Ella dio un paso avanzando solamente un centímetro o dos – y él pudo ver que estaba cerca, su corazón estaba así de cerca de admitir lo inevitable.
"Te amo," susurró él. "Te amo. Veo tu cara cuando me despierto por la mañana, y eres lo único con lo que sueño por la noche. Todo lo que soy, y todo lo que quiero ser – "
Ella se precipitó en sus brazos, sepultando su cara en el cálido refugio de su pecho. "Nunca lo habías dicho," dijo, la voz casi estrangulada por los sollozos que había estado aguantando durante días. "Nunca lo habías dicho antes. "
"No sé por qué," él dijo contra su pelo. "Me había dado cuenta, pero esperaba el momento adecuado, y nunca parecía el correcto, y – "
Ella le puso un dedo contra los labios. "Shhhh. Sólo bésame. "
Durante un segundo, James se quedó congelado, sus músculos parecían incapaces de moverse ante tal supremo alivio. Y entonces, vencido por el miedo irracional de que ella pudiera desaparecer de sus brazos, la aplastó contra él, su boca devorando la de ella con una mezcla de amor y deseo.
"Espera," murmuró James, apartándose ligeramente de ella. Y mientras ella lo miraba confusa, él llevó sus manos a su pelo y le quito una horquilla. "Nunca lo he visto suelto," dijo. "Lo he visto revuelto y con mechones sueltos, pero nunca totalmente suelto, brillando sobre tus hombros.”
Una tras otra, la despojó de todas las horquillas, cada una liberando un largo mechón de pelo pálido y rubio como de oro. Finalmente, cuando todo el cabello se derramaba libre como un torrente por su espalda, él la sostuvo de la mano y la giró despacio, en una vuelta completa. "Eres lo más hermoso que he visto nunca," dijo sin aliento.
Ella se sonrojó. "No seas tonto," masculló. "Yo…"
"Lo más hermoso," repitió él. Cogió entre sus dedos un fragante mechón y se lo llevó sobre sus labios. "Pura seda," murmuró. "Quiero sentir esto cuando me acueste por la noche. "
Elizabeth había pensado que sentía la piel caliente antes, pero ese comentario la llevo directamente a límite. Sus mejillas ardieron, y habría usado su pelo para esconder su rubor de no ser porque James la cogió de la barbilla e inclinó la cabeza para poder examinar sus ojos.
Se inclinó y besó la comisura de su boca. "Pronto no te sonrojarás más. " Le beso la otra comisura. "O tal vez, si tengo suerte, te mantendré sonrojada todas las noches. "
"Te amo," soltó ella, sin saber porqué lo decía ahora, solamente convencida de que tenía que decirlo.
La sonrisa de James se hizo más amplia y sus ojos ardieron de orgullo. Pero en vez de decir algo en respuesta, él ahuecó las manos alrededor de su cara y la atrajo contra él para otro beso, éste más profundo y más íntimo que ninguno anterior.
Elizabeth se derritió contra él, y su calor se filtró en su cuerpo, abasteciendo de combustible un fuego que ya amenazaba con estallar fuera de control. Su cuerpo vibraba de excitación y necesidad, y cuando él la tomó en sus brazos y la llevó hacia el dormitorio, no hizo ni un solo sonido de protesta.
Segundos más tarde cayeron en la cama. Ella sintió que su ropa desaparecía, pieza a pieza, hasta que quedó vestida sólo con su delgada camisa interior de algodón. El único sonido era el de sus respiraciones hasta que James dijo con voz áspera, "Elizabeth… No voy a… No puedo… "
Ella alzó la mirada hacia él, preguntándolo todo con sus ojos.
"Si quieres que me pare,"se las arreglo James para decir, "dímelo ahora. "
Ella se estiró y le acarició la cara.
"Tiene que ser ahora," dijo él con voz ronca, "porque en un minuto no seré capaz de – "
Ella lo besó.
"Oh, Dios," gimió él. "Oh, Elizabeth. "
Debería haberlo hecho parar, lo sabía. Debería haber salido corriendo de la habitación y no haberle permitido acercarse a más de veinte pies de ella hasta que estuviera de pie junto a él en una iglesia como marido y mujer. Pero el amor, descubrió, era una emoción poderosa, y la pasión era aún más veloz. Y nada, ni la compostura, ni un anillo de boda, ni siquiera causar un daño eterno a su reputación y buen nombre, podrían disuadirla de aferrarse a este hombre ahora mismo y animarlo a hacerla suya.
Con dedos temblorosos alcanzó los botones de su camisa. Nunca había tomado antes un papel tan activo en su relación sexual, pero el Cielo la ayudara, ansiaba tocar la piel caliente de su pecho. Deseaba rozar con sus dedos sus músculos poderosos y sentir su corazón que palpitaba de deseo.
Sus manos se arrastraron hacia abajo, a su abdomen y se demoraron allí un momento antes de tirar suavemente de su camisa de lino y sacarla del cinturón de sus pantalones. Con un temblor de orgullo, miró cómo sus músculos temblaban y se tensaban bajo su suave roce, y supo que el deseo de él era demasiado grande para que pudiera contenerlo.
Este hombre, que había perseguido criminales a través de toda Europa, y, según Caroline Ravenscroft, había sido perseguido por innumerables mujeres, quedaba desarmado por su roce -Elizabeth sintió que se le conmovía el corazón. Se sintió tan… tan femenina mientras ella miraba su pequeña mano trazar círculos y corazones sobre los lisos planos de su pecho y su estómago.
Y cuando él contuvo el aliento y gimió su nombre, se sintió infinitamente poderosa.
James permitió que ella lo explorara de esa manera durante un minuto entero antes de que un áspero gruñido se escapara de lo más profundo de su garganta, y se diera la vuelta para quedar de espaldas, arrastrándola junto con él. "Suficiente", jadeó. "No puedo… No… "
Elizabeth tomó esto como un elogio y curvó los labios en una sonrisa misteriosa y sensual. Pero su emoción por sentirse en ventaja fue efímera. Apenas James la hizo rodar a su lado y ya la había hecho rodar de espaldas, y antes de que pudiera completar una respiración, él estaba sentado a horcajadas sobre su cuerpo, contemplándola fijamente con cruda necesidad y una masculina mirada de anticipación.
Sus dedos encontraron los cinco diminutos botones que bajaban entre sus pechos, y con alarmante destreza y velocidad los abrió. "Ah", murmuró, deslizando el vestido sobre sus hombros, "esto era lo que necesitábamos. "
Dejó expuestas las cumbres de sus pechos, y sus dedos acariciaron cosquilleantes la hendidura entre ambos, antes de seguir su camino hacia abajo.
Elizabeth se agarró a las sabanas para impedir cubrirse. Él la contemplaba con tal ardiente intensidad que se sintió húmeda y caliente entre las piernas. Él permaneció así durante casi un minuto, sin ni siquiera levantar un dedo para acariciarla, solo mirando fijamente sus pechos y lamiéndose los labios cuando vio a sus pezones alcanzar su punto máximo y endurecerse.
"Haz algo," jadeó ella, finalmente.
"¿Esto"? preguntó él, suavemente, aplastando una de las puntas con la palma de su mano.
Ella no dijo una palabra, solo jadeó en busca de aire.
"¿Esto? " Él movió la mano al otro pecho, y suavemente le pellizcó el pezón entre el pulgar y el índice.
"Por favor,"rogó ella.
"Ah, debes querer decir esto," dijo él ásperamente, y sus palabras se perdieron cuando se inclinó y se introdujo un pezón en la boca.
Elizabeth soltó un pequeño chillido. Una de sus manos se enroscó alrededor de la sábana en un puño apretado mientras la otra se hundía en el grueso pelo de James.
"Oh, ¿no era esto lo que querías? " bromeó él. "Tal vez debo prestar más atención al otro lado. " Y entonces él lo hizo otra vez, y lo único que Elizabeth podía pensar era que moriría si él no hacia algo para liberar la increíble tensión que crecía dentro de ella.
James se apartó de ella apenas el tiempo suficiente para sacarse de un tirón la camisa por la cabeza, y, mientras tironeaba de su cinturón, Elizabeth se tapó con la delgada sábana.
"No podrás esconderte mucho tiempo," dijo él, con voz gruesa por el deseo.
"Lo sé. " Se sonrojó. "Pero es diferente cuando estas a mi lado. "