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"Una idea excelente," murmuró él, siguiéndolo alrededor de la parte de atrás de los setos. Los arbustos tenían unos doce pies de altos, ocultándolos completamente de la vista de la casa. Para su sorpresa, tan pronto como Elizabeth torció la esquina alrededor de la parte trasera de los setos, comenzó a correr. Bien, quizás no a correr, pero ciertamente se movía a medio camino entre un paso enérgico y un trote.

Sus piernas eran mucho más largas que las de ella, sin embargo, y todo lo que tuvo que hacer para mantener su ritmo fue alargar su zancada. "¿Es realmente necesaria tanta prisa? " preguntó.

Ella se volvió, pero sin dejar de andar. "Estoy muy preocupada por Lady Danbury," dijo, y luego reanudó su paso apresurado.

James vio esta ocasión de estar a solas con Elizabeth como una excelente oportunidad para estudiarla, pero su pragmatismo lo obligó a comentar, "Seguramente la vida en Danbury House no es tan aburrida como para que el acontecimiento más excitante del verano sea que una mujer de sesenta y seis años duerma una siesta. "

Ella se giró otra vez. "Lo lamento si encuentra mi compañía aburrida, pero si lo recuerda, no le he obligado a acompañarme. "

"Oh, su compañía es cualquier cosa excepto aburrida," dijo él, deslumbrándola con su sonrisa más zalamera. "Simplemente no entiendo la gravedad de la situación. "

Ella se detuvo bruscamente, plantó las manos sobre sus caderas, y clavó en él una severa mirada.

"Con esa postura, seria una institutriz endemoniadamente buena" dijo burlonamente.

"Lady Danbury nunca duerme la siesta," dijo ella con los dientes apretados y fulminándolo con la mirada por ese último comentario. "Ella vive y respira rutina. Dos huevos y tres pedazos de tostada para desayunar. Todos los días. Treinta minutos de bordado. Todos los días. La correspondencia es clasificada y contestada a las tres de la tarde. Todos los días. Y – "

James alzó una mano. "Ya lo he entendido. "

"Ella nunca duerme siesta. "

Él asintió lentamente, preguntándose qué podía decir a estas alturas de la conversación.

Ella soltó un ‘hmmphing’ final, y luego dándose media vuelta, volvió a caminar a toda velocidad. James la siguió, caminando con amplias y fáciles zancadas. La distancia entre ambos se fue ensanchado ligeramente, y él acababa de admitir para si mismo la necesidad de aumentar su velocidad a un ligero trote cuando se percató de una protuberante raíz de árbol un poco más adelante.

"Cuidado con- "

Ella aterrizó sobre la tierra, con un brazo revoloteando hacia atrás cual ave voladora, y el otro estirado hacia delante para detener su caída.

" – raíz," terminó él. Se precipitó hacia ella. "¿Se ha hecho daño? "

Ella sacudió la cabeza y refunfuñó, "Por supuesto que no," pero temblaba mientras lo decía, así que James no se sentía muy inclinado a creerla.

Se acuclilló a su lado y se estiró hacia la mano que ella había extendido para amortiguar su caída. "¿Cómo tiene la mano? "

"Estoy bien," insistió ella, retirando la mano, y sacudiendo la tierra y la grava que se habías incrustado en su piel.

"Me temo que debo insistir en verificarlo por mi mismo. "

"De alguna manera," se quejó ella, "esto tiene que ser por su culpa. "

Él no pudo contener una sonrisa sorprendida. "¿Por mi culpa? "

"No estoy segura de cómo o por qué, pero si hay justicia en este mundo, esto es por su culpa."

"Si es por mi culpa," dijo él con lo que pensó era suma gravedad, “entonces realmente debo compensarla ocupándome de sus heridas. "

"No tengo – "

"Raramente acepto un no por respuesta. "

Con un ruidoso suspiro, ella le tendió la mano, murmurando un bastante descortés, "Aquí".

James giró su muñeca suavemente. Ella no reaccionó hasta que él cautelosamente doblo su mano hacia atrás. "¡Oh! " exclamó Elizabeth, evidentemente irritada con ella misma por demostrar dolor.

"No ha dolido demasiado," dijo rápidamente. "Estoy segura de que no me la he torcido. "

"Estoy seguro de que tiene razón," accedió él. No había ningun signo de hinchazón. "Pero debería usar mas la otra durante al menos un día. Y tal vez podría desear volver a la casa y conseguir un poco de hielo o un trozo frío de carne para ponérselo sobre la muñeca. "

"No tengo tiempo," dijo ella enérgicamente, poniéndose en pie. "Debo comprobar que Lady Danbury está bien. "

“Si en efecto está, como teme, durmiendo una siesta, entonces me inclino a pensar que su temor de que se fuge es algo exagerado. "

Elizabeth lo fulminó con la mirada.

"En otras palabras," él dijo, tan suavemente como pudo, “no hay ninguna necesidad de que arriesgue su vida y su integridad física precipitándose. "

Podía verla meditar sobre sus palabras, pero finalmente se limitó a sacudir la cabeza y dijo, “Es libre de tomar sus propias decisiones. " Y dando media vuelta, salió corriendo.

James soltó un gemido, tratando de recordar por qué continuaba yendo tras ella, de todos modos. Tía Agatha, se recordó. Todo esto era por Tía Agatha. Tenía que averiguar si Elizabeth era la chantajista.

Sus tripas le decían que no lo era – nadie que exhibiera el tipo de preocupación que ella mostraba por una autoritaria y, bastante a menudo, increíblemente fastidiosa anciana, la chantajearía.

Aún así James no tenía a ningún otro sospechoso, así que salió al trote tras ella. Cuando Elizabeth dobló la esquina, la perdió la vista, pero sus largas zancadas hicieron que pronto la encontrara, todavía sana y salva, de espaldas al seto, con la cabeza vuelta de modo que espiaba por encima de su hombro.

"¿Qué ve? " preguntó él.

"Nada," confesó ella, "pero me parece que he conseguido un calambre horrible en el cuello."

James dominó la sonrisa que sintió burbujeando dentro de él y mantuvo el tono serio cuando dijo, "¿Le importaría mirarme? "

Ella volvió la cabeza al frente y luego, con una mueca de incomodidad, la inclinó a un lado y la volvió a erguir. James se estremeció cuando oyó un ruidoso crujido.

Ella se frotó el cuello. "¿ Cree que puede hacerlo sin ser visto? "

Imágenes de sus pasadas misiones- en Francia, en España, y también aquí, en Inglaterra, pasaron por su mente. James era un experto en no ser visto. "Oh", dijo desenvueltamente, "creo que me las arreglaré."

"Muy bien. " Ella retrocedió. "Pero si usted sospecha -aunque sólo sea por un segundo – que ella puede verle, retroceda. "

James sonrió ampliamente e hizo un saludo militar. "Usted manda. "

En aquel momento, Elizabeth lo olvidó todo.

Olvidó que no tenía ni idea de como iba a sacar adelante a sus hermanos menores.

Olvidó que Lady Danbury actuaba de forma muy extraña y que temía que su patrona pudiera estar gravemente enferma.

Hasta olvidó cada maldito edicto del pequeño libro de la señora Seeton, y, sobre todo, olvidó que este hombre hacia que su estomago diera un vuelco cada vez que alzaba las cejas.

Lo olvidó todo excepto la ligereza del momento y la picara sonrisa en la cara de James Siddons. Con una pequeña risa, se adelantó y lo golpeó bromeando en el hombro.

"Oh, pare ya," dijo, casi sin reconocer su propia voz.

"¿Qué pare qué? " preguntó él, con expresión absurdamente inocente.

Ella imitó su saludo militar.

“Ha estado impartiendo órdenes con gran facilidad y frecuencia," indicó él. "Es natural que la compare a – "

"Simplemente compruebe cómo está Lady Danbury," lo interrumpió ella.

James sonrió a sabiendas y se deslizó agachado hasta la esquina del seto.

"¿Ve algo? " susurró Elizabeth.

Él volvió atrás. "Veo a Lady Danbury. "

"¿Eso es todo? "

"No creía que estuviera interesada en el gato. "

"¿Malcolm? "

"Está sobre su regazo. "

"No me importa lo que hace el gato. "

James le dirigió una mirada vagamente condescendiente inclinando apenas la cabeza. "No creí que le importara. "