Clary lanzó una carcajada justo cuando sonaba su móvil. Lo sacó del bolsillo y abrió la tapa; era Luke.
—No le hemos encontrado —dijo, antes de que él pudiera decir hola.
—No. Pero yo sí.
Clary se incorporó muy tiesa.
—Estás de broma. ¿Está ahí? ¿Puedo hablar con él? —Advirtió que Simon la miraba incisivamente y bajó la voz—. ¿Está bien?
—Más o menos.
—¿Qué quieres decir con «más o menos»?
—Se metió en una pelea con una manada de hombres lobo. Tiene unos cuantos cortes y moretones.
Clary entrecerró los ojos. ¿Por qué, ah, por qué se había metido Jace en una pelea con una manada de lobos? ¿Qué le había llevado a hacer eso? Aunque claro, era Jace. Se metería en una pelea con un camión de gran tonelaje si le venía en gana.
—Creo que deberías venir —continuó Luke—. Alguien tiene que razonar con él, y yo no estoy teniendo mucha suerte.
—¿Dónde estás? —preguntó Clary.
Él se lo dijo. Un bar llamado La Luna del Cazador en la calle Hester. Ella se preguntó si le habrían puesto un halo de glamour mágico para camuflarlo. Cerró la tapa del teléfono con un golpecito y se volvió hacia Simón, que la miraba fijamente con las cejas enarcadas.
—¿El hijo pródigo regresa?
—Algo así.
Clary se puso en pie rápidamente y sacudió las piernas, calculando mentalmente cuánto tardarían en llegar a Chinatown en el metro, o si valía la pena apoquinar el dinero que Luke le había dado para un taxi. Probablemente no, decidió; si quedaban atrapados en el tráfico, tardarían más que en el metro.
—¿... ir contigo? —oyó terminar de decir a Simón, que estaba poniéndose en pie. El muchacho estaba un peldaño por debajo de ella, lo que hacía que tuvieran casi la misma estatura—. ¿Qué te parece?
Clary abrió la boca, luego la volvió a cerrar rápidamente.
—Esto...
—No has oído ni una palabra de lo que he dicho durante los últimos dos minutos, ¿verdad? —Simon sonaba resignado.
—No —admitió ella—, estaba pensando en Jace. Parecía como si estuviese mal. Lo siento.
Los ojos castaños de Simon se oscurecieron.
—¿Debo entender que vas a ir corriendo a vendarle las heridas?
—Luke me ha pedido que vaya —contestó ella—. Esperaba que vinieras conmigo.
Simon dio una patada al peldaño situado sobre el suyo.
—Lo haré, pero... ¿por qué? ¿No puede devolver Luke a Jace al Instituto sin tu ayuda?
—Probablemente. Pero cree que Jace puede estar dispuesto a hablar conmigo sobre lo que está sucediendo.
—Pensaba que a lo mejor podríamos hacer algo esta noche —protestó Simón—. Algo divertido. Ver una película. Cenar en el centro.
Ella le miró. A lo lejos, podía oír el chapoteo del agua en una fuente del museo. Pensó en la cocina de casa de Simón, en las manos húmedas de éste sobre su cabello, pero todo parecía muy lejano, incluso a pesar de que podía verlo mentalmente del modo en que se podía recordar la fotografía de un incidente sin realmente recordar ya el incidente mismo.
—Es mi hermano —dijo—, tengo que ir.
Simon pareció demasiado cansado incluso para suspirar.
—Entonces voy contigo.
El despacho de la trastienda de La Luna del Cazador estaba al final de un pasillo estrecho sobre el que habían esparcido serrín. Aquí y allí el serrín estaba revuelto por las pisadas y manchado con un líquido oscuro que no parecía cerveza. Todo el lugar olía a humo y apestaba, un poco como a... perro mojado, Clary tuvo que admitir, aunque nunca se lo habría dicho a Luke.
—No está de muy buen humor —informó Luke, deteniéndose frente a una puerta cerrada—. Lo encerré en el despacho de Freaky Pete después de que casi matara a la mitad de mi manada con sólo las manos. No ha querido hablar conmigo, así que —se encogió de hombros— pensé en ti. —Pasó la mirada del rostro desconcertado de Clary al de Simón—. ¿Qué?
—No puedo creer que haya venido aquí —repuso Clary.
—Y yo no puedo creer que conozcas a alguien llamado Freaky Pete —bromeó Simón.
—Conozco a muchas personas —respondió Luke—. No es que Freaky Pete sea estrictamente una persona, pero yo no soy quién para hablar.
Empujó la puerta del despacho y la abrió de par en par. Dentro se veía una habitación sencilla, sin ventanas, con banderines de deporte colgados en las paredes. Había un escritorio repleto de papeles sobre el que descansaba un televisor pequeño, y detrás de él, en un sillón cuya piel estaba tan cuarteada que parecía mármol veteado, estaba Jace.
En cuanto la puerta se abrió, Jace agarró un lápiz amarillo que descansaba sobre el escritorio y lo lanzó. Voló por los aires y golpeó la pared justo al lado de la cabeza de Luke, donde quedó clavado, vibrando. Los ojos de Luke se abrieron de par en par.
Jace sonrió débilmente.
—Lo siento, no me he dado cuenta de que eras tú.
Clary sintió que se le encogía el corazón. Hacía días que no había visto a Jace, y de algún modo parecía distinto; no era sólo la cara ensangrentada y los moretones, que eran nuevos, sino que la piel de su rostro parecía más tensa, los huesos más prominentes.
Luke señaló a Simon y a Clary con un gesto de la mano.
—Te he traído a alguien.
Los ojos de Jace fueron hacia ellos. Eran tan inexpresivos como si se los hubiesen pintado en el rostro.
—Por desgracia —dijo—, sólo tenía ese lápiz.
—Jace... —empezó a decir Luke.
—No quiero que él esté aquí. —Jace movió violentamente la barbilla en dirección a Simón.
—Eso no es justo. —Clary estaba indignada.
¿Es que había olvidado que Simon había salvado la vida a Alec, y que posiblemente les había salvado la vida a todos?
—Fuera, mundano —exclamó Jace, indicando la puerta.
Simon movió la mano.
—No pasa nada. Esperaré en el pasillo.
Salió sin dar un portazo, aunque Clary notó que deseaba hacerlo.
La muchacha volvió la cabeza hacia Jace.
—¿Tienes que ser tan...? —empezó, pero calló al ver su rostro, que parecía atormentado y curiosamente vulnerable.
—¿Desagradable? —finalizó él por ella—. Únicamente los días en los que mi madre adoptiva me echa de casa con instrucciones de no volver a ensombrecer su puerta otra vez. Por lo general, soy extraordinariamente bonachón. Ponme a prueba cualquier día que no esté entre el lunes y el domingo.
Luke frunció el ceño.
—Maryse y Robert Lightwood no son mis seres favoritos, pero no puedo creer que Maryse haya hecho eso.
Jace pareció sorprendido.
—¿Los conoces? ¿A los Lightwood?
—Estaban en el Círculo conmigo —respondió Luke—. Me sorprendió cuando me enteré de que dirigían el Instituto aquí. Al parecer hicieron un trato con la Clave, tras el Levantamiento, para asegurarse algún tipo de indulgencia, mientras que Hodge..., bueno, ya sabemos lo que le sucedió a Hodge. —Permaneció en silencio un momento—. ¿Ha dicho Maryse por qué te «exiliaba», por así decirlo?
—No se cree que yo pensara que era el hijo de Michael Wayland. Me acusó de estar de parte de Valentine todo el tiempo... diciendo que le ayudé a escapar con la Copa Mortal.
—Entonces, ¿por qué ibas a seguir aquí? —preguntó Clary—. ¿Por qué no haber huido con él?
—No quiso decirlo, pero sospecho que piensa que me quedé para ser un espía. Una víbora en su seno. No es que ella usara la palabra «seno», pero la idea estaba ahí.
—¿Un espía de Valentine? —Luke parecía consternado.
—Cree que Valentine supuso que, debido al afecto que me tenían, ella y Robert creerían cualquiera cosa que yo les dijera. Así que Maryse ha decidido que la solución es no sentir ningún afecto por mí.
—El afecto no funciona de ese modo. —Luke meneó la cabeza—. No puedes cerrarlo como un grifo. Especialmente si eres padre.
—No son realmente mis padres.
—La paternidad es más que un lazo de sangre. Han sido tus padres durante siete años en todos los aspectos que importan. Maryse simplemente se siente dolida.