Eso era un poco más de lo que su ego podía soportar. "Bien, un momento, yo no diría – "
Pero ella ya había escapado.
Capitulo 7
Elizabeth llegó a Danbury House a la mañana siguiente con un solo objetivo en mente: mantenerse tan lejos de James Siddons como fuera humanamente posible.
Él la había besado. Realmente la había besado. Peor, ella le había dejado. Y aún peor, había escapado como una cobarde a casa. Sólo una vez en todos sus años como acompañante de Lady Danbury se había marchado antes de tiempo a casa, y fue cuando tuvo una fiebre pulmonar. E incluso entonces, había tratado de permanecer en su puesto, marchándose sólo cuando Lady Danbury la había amenazado con cuidarla ella misma en persona.
Pero esta vez todo lo que había hecho falta fue un beso de un hombre apuesto, y ella gimoteaba como una tonta. Elizabeth se había sentido tan mortificada por sus acciones que ella había enviado a Lucas a Danbury House con una nota para Lady D en la que le explicaba que se sentía bastante enferma. No era completamente mentira, razonó Elizabeth. Estaba caliente y sofocada, y sentía algo muy raro en el estomago.
Además, la alternativa a la mentira era morirse de vergüenza. Así que a Elizabeth le llevó muy poco tiempo decidir que su pequeña mentira estaba completamente justificada.
Se había pasado toda la tarde escondida en su cuarto, estudiando de forma obsesiva y minuciosa Cómo casarse con un Marqués. No había demasiadas referencias a los besos. Obviamente la señora Seeton pensó que alguien que fuera lo bastante inteligente para comprar su libro era también lo bastante inteligente como para saber que una, evidentemente, no besaba a un caballero con quien no tenía una profunda y potencialmente duradera relación.
Y una, casi seguro, no debería disfrutarlo.
Elizabeth gimió, recordando todo esto. Hasta ahora el día se desarrollaba como cualquier otro, salvo que ella había mirado por encima de su hombro tantas veces que Lady Danbury le había preguntado si había desarrollado un tic nervioso.
La vergüenza la obligó a dejar de girar el cuello, pero todavía brincaba sobresaltada siempre que oía pasos.
Intentó convencerse de que no debía ser tan terriblemente difícil evitarlo. El señor Siddons debía tener miles de deberes como administrador, novecientos de los cuales, seguramente, requerían su presencia fuera de la casa. Así que si Elizabeth simplemente se encerrara a cal y canto dentro de Danbury House, estaría a salvo. Y si él decidía realizar alguna de las pocas tareas que requerían su presencia dentro de la casa… bien, entonces estaba segura de que podría encontrar alguna razón para salir de la mansión y disfrutar de la cálida luz del sol ingles.
Y entonces comenzó a llover.
La frente de Elizabeth golpeó contra el cristal de la ventana de la salita con un ruido sordo. "Esto no puede estar sucediendo," refunfuñó. "Simplemente no puede estar sucediendo. "
"¿Qué no puede suceder? " preguntó enérgicamente Lady Danbury. "¿La lluvia? No seas cabeza de chorlito. Esto es Inglaterra. Por lo tanto, debe llover. "
"Pero no hoy," suspiró Elizabeth. "Estaba tan soleado esta mañana cuando llegué. "
"¿Desde cuándo supone eso una diferencia? "
"Desde… " Cerró los ojos y se tragó un gemido. Alguien que había vivido toda su vida en Surrey debería saber que uno no podía confiar en una mañana soleada. "Oh, no importa. Da igual. "
"¿Estás preocupada por el regreso a tu casa? No lo hagas. Haré que alguien te lleve a casa. No deberías exponerte a los elementos tan pronto después de una enfermedad." Los ojos de Lady Danbury se entrecerraron. "Aunque debo decir que pareces notablemente recuperada. "
"No me siento notablemente recuperada," dijo Elizabeth, con bastante honestidad.
"¿Qué me dijiste que tenías? "
"El estómago," masculló ella. "Creo que fue algo que comí. "
"Hmmph. Nadie más cayó enfermo. No puedo imaginar qué comiste. Pero si te pasaste toda la tarde echando hasta las tripas- "
"¡Lady Danbury! " exclamó Elizabeth. No había pasado toda la tarde anterior echando hasta las tripas, y de todos modos, no había ninguna necesidad de hablar de tales funciones corporales.
Lady D sacudió la cabeza. "Que púdica. ¿Desde cuándo se han vuelto las mujeres tan mojigatas? "
"Cuando decidimos que el vómito no era un tema agradable de conversación," replicó Elizabeth.
"¡Bien dicho! " se rió Lady Danbury, aplaudiendo. “Afirmo, Elizabeth Hotchkiss, que cada día suenas más y más parecida a mí. "
"Dios me ayude," gimió Elizabeth.
"Muy bien. Exactamente lo que yo habría dicho. " Lady Danbury se recostó, se dio un golpecito con el índice en la frente, y frunció el ceño. "Ahora, bien, ¿de qué hablaba yo? Ah, sí, queríamos asegurarnos de que no tendrías que marcharte a casa bajo la lluvia. No temas, encontraremos a alguien que te lleve. Mi nuevo administrador, si es necesario. El señor sabe que le va a ser imposible hacer nada con este tiempo. "
Elizabeth tomó aire. "Estoy segura de que la lluvia parará pronto. "
Un relámpago cruzó el cielo, solamente para llevarle la contraria, estaba segura, seguido por un trueno tan estruendoso que Elizabeth se puso en pie de un brincó. "¡Ow! " gritó.
"¿Qué te has hecho ahora? "
"Es sólo la rodilla," contestó ella, con una sonrisa evidentemente falsa. "No me ha dolido casi nada. "
Lady Danbury bufó de incredulidad.
"No, de verdad," insistió Elizabeth. "Es gracioso que nunca me percatara de esa mesita estaba allí, sin embargo. "
"Ah, ésta. La puse ayer allí. Lo sugirió el señor Siddons. "
"Se podía haber quedado calladito," refunfuñó Elizabeth.
"¿Perdón? "
"Nada," dijo ella, un poco demasiado alto.
"Hmmph," fue la respuesta de Lady Danbury. "Tengo sed. "
Elizabeth inmediatamente se animó ante la perspectiva de tener algo que hacer además de mirar fijamente hacia fuera de la ventana y preocuparse por la perspectiva de que el señor Siddons apareciera. "¿Le apetece un té, Lady Danbury? O quizás mejor podría decirle a la cocinera que prepare un poco de limonada."
"Demasiado temprano para la limonada," ladró Lady D. "Y demasiado temprano también para el té, de hecho, pero tomaré uno de todos modos. "
"¿No tomó té con el desayuno? " indicó Elizabeth.
"Era el té del desayuno. Es completamente diferente a éste. "
"Ah." Algún día, pensó Elizabeth, recibiría la santidad por esto.
"Asegúrate de que la cocinera pone también un plato de galletas en la bandeja. Y no olvides pedirle que añada algo para Malcolm. " Lady D estiró el cuello y miró alrededor. "¿Dónde está ese gato? "
"Tramando su último plan de tortura para mí, sin duda," murmuró Elizabeth.
"¿Eh? ¿Qué dices? "
Elizabeth dio la vuelta hacia la puerta, mirando aún por encima de su hombro a Lady Danbury. "Nada en absoluto, Lady Danbury. Voy a- "
Cualquier otra cosa que pudiera haber dicho se perdió cuando su hombro se golpeó contra algo grande, caliente, y decididamente humano.
Elizabeth gimió. El señor Siddons. Seguro. Nunca había sido una mujer particularmente afortunada.
"Cuidado," lo oyó decir, una fracción de segundo antes de que sus manos la agarraran suavemente por la parte superior de sus brazos.
"¡Señor Siddons! " gorjeó Lady Danbury. "Qué encantador verlo tan temprano. "
"En efecto," refunfuñó Elizabeth.
"¿Se nos unirá para el té? " prosiguió Lady D. "Justamente Elizabeth iba a traer una bandeja."
Elizabeth aún se negaba-por principio, aunque no estuviera muy segura de qué principio -a mirarlo a la cara, pero, sin embargo, presintió su sonrisa lobuna.
"Estaría encantado," dijo él.
"Excelente," contestó Lady Danbury. "Ve entonces, Elizabeth. Necesitaremos té para tres. "
"No puedo ir a ninguna parte," dijo Elizabeth, haciendo rechinar los dientes, "mientras el señor Siddons siga sujetándome los brazos. "