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"Señor Siddons," dijo, esperando haber sido capaz de eliminar todo rastro de frustración de su voz, “he vivido en Surrey desde que nací. ¿Cómo podría haber sido mi vida más interesante que la suya? "

Él extendió la mano y le rozó la barbilla. "De alguna manera, señorita Hotchkiss, tengo el presentimiento de que usted podría fascinarme indefinidamente si usted así lo eligiera. "

Elizabeth jadeó y luego dejó totalmente de respirar. Ningún hombre la había tocado nunca de esa forma, y ella era, probablemente, la peor clase de desvergonzada por pensar así, pero había algo casi hipnótico en el calor de su mano.

"¿No cree usted? " susurró él.

Elizabeth se balanceó hacia él durante unos segundos eternos, y luego oyó la voz de la señora Seeton- quién, a propósito, sonaba notablemente como Susan- en su cabeza.

"Si eres tú quien finaliza la conversación," susurró la voz de Susan, “él fantaseará sobre lo que podrías haber dicho después. "

Así que Elizabeth, quién nunca había sentido la embriagadora felicidad de saber a un hombre interesado, volvió a enderezar la columna por segunda vez esa mañana y dijo con notable firmeza, "Realmente debo irme, señor Siddons. "

Él negó con la cabeza despacio, sin apartar nunca sus ojos de su cara. “¿Cuáles son sus intereses, señorita Hotchkiss? " le preguntó. "¿Sus aficiones? ¿Sus inquietudes? Usted me parece una señorita extraordinariamente inteligente. "

Ah, definitivamente estaba engatusándola. No la conocía el tiempo suficiente para haberse formado una opinión sobre su intelecto. Sus ojos se entrecerraron. Queria saber lo que le interesaba, ¿verdad? Bien, entonces, se lo diría.

"Lo que realmente me gusta," dijo ella con los ojos muy abiertos y brillantes, "es cultivar mi huerta. "

"¿Su huerta? " se ahogó él.

"Oh, sí. Nuestra primera cosecha de este año es de nabos. Muchos nabos. ¿Le gustan los nabos? "

"¿Nabos? "repitió él.

Ella asintió enérgicamente con la cabeza. "Nabos. Algunos los encuentran aburridos, bastante insípidos, en realidad, pero es el tubérculo más fascinante que encontrará jamás. "

James miró alternativamente a uno y otro lado buscando una vía de escape. ¿De qué demonios hablaba esta muchacha?

“¿Ha cultivado alguna vez nabos? "

"Ah… no, nunca. "

"Es una pena," dijo ella con gran sentimiento. "Uno puede aprender mucho sobre la vida de los nabos. "

La cabeza de James avanzó un poco con incredulidad. Esto tenía que oírlo. "¿De verdad? ¿Y qué, cuénteme, puede uno aprender? "

"Uh… "

Lo sabía. Ella lo estaba embaucando. ¿Qué estaba tramando? Él sonrió inocentemente. “ ¿Decía usted? "

"¡Diligencia! " exclamó ella. "Uno puede aprender mucho sobre la diligencia. "

“¿De verdad? ¿Y cómo es eso? "

Elizabeth suspiró dramáticamente. “Señor Siddons, si tiene que preguntarlo, entonces, me temo, que no lo entenderá nunca. "

Mientras James trataba de digerir aquella declaración, ella gorjeó, “Oh, mire, ya estamos de vuelta en Danbury House. Por favor diga a Lady Danbury que estaré en la rosaleda por si me necesita. "

Y luego, sin ni siquiera despedirse, escapó.

James permaneció allí, de pie, durante un momento, tratando de encontrarle sentido a lo que tenía que haber sido la conversación más extraña de toda su vida. Y cuando se quiso dar cuenta, la sombra de ella doblaba la esquina del edificio.

La rosaleda, y un carajo. La maldita muchacha estaba al acecho a la vuelta de la esquina, todavía espiándolo. Averiguaría lo que ella tramaba aunque fuera lo último que hiciera.

* * *

Diez horas más tarde, Elizabeth arrastró sus cansados pies a través de la puerta de la casita de los Hotchkiss. Susan la esperaba, lo cual era poco sorprendente, sentada sobre el primer escalón de la escalera del fondo, con Cómo casarse con un Marqués todavía asido en su mano.

"¿Qué ha pasado? " exclamó Susan, poniéndose de pie de un salto. "¡Cuéntamelo todo! "

Elizabeth luchó contra el impulso de sufrir un colapso debido a un ataque de mortificante risa. "Oh, Susan," dijo Elizabeth, con un lento asentimiento. "Hemos dominado el Edicto Número Uno. Él, definitivamente, piensa que soy única. "

Capitulo 4

“¿No hace un día precioso? "

Elizabeth miró a través de la mesa de desayuno el alegre rostro de su hermana. La sonrisa de Susan tan sólo era eclipsada por el sol, que prometió otro día de extraordinario buen tiempo.

"¿No lo es? " insistió Susan.

Elizabeth simplemente la ignoró y siguió apuñalando su panecillo con un cuchillo.

"¿Si no te lo vas a comer, puedo hacerlo yo? " preguntó Lucas.

Elizabeth comenzó a empujar su plato a través de la mesa.

"¡Espera! Yo quiero un poco, también," pidió Jane.

Elizabeth retiró el plato, partió por la mitad los restos del brutalmente tratado panecillo, y empujándolo de nuevo se recostó.

"Estás bastante gruñona esta mañana," dijo Jane mientras agarraba su parte.

"Sí. Sí lo estoy. "

Como si de una coreografía se tratara, los tres Hotchkiss más jovenes retrocedieron e intercambiaron miradas. Era raro que Elizabeth sacara el mal carácter, pero cuando ella estaba así…

"Creo que saldré fuera a jugar," dijo Lucas, levantándose tan rápidamente que volcó su silla.

"Y yo creo que voy contigo," dijo Jane, empujando el resto del panecillo en su boca.

Los dos niños salieron disparados por la puerta de la cocina. Elizabeth clavó una mirada bastante insolente en dirección a Susan.

"Yo no voy a ninguna parte," dijo Susan. "Tenemos demasiado de lo que hablar. "

“¿Quizás no has notado que no estoy de humor para conversar? " Elizabeth tomó su taza de té y le dio un sorbo. Estaba tibio. Dejó la taza en la mesa y puso más agua a calentar sobre la estufa.

Ayer había sido un fiasco total. Un completo desastre. ¿En qué había estado pensando? Se suponía que debería haber estado practicando sus habilidades sociales y en cambio ella se había dedicado a charlar sobre nabos.

¡Nabos!

Ella odiaba los nabos.

Había tratado de decirse que no había tenido otra opción. Había más en el señor Siddons de lo que se veía a primera vista, y él, claramente, había estado practicando su propio juego con ella. ¿Pero nabos? ¿Por qué tuvo que ella que escoger los nabos? ¿Y por qué había dicho que tenían algo que ver con la diligencia? ¡Dios mío!, ¿Cómo podría explicar eso?

Él, probablemente, ya habría hablado a todo Danbury House sobre su extraña fascinación con el cultivo de raíces comestibles. Cuando ella llegara al trabajo esa mañana, la historia, seguramente habría circulado desde los establos a la cocina y más. Todos se estarían riendo de ella. Y aunque le importaba un comino la pérdida del señor Siddons como "un fingido marqués," iba a tener que trabajar con el hombre durante meses -años tal vez! Y él probablemente pensaba que ella estaba loca.

Elizabeth dio un paso en dirección a la escalera. "Voy a ponerme enferma. "

"¡Oh, no, no lo harás! " exclamó Susan, deslizándose alrededor de la mesa y agarrando el brazo de Elizabeth. "Vas a ir a Danbury House esta mañana aunque acabe contigo. "

"Acabará conmigo. Créeme. "

Susan plantó su mano libre en su cadera. "Nunca pensé que fueras una cobarde, Elizabeth Hotchkiss. "

Elizabeth liberó su brazo y fulminó con la mirada a su hermana. "No soy una cobarde. Sólo que sé cuando una batalla esta perdida. Y creéme, ésta tiene Waterloo escrito por todas partes. "

"Ganamos en Waterloo," indicó Susan con una sonrisa satisfecha.

"Esta vez somos los franceses," exclamó Elizabeth. "Te digo que el señor Siddons no es una buena opción. "

"¿Qué hay de malo en él? "

"¿Qué hay de malo en él? ¿Qué hay de malo en él? " La voz de Elizabeth se elevó por la frustración. "No hay nada malo en él. Todo está mal con él. "