James presionó un dedo contra su boca para ocultar una triunfante sonrisa. Ella era culpable de algo. Un rubor así no surgía sin motivo.
"No, no, esta bien," tartamudeó ella. "Yo, ah, yo, en realidad debería aprender a mirar por donde voy. "
"¿Qué le trae por aquí? " le preguntó James. "Tenía la impresión de que la mayor parte de sus obligaciones requerían su presencia en la casa. "
"Lo hago. Quiero decir, lo hacen. Pero en realidad me enviaron a buscarle. A Lady Danbury le gustaría hablar con usted. "
Los ojos de James se estrecharon. No dudó de la muchacha; obviamente era demasiado inteligente para mentir sobre algo que podría ser fácilmente comprobado. ¿Pero por qué, entonces, había registrado su casa?
La charla podía revelarle algo. Y por el bien de su tía, él tenía que averiguar qué. Él había tenido que interrogar anteriormente a mujeres, y siempre era capaz de sonsacarles lo que necesitaba saber. De hecho, sus superiores en el Ministerio de Defensa se burlaban a menudo de que había perfeccionado el arte de interrogar a las mujeres.
Las mujeres, había llegado a la conclusión hacía tiempo, eran de naturaleza algo diferente a los hombres. Ellos eran básicamente introvertidos. Todo que uno tenía que hacer era preguntar a una mujer sobre ella misma, y probablemente contaría su vida al completo. Había una o dos excepciones a esta regla, desde luego, Lady Danbury por ejemplo era una, pero-
"¿Va algo mal? " preguntó la señorita Hotchkiss.
"¿Disculpe? "
"Estaba tan callado," indicó ella, mordiéndose luego el labio.
"Simplemente distraído," mintió James. "Confieso que no puedo pensar en por qué Lady Danbury requiere mi presencia. La vi a primera hora esta mañana. "
Elizabeth abrió la boca, pero no tenía ninguna respuesta. “No lo sé," dijo finalmente. "He descubierto que es mejor no preguntarse por los motivos de Lady Danbury. Me agota el cerebro tratar de entender cómo trabaja su mente."
James se rió entre dientes a su pesar. No quería que le gustara esta muchacha, pero ella pareció encarar la vida con extraña gracia y humor. Y seguramente había descubierto el mejor modo de tratar con su tía. Asiente a todo lo que diga y haz lo que tú creas- eso siempre le había funcionado a él.
James extendió el brazo, y se dispuso a encantarla hasta que ella le revelara todos sus secretos."¿Me acompañará a la mansión? Por supuesto, siempre que no tenga nada más que hacer aquí fuera "
"No. "
James elevo las cejas interrogante.
"Quiero decir que no, no tengo nada más que hacer. " Elizabeth sonrió débilmente. "Y sí, estaría encantada de acompañarle. "
"Excelente," dijo James suavemente. "No puedo esperar a profundizar nuestra relación. "
Elizabeth respiró profundamente mientras deslizaba su brazo en el de él. Ella había metido la pata con su última declaración, pero por lo demás, pensó que se había atenido a las reglas de la señora Seeton con admirable diligencia. Incluso se las había arreglado para hacer sonreír al señor Siddons, lo cual tenía que figurar en alguna parte de aquellos edictos. Y si no figuraba, debería hacerlo. Seguramente los hombres apreciaban a una mujer que sabía cómo dar una respuesta ingeniosa.
Elizabeth frunció el ceño. Quizás esto quedaba incluido en la parte de ser única…
"Parece bastante seria," dijo James.
Elizabeth dio un respingo. ¡Maldición!. Tenía que mantener la mente enfocada en este caballero. ¿No decía en alguna parte del libro algo sobre prestar a un caballero completa atención? Tendría que ser durante cinco minutos, antes de que una cortara la conversación, desde luego.
"Casi,"continuó él, "como si estuviera profundamente concentrada en algo.”
Elizabeth casi gimió en voz alta. Era demasiado para que su encanto apareciera con facilidad. Ella no estaba muy segura de como esto se aplicaba a la presente situación, pero estaba bastante segura que una, realmente, no debía dar la impresión de que seguía una guía.
"Desde luego," prosiguió el señor Siddons, obviamente inconsciente de su angustia, "yo siempre he encontrado que las mujeres serias eran las más fascinantes. "
Podía hacerlo. Ella sabía que podría. Era una Hotchkis, caray, y podría hacer cualquier cosa si ponía su empeño en ello. Tenía que encontrar un marido, pero más importante aún, primero tenía que aprender a encontrar marido. Y en cuanto al señor Siddons, pues estaba a mano, y tal vez fuera un poco despiadado usarlo como conejillo de indias, pero una mujer hacia lo que tenía que hacer. Y ella era una mujer desesperada.
Se dio la vuelta, con una brillante sonrisa pegada su cara. Iba a encantar a este hombre hasta que… hasta que… bien, hasta que él estuviera encantado.
Abrió la boca para deslumbrarlo con algún comentario ingenioso y sofisticado, pero antes de que ella pudiera ni siquiera formar un sonido, él se inclinó más cerca, sus ojos cálidos y peligrosos, y dijo, "Me siento insoportablemente curioso sobre esta sonrisa. "
Elizabeth parpadeó. Si no estuviera segura de que era imposible, habría pensado que él trataba de encantarla.
No, pensó ella, con una sacudida mental de cabeza. Era imposible. Él apenas la conocía, y aunque ella no era la muchacha más fea de todo Surrey, tampoco era ninguna sirena.
"Le pido perdón, señor Siddons," dijo ella encantadoramente. "Como usted, soy propensa a perderme en mis propios pensamientos. Y ciertamente no quise ser grosera. "
Él negó con la cabeza. "No ha sido grosera. "
"Pero, usted… " ¿Qué había leído Susan en el libro? Invite siempre a un hombre a hablar de él mismo. Los hombres estaban básicamente abstraídos en si mismos.
"¿Señorita Hotchkiss? "
Ella se aclaró la garganta y estampó otra sonrisa sobre su cara. "Correcto. Bien, verá, yo en realidad me preguntaba sobre usted. "
Hubo una breve pausa, y luego él dijo, "¿Sobre mí? "
"Desde luego. No todos los días tenemos a una persona nueva aquí, en Danbury House. ¿De dónde es usted? "
"De aquí y allí,” contestó James evasivamente. "Últimamente, Londres. "
"Qué excitante," contestó ella, tratando de mantener su voz apropiadamente emocionada. Ella odiaba Londres. Era sucio, maloliente y abarrotado. “¿Y siempre ha sido un administrador de fincas? "
"Nooo," dijo él despacio. "No hay muchas grandes propiedades rurales en Londres."
"Oh, sí," refunfuñó ella. "Desde luego. "
Él inclinó la cabeza y la miró fija y cálidamente. “¿Usted ha vivido siempre aquí? "
Elizabeth asintió. "Mi vida entera. No puedo imaginar vivir en otro sitio. No hay nada, realmente, tan encantador como el campo inglés en primavera. Y uno seguramente no puede – " Ella se detuvo. Ella, se suponía, no debía hablar de si misma.
Los instintos de James saltaron, alerta. ¿Qué había estado a punto de decir?
Ella revoloteó sus pestañas. "Pero usted no quiere saber sobre mí. "
"Ah, pero sí quiero," contestó él, obsequiándola con su más intensa y ardiente mirada. A las mujeres les gustaba que las miraran fijamente.
No a esta mujer, por lo visto. Ella sacudió la cabeza y tosió.
"¿Sucede algo? " preguntó él.
Ella negó con la cabeza rápidamente, pero parecía como si acabara de tragarse una araña. Entonces – y aunque no tenía sentido, él podría jurar que lo vio – ella enderezó sus hombros como si se preparara para enfrentarse a alguna horrible tarea, y dijo con un dulzor imposible, "Estoy segura de que usted ha llevado una vida mucho más interesante que la mía, señor Siddons. "
"Ah, pero estoy seguro que eso no es verdad. "
Elizabeth se aclaró la garganta, tentada de estampar el pie contra el suelo de la frustración. Esto no funcionaba en absoluto. Se suponía que los caballeros preferían hablar de ellos mismos, y todo lo que él hacía era preguntar sobre ella. Elizabeth tenía la rara impresión que él jugaba a algun tipo de juego con ella.