebréis una gran boda… aquí.

Sonríe con entusiasmo, sin hacer el menor caso del tono cáustico de su hermano.

– Lo más probable es que mañana nos escapemos a Las Vegas -le replica él, y recibe a cambio un mohín lastimero, típico de Mia Grey.

Christian pone los ojos en blanco y se vuelve hacia Elliot, que le da su segundo gran abrazo en solo dos días.

– Así se hace, hermano -dice palmeándole la espalda.

La reacción de toda la sala es abrumadora, y pasan unos minutos hasta que consigo reunirme de nuevo con Christian, que se acerca ahora al doctor Flynn. Por lo visto Elena ha desaparecido, y Gretchen sigue sirviendo champán con gesto arisco.

Al lado del doctor Flynn hay una joven muy atractiva, con una melena larga y oscura, casi azabache, un escote muy llamativo y unos ojos almendrados preciosos.

– Christian -dice Flynn tendiéndole la mano, y él la estrecha encantado.

– John. Rhian.

Besa a la mujer morena en la mejilla. Es menuda y muy linda.

– Estoy encantado de que sigas entre nosotros, Christian. Mi mujer estaría muy apenada y aburrida, sin ti.

Christian sonríe.

– ¡John! -le reprocha Rhian, ante el regocijo de Christian.