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– ¿Qué hacemos ahora entonces? -preguntó.

– Volver a Eaton Square; allí puedes buscar el número del señor Anson en los Lores y llamarle. De esa forma, al menos podemos estar seguras de que Charles te llamará antes de una hora.

Ambas permanecieron allí como paralizadas observando al más viejo vendedor del mercado ofrecer su mercancía.

– No se las ofrezco a dos libras -anunció con una col en cada mano -. No se las ofrezco por una libra, ni siquiera por cincuenta peniques.

– No, se las regalo por veinte peniques -susurró Becky a media voz.

– No, se las regalo por veinte peniques -gritó Charlie a voz en cuello.

– ¿Te das realmente cuenta -comentó Becky cuando salían sigilosamente del mercado- que el abuelo de Charlie continuó hasta los ochenta y tres años y murió a sólo unos centímetros de donde está parado su señoría ahora?

– Ha recorrido un largo camino desde entonces -dijo Cathy levantando la mano para llamar a un taxi.

– Ah, no lo sé -contestó Becky-. Algo más de un par de kilómetros… en línea recta.

Jeffrey Archer

***