Cojo mi bolso.
– Personalmente, señorita Steele, no tengo ninguna duda de que él lo aprobaría. De hecho, puede que insistiera en ello.
– ¿Por qué te quedas en la cama? No es propio de ti.
Cruza las manos detrás de la cabeza y me sonríe.
– Porque puedo, señorita Steele.
Le miro y meneo la cabeza.
– Hasta luego, nene.
Le lanzo un beso y salgo por la puerta.
Taylor me está esperando y por lo visto sabe que voy tarde, porque conduce como un loco y consigue que llegue al trabajo a las nueve y cuarto. Cuando aparca junto a la acera, me siento agradecida… agradecida por estar viva: conducía de un modo terrorífico. Y agradecida por no llegar espantosamente tarde: solo quince minutos.
– Gracias, Taylor -murmuro, pálida como una muerta.
Recuerdo que Christian me contó que conducía tanques; quizá también pilote coches de carreras.
– Ana -asiente a modo de despedida, y yo salgo corriendo para la oficina.
Mientras abro la puerta del vestíbulo pienso que por lo visto Taylor ha superado esa formalidad de «señorita Steele», y eso me hace sonreír.
Claire me sonríe cuando cruzo a toda prisa la recepción en dirección a mi mesa.
– ¡Ana! -me llama Jack-. Ven.
Oh, maldita sea.
– ¿Qué horas son estas? -me increpa.
– Lo siento. Me he dormido -respondo, poniéndome como la grana.
– Que no vuelva a pasar. Hazme un café, y después necesito que mandes unas cartas. Deprisa -grita, haciéndome dar un respingo.
¿Por qué está tan enfadado? ¿Qué le pasa? ¿Qué he hecho? Corro a la cocina a prepararle el café. Quizá debería haber faltado al trabajo. Podría… bueno, estar practicando sexo excitante con Christian, o desayunando con él, o simplemente hablando… eso sí que sería toda una novedad.
Jack apenas alza la vista cuando vuelvo a entrar en su despacho para llevarle el café. Me lanza una hoja de papel, garabateada a mano de forma ilegible.
– Pásalo a ordenador, tráemelo para que lo firme, después haz copias y envíalas por correo a todos nuestros autores.
– Muy bien, Jack.
Tampoco levanta la vista cuando salgo. Caray, sí que está enfadado.
Por fin me siento a mi mesa, sintiendo cierto alivio. Bebo un sorbo de té mientras espero a que se encienda el ordenador. Reviso mis e-mails.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:05
Para: Anastasia Steele
Asunto: Te echo de menos
Por favor, utiliza la BlackBerry.
x
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Steele
Fecha: 15 de junio de 2011 09:27
Para: Christian Grey
Asunto: Qué bien se lo montan algunos
Mi jefe está enfadado.
La culpa es tuya por tenerme despierta hasta tan tarde con tus… tejemanejes.
Debería darte vergüenza.
Anastasia Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:32
Para: Anastasia Steele
Asunto: ¿Tejemaqué?
Tú no tienes por qué trabajar, Anastasia.
No tienes ni idea de lo horrorizado que estoy de mis tejemanejes.
Pero me gusta tenerte despierta hasta tarde;)
Por favor, utiliza la BlackBerry.
Ah, y cásate conmigo, por favor.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Steele
Fecha: 15 de junio de 2011 09:35
Para: Christian Grey
Asunto: Ganarse la vida
Conozco tu tendencia natural a insistir, pero para ya.
Tengo que hablar con tu psiquiatra.
Hasta entonces no te daré una respuesta.
No soy contraria a vivir en pecado.
Anastasia Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:40
Para: Anastasia Steele
Asunto: BLACKBERRY
Anastasia: si vas a empezar a hablar del doctor Flynn,
UTILIZA LA BLACKBERRY.
No es una petición.
Christian Grey
Ahora enfadado presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Oh, no, ahora él también está enfadado conmigo. Bueno, por mí que se ponga como quiera. Saco la BlackBerry del bolso y la miro con escepticismo. Mientras empieza a sonar. ¿Es que no puede dejarme en paz?
– Sí -contesto con sequedad.
– Ana, hola…
– ¡José! ¿Cómo estás?
Oh, es agradable oír su voz.
– Estoy bien, Ana. Oye, ¿sigues saliendo con ese tal Grey?
– Eh… sí… ¿Por qué?
¿Adónde quiere ir a parar?
– Bueno, él ha comprado todas tus fotos, y pensé que podría llevarlas yo mismo a Seattle. La exposición cierra el jueves, o sea que podría entregarlas el viernes por la tarde. Y a lo mejor podríamos tomar una copa o algo. La verdad es que también necesitaría un sitio para dormir.
– Eso me parece estupendo, José. Sí, seguro que podremos arreglarlo de alguna manera. Deja que lo hable con Christian y te vuelvo a llamar, ¿vale?
– Muy bien, espero tu llamada. Adiós, Ana.
– Adiós.
Y cuelga.
Oh, vaya. No he visto ni sabido nada de José desde la inauguración de su exposición. Ni siquiera le he preguntado cómo le estaba yendo, o si había vendido alguna obra más. Menuda amiga.
Así que a lo mejor el viernes por la noche salgo por ahí con José. ¿Cómo se lo tomará Christian? Solo me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio cuando al final noto que me duele. Oh, ese hombre tiene un doble rasero. Él sí que puede -me estremezco al pensarlo- darle ese puñetero baño a su ex amante, pero a mí seguramente me caerá una bronca solo por querer tomar una copa con José. ¿Cómo voy a manejar todo esto?
– ¡Ana! -Jack me saca de golpe de mis elucubraciones. ¿Sigue enfadado?-. ¿Dónde está esa carta?
– Eh… ya voy.
Maldita sea. ¿Qué le pasa?
Escribo la carta en un santiamén, la imprimo y entro en su despacho, nerviosa.
– Aquí la tienes.
La dejo sobre su mesa y me doy la vuelta para irme. Inmediatamente, Jack le echa un rápido vistazo, crítico y penetrante.
– No sé a qué te dedicas ahí fuera, pero yo te pago para trabajar -replica.
– Soy consciente de ello, Jack -balbuceo en tono de disculpa.
Y noto un rubor que se extiende lentamente bajo mi piel.
– Esto está lleno de errores -espeta-. Repítelo.
Oh, no. Empieza a sonar como alguien que yo me sé, pero la brusquedad de Christian puedo tolerarla. Jack está empezando a desquiciarme.
– Ah, y tráeme otro café de paso.
– Lo siento -musito, y salgo de su despacho tan deprisa como puedo.
Por Dios. Se está poniendo insoportable. Vuelvo a sentarme a mi mesa, rehago rápidamente la carta, que solo tenía dos errores, y la repaso a fondo antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Le preparo otro café, y le dirijo una elocuente mirada a Claire para hacerle saber que estoy metida en un buen lío. Suspiro profundamente, y entro de nuevo en su despacho.