"¿Qué hace Lady Danbury? " le gruñó Elizabeth.
"Dormir. "
"¿Dormir"?
"Es lo qué dijo que haría, ¿verdad? "
Lo miró con el ceño fruncido. "Quería decir si duerme normalmente ¿Respira con dificultad? ¿Se mueve? "
"¿Mientras duerme? " preguntó él, dudoso.
"No sea botarate. La gente se mueve en sueños todo el – " Sus ojos se entrecerraron. "¿Por qué sonríe? "
James tosió para encubrir sus traidores labios, y trató de recordar la última vez que una mujer le había llamado botarate. Las damas con las que había coincidido en su reciente estancia en Londres habían sido de la clase de las que sonríen con afectación, elogiándolo por su ropa, su rostro o su aspecto. Cuando una llegó al extremo de elogiar la curvatura de su frente, supo que era el momento de escapar.
Jamás habría sospechado, sin embargo, lo divertido que podría resultar ser insultado por Elizabeth Hotchkiss.
"¿Por qué sonríe? " repitió ella, con impaciencia.
"¿Estaba sonriendo? "
"Sabe que sí. "
Él se inclinó hacia delante, lo suficiente como para conseguir que ella aguantara la respiración. "¿Quiere saber la verdad? "
"Er, sí. La verdad es casi siempre preferible. "
"¿Casi? "
"Bien, si esa opción va a herir innecesariamente los sentimientos de otro," explicó ella, "entonces – ¡Espere un momento! Se supone que es usted quien va a contestar a mi pregunta. "
"Oh, sí, la sonrisa," dijo él. "Ha sido por llamarme botarate, en realidad. "
"¿Sonríe porque le insulté? "
Él se encogió de hombros y extendió las manos en lo que esperó fuera un gesto encantador. "No soy insultado por las mujeres muy a menudo."
"Entonces ha estado frecuentando la clase incorrecta de mujeres," refunfuñó ella.
James soltó una carcajada.
"No haga ruido," siseó ella, arrastrándolo lejos del seto. "Le oirá. "
"Ronca lo bastante fuerte como para despertar a un muerto," contestó él. "Dudo que nuestras pequeñas payasadas vayan a despertarla. "
Elizabeth sacudió la cabeza y frunció el ceño. "No me gusta esto. Ella nunca duerme siesta. Siempre dice que es poco natural. "
James le dirigió una sonrisa, disponiéndose a embromarla otra vez, pero se contuvo cuando vio la ansiedad en sus ojos azul oscuro. "Elizabeth", dijo suavemente, "¿qué es lo que realmente teme? "
Ella soltó un largo suspiro. “Podría estar enferma. Cuando la gente de repente se siente cansada… " Tragó. "Puede ser un signo de enfermedad. "
Él se quedó en silencio unos segundos ante su tácita pregunta, "¿Sus padres estaban enfermos antes de morir? "
Alzo la mirada bruscamente hacia él, y James notó que se había quedado sorprendida por su pregunta. "No", dijo ella, parpadeando. "Mi madre murió en un accidente de carruaje, y mi padre…" Hizo una pausa, miró a lo lejos, y su expresión se fue tornando cada vez más angustiada hasta que finalmente dijo, "Él no estaba enfermo. "
Lo que más deseaba era seguir preguntando, averiguar por qué ella no hablaba de la muerte de su padre. De manera sorprendente, se dio cuenta de que quería saberlo todo sobre ella.
Quería conocer su pasado, su presente, y su futuro. Saber si hablaba francés, si le gustaba el chocolate, si había leído a Moliere.
Y sobre todo, conocer los secretos que se ocultaban detrás de cada diminuta sonrisa que cruzaba su cara.
James casi retrocedió un paso ante tal revelación. Nunca había sentido esta clase de ardiente necesidad de escudriñar todos y cada uno de los rincones más apartados del alma de una mujer.
Elizabeth llenó el torpe silencio preguntando, "¿Viven todavía sus padres? "
"No," contestó James. "Mi padre murió repentinamente, en realidad. El doctor dijo que fue su corazón. " Se encogió de hombros. "O la carencia del mismo. "
"Oh, querido," balbuceó ella.
"No pasa nada," dijo él con un desdeñoso gesto de la mano. "No era un buen hombre. No lo echo de menos y no me apena. "
Ella apretó los labios, pero James vio la sombra de algo, ¿empatía, quizás?, en sus ojos.
"Mi madre murió cuando yo era bastante joven," añadió él repentinamente y no muy seguro de por qué le contaba eso. "Apenas la recuerdo. "
"Lo siento," dijo Elizabeth suavemente. "Espero que no fuera muy doloroso. "
James temió no haber sabido ocultar la respuesta de sus ojos, porque ella solamente tragó y dijo, "lo siento," otra vez. Él asintió en reconocimiento a su compasión, pero no dijo nada.
Los ojos de Elizabeth capturaron los suyos durante un fugaz momento, y después giro el cuello para echar otro vistazo a Lady Danbury. "Me moriría si Lady D estuviera sufriendo. Sé que ella no se lo diría nunca a nadie. Puede ser insoportablemente orgullosa. No reconocería el afecto y la preocupación por lo que son. Todo que vería sería la compasión. "
James la miró observar a su tía y súbitamente lo golpeó advertir lo menuda que Elizabeth era. Los campos de Danbury House se extendían tras ella en un interminable entramado de verde, y ella parecía terriblemente pequeña y sola contra la vasta extensión de tierra. La brisa veraniega entresacó diminutos y sedosos mechones de pelo rubio de su recogido, y sin pensar, James extendido la mano y agarró uno, poniéndolo tras su oreja.
Ella contuvo la respiración, e inmediatamente levantó una mano. Sus dedos se rozaron contra los nudillos de él, y James luchó contra el loco deseo de atrapar su mano en la suya. Sólo era necesario el más diminuto movimiento de sus dedos, y se sentía exquisitamente tentado, pero retiró la mano y murmuró, "Perdóneme. El viento despeinó su cabello. "
Sus ojos se agrandaron y sus labios se separaron como si fuera a decir algo, pero finalmente, ella sólo dijo. “Lady Danbury se ha portado muy bien conmigo," con voz ronca. “No hay ningún modo en que pueda reembolsarle alguna vez toda su bondad. "
James nunca había oído antes que su brusca y autoritaria tía fuera calificada de bondadosa. La alta sociedad la respetaba, la temía, incluso se reía de sus bromas cortantes, pero nunca anteriormente había visto el amor que él sentía por esa mujer, quien posiblemente había salvado su alma, reflejado en los ojos de otra persona.
Y entonces su cuerpo se hizo completamente independiente de él y se sintió avanzar. No controlaba el movimiento; era casi como si un poder superior se hubiera apoderado de él, haciéndolo extender la mano y acunar con ella la parte posterior de la cabeza de Elizabeth, sus dedos deslizándose entre la seda de su cabello mientras tiraba de ella acercándola, más cerca, más cerca, y entonces…
Y por fin sus labios estaban sobre los de ella, y cualesquiera que fuera la desconocida fuerza que había hecho que él la besara había huido, y todo lo que quedó era él – él y una imperiosa necesidad de poseerla de cada una de las maneras en que un hombre puede poseer a una mujer.
Cuando una de sus mano se hundió más profundamente en su pelo, la otra se enroscó alrededor de ella, posándose en la delicada curva de la parte baja de su espalda. Podía sentir el comienzo de su respuesta. Ella era inexperta, pero se estaba ablandando, y su corazón comenzaba a latir más rápido, y después comenzó a palpitar.
"Dios mío, Elizabeth," jadeó él, trasladando su boca a su mejilla, y luego a su oído. "Quiero… Quiero… "
Su voz debió despertar algo dentro de ella, porque se puso rígida, y la oyó susurrar, "Oh, no."
James quiso aferrarse a ella. Deslizarla hasta el suelo y besarla hasta que perdiera la razón, pero debía ser más honorable de lo que había imaginado nunca, porque la dejó ir en el instante en que ella comenzó a separarse.
Elizabeth permaneció de pie frente a él varios segundos, pareciendo más impresionada que otra cosa. Tenía su pequeña mano sobre su boca, y sus ojos estaban enormemente abiertos, sin parpadear. "Nunca pensé… " murmuró ella, contra su mano. "No puedo creer… "
"¿No puede creer qué? "
Ella negó con la cabeza. "Oh, esto es horrible. "