Bajaron con el ascensor; la nave del Instituto estaba muy iluminada con luz mágica, además de las antorchas de costumbre, y se hallaba llena de miembros del Consejo y sus familias. Luke y Magnus estaban sentados en un banco, charlando; junto a Luke había una mujer alta de ojos azules que se parecía mucho a él. Se había rizado el cabello y se lo había teñido de un color gris castaño, pero Clary aún la reconocía: la hermana de Luke, Amatis.
Magnus se levantó al ver a Alec y fue a hablar con él; Izzy pareció reconocer a alguien en los bancos de más allá y salió disparada, como solía, sin detenerse a decir adónde iba. Clary fue a saludar a Luke y a Amatis, quien daba unas compasivas palmaditas en el hombro a su hermano; ambos parecían cansados. En cuanto vio a Clary, Luke se puso en pie y la abrazó. Amatis la felicitó por haber sido absuelta por el Consejo, y ella asintió; allí se sentía sólo a medias, la mayor parte de ella estaba como entumecida, y el resto respondía con piloto automático.
Veía a Magnus y a Alec con el rabillo del ojo. Estaban hablando; Alec muy cerca de Magnus, del modo en que las parejas parecían cerrarse el uno en el otro cuando hablaban, en su propio universo. Se alegraba de verlos felices, pero a la vez le dolía. Se preguntó si volvería a tener eso, o incluso si volvería a desearlo. Recordó la voz de Jace: «Nunca quiero querer a nadie que no seas tú».
—La Tierra llamando a Clary —dijo Luke—. ¿No quieres volver a casa? Tu madre se muere por verte, y le encantaría ponerse al día con Amatis antes de que ésta vuelva a Idris mañana. Pensaba que podríamos ir a cenar. Tú eliges el restaurante. —Estaba tratando de que no se le notara la preocupación en la voz, pero Clary se la notaba. Últimamente no había comido mucho, y la ropa comenzaba a quedarle grande.
—No tengo ganas de celebrarlo —respondió ella—. No después de que el Consejo haya rebajado la prioridad de la búsqueda de Jace.
—Clary, eso no significa que vayan a dejarlo —repuso Luke.
—Lo sé. Pero es que… Es como cuando dicen que una operación de búsqueda y rescate ha pasado a ser una búsqueda de cadáveres. Es así como suena. —Tragó saliva—. De todas formas, estaba pensando en ir a cenar a Taki’s con Isabelle y Alec —mintió—. Para… hacer algo normal.
Amatis miró hacia la puerta y entornó los ojos.
—Está lloviendo mucho.
Clary notó que los labios le formaban una sonrisa. Se preguntó si se veía tan falsa como ella creía.
—No me derretiré.
Luke le dio algo de dinero; se le veía claramente aliviado de que Clary fuera a hacer algo tan normal como salir con sus amigos.
—Pero prométeme que comerás algo.
—Vale. —A través de la punzada de culpabilidad, consiguió dirigir una auténtica medio sonrisa a Luke antes de darse la vuelta.
Alec y Magnus ya no estaban donde hacía un momento. Clary miró alrededor y vio el largo cabello negro de Izzy entre la multitud. Se hallaba junto a la enorme puerta doble del Instituto, hablando con alguien a quien Clary no podía ver. Ésta fue hacia allí; al acercarse, se sorprendió un poco al ver que una del grupo era Aline Penhallow. Su brillante cabello negro estaba cortado elegantemente justo sobre los hombros; lo llevaba apartado del rostro, mostrando que tenía las orejas ligeramente puntiagudas. Llevaba el hábito del Consejo, y cuando Clary se acercó, vio que los ojos de la chica eran brillantes y de un tono verde azulado muy poco corriente, un color que hizo que los dedos de Clary ansiaran sujetar sus lápices de colores por primera vez en dos semanas.
—Debe de ser muy raro eso de que tu madre sea la nueva Cónsul —estaba diciendo Isabelle a Aline cuando Clary se unió a ellas—. Aunque Jia sea mucho mejor que… Ey, Clary. Aline, ¿recuerdas a Clary?
Las dos chicas intercambiaron una inclinación de cabeza. Una vez, Clary se había topado con Aline besando a Jace. En aquel momento había sido horrible, pero el recuerdo no le molestaba. Lo cierto era que se habría sentido muy aliviada si se hubiera topado allí con Jace besando a quien fuera. Al menos significaría que estaba vivo.
—Y ésta es la novia de Aline, Helen Blackthorn —dijo Isabelle con mucho énfasis. Clary le lanzó una mirada asesina. ¿Acaso pensaba que era idiota? Además, recordaba a Aline diciéndole que había besado a Jace sólo como un experimento, para ver si algún chico era su tipo. Al parecer la respuesta había sido negativa—. La familia de Helen dirige el Instituto de Los Ángeles. Helen, te presento a Clary Fray.
—La hija de Valentine —soltó Helen. Parecía sorprendida y un poco impresionada.
Clary hizo una mueca.
—Intento no pensar demasiado en eso.
—Perdón. Entiendo por qué. —Helen se sonrojó. Tenía la piel muy pálida, con un ligero brillo, como una perla—. He votado para que el Consejo siguiera priorizando la búsqueda de Jace, por cierto. Lamento que no hayamos ganado.
—Gracias. —Clary no quería hablar de eso, así que se volvió hacia Aline—. Felicidades por el nombramiento de tu madre. Ser Cónsul debe de ser muy excitante.
Aline se encogió de hombros.
—Ahora tiene mucho más trabajo. —Se volvió hacia Isabelle—. ¿Sabías que tu padre se propuso para el cargo de Inquisidor?
Clary notó que Izzy se quedaba helada a su lado.
—No. No lo sabía.
—Me ha sorprendido —añadió Aline—. Pensaba que estaba muy entregado a la dirección de este Instituto… —Calló de golpe y miró más allá de Clary—. Helen, me parece que tu hermano está intentando hacer el mayor charco de cera fundida del mundo. Tal vez quieras impedirlo.
Helen soltó un exasperado resoplido, murmuró algo sobre los preadolescentes y desapareció entre la gente justo cuando Alec se abría paso hasta ellos. Abrazó a Aline; a veces, Clary se olvidaba de que los Penhallow y los Lightwood hacía años que se conocían. Alec miró a Helen entre la gente.
—¿Ésa es tu novia?
Aline asintió.
—Helen Blackthorn.
—He oído que en su familia hay algo de sangre de hada —comentó Alec.
«Ah», pensó Clary. Eso explicaba las orejas puntiagudas. La sangre de nefilim era dominante, y el hijo de una hada y de un cazador de sombras sería también un cazador de sombras pero, algunas veces, la sangre de hada se mostraba de formas raras, incluso varias generaciones después.
—Un poco —admitió Aline—. Mira, quería darte las gracias, Alec.
El chico la miró perplejo.
—¿Por qué?
—Por lo que hiciste en la Sala de los Acuerdos —contestó Aline—. Besar así a Magnus. Eso me dio el empujón que necesitaba para decirles a mis padres… para salir del armario. Y de no haberlo hecho, no creo que, cuando conocí a Helen, hubiera tenido el valor de decirle nada.
—Oh. —Alec parecía sorprendido, como si nunca hubiera considerado el impacto que sus acciones podían tener en alguien fuera de su familia cercana—. Y tus padres… ¿lo llevan bien?
Aline puso los ojos en blanco.
—Más bien como si no lo supieran, como si así, si no hablan de ello, fuera a olvidarse —explicó Aline. Clary recordó lo que Isabelle le había contado sobre la actitud de la Clave hacia sus miembros gais: «Si pasa, no hablas de ello»—. Pero podría ser peor.
—Podría ser mucho peor —coincidió Alec, y había un tono sombrío en su voz que hizo que Clary lo mirara fijamente.
Aline puso cara de compadecerlo.
—Lo siento —dijo—. Si tus padres no son…
—No tienen ningún problema con eso —repuso Isabelle, un poco demasiado tajante.
—Bueno, como sea. No debería haber dicho nada ahora. No con Jace desaparecido. Debéis de estar muy preocupados. —Respiró hondo—. Sé que la gente seguramente os habrá soltado todo tipo de estupideces sobre él, como hacen cuando realmente no saben qué decir. Yo sólo… quería contaros algo. —Impaciente, se apartó de uno que pasaba y se acercó más a los Lightwood y a Clary, bajando la voz—. Alec, Izzy, recuerdo una vez que vinisteis a vernos a Idris. Yo tenía trece años y Jace tenía… creo que tenía doce. Quería ver el Bosque de Brocelind, así que un día cogimos prestados unos caballos y fuimos allí. Como era de esperar, nos perdimos. Brocelind es impenetrable. Oscureció, y el bosque parecía cada vez más espeso. Yo estaba aterrorizada, pensaba que íbamos a morir allí. Pero Jace no tuvo miedo. No dudó ni por un momento de que encontraríamos la salida. Tardamos horas, pero lo logramos. Él nos sacó de allí. Yo le estaba muy agradecida, pero él sólo me miró como si estuviera loca. Como si todo el rato hubiera sido evidente que nos iba a sacar de allí. Fracasar no era una opción. Lo único que digo es que encontrará su camino para volver con vosotros. Lo sé.