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Tita se sentía culpable de haber participado de este secreto. No sabía qué hacer con estas cartas. Pensó en quemarlas pero ella no era quién para hacerlo; si su madre no se había atrevido, ella menos. Guardó todo tal y como lo había encontrado y lo puso en su lugar.

Durante el entierro Tita realmente lloró por su madre. Pero no por la mujer castrante que la había reprimido toda la vida, sino por ese ser que había vivido un amor frustrado. Y juró ante su tumba que ella nunca renunciaría al amor, pasara lo que pasara. En esos momentos estaba convencida de que su verdadero amor era John. El hombre que estaba a su lado apoyándola incondicionalmente. Pero en cuanto vio que se acercaba un grupo de gentes al panteón y distinguió a lo lejos la silueta de Pedro acompañado de Rosaura ya no estuvo tan segura de sus sentimientos.

Rosaura, luciendo una gran panza de embarazada, caminaba lentamente. En cuanto vio a Tita se le acercó y la abrazó llorando desconsoladamente. Le seguía en turno Pedro. En cuanto Pedro la abrazó su cuerpo vibró como una gelatina. Tita bendijo a su madre por darle el pretexto de poder volver a ver y abrazar a Pedro. Inmediatamente después, se retiró bruscamente. Pedro no se merecía el que lo quisiera tanto. Había mostrado debilidad al irse lejos de ella y eso no se lo perdonaba.

John tomó a Tita de la mano durante el regreso al rancho, y Tita a su vez, lo tomó del brazo enfatizando que entre ellos había algo más que amistad. Quería provocarle a Pedro los mismos dolores que ella siempre había sentido al verlo al lado de su hermana.

Pedro los observó con los ojos entrecerrados. No le gustaba nada la familiaridad con la que John se acercaba y con la que Tita le hablaba al oído. ¿Qué era lo que estaba pasando? Tita le pertenecía y no iba a permitir que se la quitaran. Mucho menos ahora que había desaparecido el mayor impedimento para su unión: Mamá Elena.

Continuará… Siguiente receta: Champandongo

VIII. Agosto. Champandongo

INGREDIENTES:

¼ de carne molida de res ¼ de carne molida de puerco 200 g de nueces 200 g de almendras 1 cebolla

1 acitrón

2 jitomates azúcar

¼ de crema

¼ de queso manchego

¼ de mole

comino

caldo de pollo

tortillas de maíz

aceite

Manera de hacerse:

La cebolla se pica finamente y se pone a freír junto con la carne en un poco de aceite. Mientras se fríe, se le agrega el comino molido y una cucharada de azúcar.

Como de costumbre, Mita lloraba mientras picaba la cebolla. Tenía la vista tan nublada que sin darse cuenta se cortó un dedo con el cuchillo. Lanzó un grito de rabia y prosiguió como si nada con la preparación del champandongo. En esos momentos no se podía dar ni siquiera un segundo para atenderle la herida. Hoy por la noche vendría John a pedir su mano y tenla que prepararle una buena cena en tan sólo media hora. A Tita no le gustaba cocinar con premura.

Siempre le daba a los alimentos el tiempo adecuado y preciso para su cocimiento y procuraba organizar sus actividades de tal manera que le dieran la tranquilidad que se necesita en la cocina para poder preparar platillos suculentos y en su punto exacto. Ahora estaba tan atrasada que sus movimientos eran agitados y apremiantes y por lo tanto propensos a provocar este tipo de accidentes.

El principal motivo de su atraso era su adorable sobrina, que había nacido tres meses antes, al igual que Tita, de una manera prematura. A Rosaura le afectó tanto la muerte de su madre que anticipó el alumbramiento de su hija y quedó imposibilitada para amamantarla. Es esta ocasión Tita no pudo o no quiso adoptar el papel de nodriza, como en el caso de su sobrino, es más, ni siquiera lo intentó, tal vez por la experiencia demoledora que tuvo cuando la separaron del niño. Ahora sabía que no había que establecer relaciones tan intensas con niños que no eran propios.

Prefirió en cambio proporcionarle a Esperanza la misma alimentación que Nacha había utilizado con ella cuando era una indefensa criatura: atoles y tés.

La bautizaron con el nombre de Esperanza a petición de Tita. Pedro había insistido en que la niña llevara el mismo nombre de Tita, Josefita. Pero ella se negó terminantemente. No quería que el nombre influyera en el destino de la niña. Bastante tenia ya con el hecho de que al haber nacido, su madre tuviera una serie de alteraciones que obligaron a John a practicarle una operación de urgencia para salvarle la vida, y quedara imposibilitada para volverse a embarazar.

John le habla explicado a Tita que algunas veces, por causas anormales, la placenta no sólo se implanta en el útero, sino que echa raíces dentro del mismo, por tanto, al momento en que el niño nace, la placenta no puede desprenderse. Está tan firmemente afianzada que si una persona inexperta trata de ayudar a la madre y jala la placenta utilizando el cordón umbilical, se trae junto con ella el útero completo. Entonces hay que operar de emergencia, extrayendo el útero y dejando a esta persona incapacitada para embarazarse por el resto de su vida.

Rosaura fue intervenida quirúrgicamente, no por falta de experiencia de John, sino porque no había de otra para poder desprenderle la placenta. Por tanto Esperanza sería su única hija, la más pequeña y, para acabarla de amolar, ¡mujer! Lo cual, dentro de la tradición familiar significaba que era la indicada para cuidar a su madre hasta el fin de sus días. Tal vez Esperanza echó raíces en el vientre de su madre porque sabia de antemano lo que le esperaba en este mundo. Tita rezaba para que por la mente de Rosaura no se cruzara la idea de perpetuar la cruel tradición.

Para ayudar a que así fuera, no quiso darle ideas con el nombre y presionó día y noche hasta lograr que la llamaran Esperanza.

Sin embargo, había una serie de coincidencias que asociaban a esta niña con un destino parecido al de Tita, por ejemplo, por mera necesidad pasaba la mayor parte del día en la cocina, pues su madre no la podía atender y su tía sólo le podía procurar esmero dentro de la cocina, así que con tés y atoles crecía de lo más sana entre los olores y los sabores de este paradisíaco y cálido lugar.

A la que no le caía muy bien que digamos esta costumbre era a Rosaura, sentía que Tita le quitaba a la niña por demasiado tiempo de su lado y en cuanto se recuperó por completo de la operación pidió que inmediatamente después de que Esperanza tomara sus alimentos la regresaran a su cuarto para dormirla junto a su cama, donde era su lugar. Esta disposición llegó demasiado tarde, pues la niña para ese entonces ya se había acostumbrado a estar en la cocina y no fue tan fácil sacarla de ella. Lloraba muchísimo en cuanto sentía que se alejaba del calor de la estufa, al grado que lo que Tita tenía que hacer era llevarse a la recámara el guisado que estuviera cocinando, para así lograr engañar a la niña, que al oler y sentir de cerca el calor de la olla en la que Tita cocinaba conciliaba el sueño. Tita regresaba entonces la enorme olla a la cocina y proseguía con la elaboración de la comida.

Pero el día de hoy la niña se había lucido, es muy probable que presintiera que su tía pensaba casarse e irse del rancho, y que entonces ella iba a quedar a la deriva, pues no dejó de llorar en todo el día. Tita subía y bajaba las escaleras llevando ollas con comida de un lado a otro. Hasta que pasó lo que tenía que pasar: tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Cuando bajaba por octava ocasión tropezó y la olla con el mole para el champandongo rodó escaleras abajo. Junto con ella se desperdigaron cuatro horas de intenso trabajo picando y moliendo ingredientes.

Tita se sentó en un escalón con la cabeza entre las manos para tomar aire. Se había levantado a las cinco de la mañana para que las carreras no se apoderaran de ella y todo había sido en vano. Ahora tenia que preparar nuevamente el mole.

Pedro no podía haber elegido peor momento para hablar con Tita, pero aprovechando que la encontró en las escaleras, aparentemente tomando un descanso, se le acercó con la intención de convencerla de que no se casara con John.