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Christian se acerca tranquilamente a donde ha caído el arma, se inclina con agilidad para recogerla, y luego se la mete en el bolsillo de la americana. Mira una vez más a Leila, que sigue dócilmente arrodillada junto a la encimera de la isla.

– Anastasia, ve con Taylor -ordena.

Taylor cruza el umbral y se me queda mirando.

– Ethan -susurro.

– Abajo -contesta expeditivo, sin apartar los ojos de Leila.

Abajo. No aquí. Ethan está bien. Un fuerte estremecimiento de alivio me recorre todo el cuerpo, y por un momento creo que voy a desmayarme.

– Anastasia…

En la voz de Christian hay un deje de advertencia.

Le miro, y de pronto soy incapaz de moverme. No quiero dejarle… dejarle con ella. Él se coloca al lado de Leila, que permanece arrodillada a sus pies. Se cierne sobre ella, la protege. Ella está tan quieta… es antinatural. No puedo dejar de mirarles a los dos… juntos…

– Por el amor de Dios, Anastasia, ¿por una vez en tu vida puedes hacer lo que te dicen y marcharte?

Con una voz fría como un témpano de hielo, Christian me fulmina con la mirada y frunce el ceño. Tras la calma deliberada con que pronuncia esas palabras, se oculta una furia palpable.

¿Furioso conmigo? Dios, no. ¡Por favor… no! Me siento como si me hubiera dado un bofetón. ¿Por qué quiere quedarse con ella?

– Taylor. Lleva a la señorita Steele abajo. Ahora.

Taylor asiente y yo miro a Christian.

– ¿Por qué? -susurro.

– Vete. Vuelve al apartamento. -La frialdad de sus ojos me fulmina-. Necesito estar a solas con Leila -dice en tono apremiante.

Creo que intenta transmitir una especie de mensaje, pero estoy tan alterada por todo lo sucedido que no estoy segura. Observo a Leila y veo aparecer una levísima sonrisa en sus labios, pero aparte de eso sigue totalmente impasible. Una sumisa total. ¡Santo Dios! Se me hiela el corazón.

Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No…! Siento unas terribles ganas de llorar.

– Señorita Steele. Ana…

Taylor me tiende la mano, suplicándome que vaya con él. Yo estoy inmovilizada por el terrorífico espectáculo que tengo ante mí. Esto confirma mis peores temores y acrecienta todas mis inseguridades. Christian y Leila juntos… el Amo y su sumisa.

– Taylor -insiste Christian, y Taylor se inclina y me coge en volandas.

Lo último que veo es a Christian acariciándole la cabeza a Leila con ternura, mientras le dice algo en voz baja.

¡No!

Mientras Taylor me lleva escaleras abajo, yaciendo inerte en sus brazos, intento asimilar lo que ha pasado en los últimos diez minutos… ¿O han sido más? ¿O menos? He perdido la noción del tiempo.

Christian y Leila, Leila y Christian… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella ahora?

– ¡Joder, Ana! ¿Qué coño está pasando?

Me siento aliviada al ver a Ethan, caminando nerviosamente arriba y abajo por el vestíbulo, todavía cargado con su enorme bolsa. ¡Oh, gracias a Dios que está bien! Cuando Taylor me deja en el suelo, prácticamente me abalanzo sobre él, rodeándole el cuello con los brazos.

– Ethan. ¡Oh, gracias a Dios!

Le abrazo muy fuerte. Estaba tan preocupada que, por un momento, obtengo cierto respiro del pánico creciente que siento respecto a lo que está ocurriendo arriba en mi apartamento.

– ¿Qué coño está pasando, Ana? ¿Quién es este tío?

– Oh, perdona, Ethan. Este es Taylor. Trabaja para Christian. Taylor, este es Ethan, el hermano de mi compañera de piso.

Se saludan con un leve movimiento de cabeza.

– Ana, ¿qué está pasando ahí arriba? Estaba buscando las llaves del apartamento cuando esos tíos aparecieron de la nada y me las quitaron. Uno de ellos era Christian…

Ethan se queda sin palabras.

– Llegaste tarde… Gracias a Dios.

– Sí. Me encontré con un amigo de Pullman… y nos tomamos una copa rápida. ¿Qué está pasando ahí arriba?

– Hay una chica, una ex de Christian. En nuestro apartamento. Se ha vuelto loca, y Christian está…

Se me quiebra la voz, y se me llenan los ojos de lágrimas.

– Eh… -susurra Ethan y me abraza con fuerza-. ¿Alguien ha llamado a la policía?

– No, no se trata de eso.

Sollozo pegada a su pecho y, en cuanto empiezo, ya no puedo parar de llorar, las lágrimas liberando toda la tensión de este último episodio. Ethan me abraza más fuerte, pero noto que está desconcertado.

– Venga, Ana, vamos a tomar una copa.

Me da unas palmaditas en la espalda con cierta incomodidad. De repente, yo también me siento incómoda, y avergonzada, y lo que realmente quiero es estar sola. Pero asiento y acepto su oferta. Quiero alejarme de aquí, alejarme de lo que sea que esté pasando arriba.

Me vuelvo hacia Taylor.

– ¿Habíais registrado el apartamento? -le pregunto llorosa, limpiándome la nariz con el dorso de la mano.

– A primera hora de la tarde. -Taylor se encoge de hombros a modo de disculpa y me ofrece un pañuelo. Parece destrozado-. Lo siento, Ana -murmura.

Frunzo el ceño. Pobre… se le ve que se siente muy culpable. No quiero hacer que se sienta aún peor.

– Al parecer tiene una extraordinaria capacidad para eludirnos -añade, y vuelve a torcer el gesto.

– Ethan y yo nos vamos a tomar una copa rápida y después volveremos al Escala.

Me seco los ojos.

Taylor se apoya en un pie y luego en otro, visiblemente nervioso.

– El señor Grey quería que volviera directamente al apartamento -dice en voz baja.

– Bueno, pero ahora ya sabemos dónde está Leila. -No puedo evitar que mi voz revele un deje de amargura-. Así que ya no necesitamos tantas medidas de seguridad. Dile a Christian que nos veremos luego.

Taylor abre la boca para hablar, pero vuelve a cerrarla prudentemente.

– ¿Quieres dejarle la bolsa a Taylor? -le pregunto a Ethan.

– No. Me la llevo, gracias.

Ethan se despide de Taylor con un movimiento de cabeza y después me acompaña fuera. Y entonces me acuerdo, demasiado tarde, de que me he dejado el bolso en el asiento de atrás del Audi. No llevo nada encima.

– Mi bolso…

– No te preocupes -murmura Ethan, su rostro expresando una gran preocupación-. No pasa nada, pago yo.

Escogemos un bar situado en la acera de enfrente y nos sentamos en unos taburetes de madera junto a la ventana. Quiero ver lo que pasa: quién entra y, sobre todo, quién sale. Ethan me pasa una botella de cerveza.

– ¿Problemas con una ex? -pregunta en tono afable.

– Es un poco más complicado que eso -musito, adoptando repentinamente una actitud más reservada.

No puedo hablar de esto: he firmado un acuerdo de confidencialidad. Y, por primera vez, lo lamento realmente. Además, Christian no ha dicho nada de rescindirlo.

– Tengo tiempo -dice Ethan muy atento, y toma un buen trago de cerveza.

– Ella es una ex de Christian, de hace varios años. Abandonó a su marido por otro tipo. Y al cabo de un par de semanas o así, ese tipo murió en un accidente de coche. Y ahora ha vuelto para perseguir a Christian.

Me encojo de hombros. Ya está, no he revelado demasiado.

– ¿Perseguir a Christian?

– Tenía una pistola.

– ¡Hostia!

– De hecho no amenazó a nadie con ella. Creo que pretendía dispararse a sí misma. Pero por eso yo estaba tan preocupada por ti. No sabía si estabas en el apartamento.

– Ya. Por lo que dices, esa mujer no está bien.

– No, no está bien.

– ¿Y ahora qué está haciendo Christian con ella?