Maitri Bhavana puede ser de gran ayuda.
2. La Oveja Disfrazada – Lo Que No Es Compasión
Un ciego no puede ayudar a otro ciego. Los que están dando tumbos en la oscuridad no pueden ayudar a los demás a encontrar la luz. Los que no conocen la inmortalidad no pueden ayudar a los demás a perder el miedo a la muerte. Los que no viven total e intensamente, aquellos cuya canción aún no sale del corazón, cuya sonrisa solo es una sonrisa pintada en los labios, no pueden ayudar a los demás a ser auténticos y sinceros. Los hi-. pócritas o farsantes no pueden ayudar a los demás a ser honestos.
Los que todavía no son ellos mismos, los que no saben nada de sí mismos, los que no tienen ni idea de su individualidad -y siguen perdidos en su personalidad, que es falsa y creada por la sociedad- no pueden ayudar a nadie a alcanzar la individualidad. Aun con las mejores intenciones, esto no es posible.
Si tu llama de la vida no está ardiendo, ¿cómo puedes encender las llamas apagadas de los demás? Tienes que estar ardiendo para lograr que los demás ardan. Tienes que ser rebelde para extender la rebelión a tu alrededor. Si estás ardiendo, si estás en llamas, puedes originar un gran fuego que se extienda más allá de tu vista. Pero antes tienes que estar en llamas.
El ciego que guía a otro ciego… el místico Kabir dice que ambos caen en el pozo. Sus palabras origínales son: Andha andham thelia dono koop padant. «Un ciego guiaba a otro ciego y ambos cayeron al pozo.»
Para llevar a un ciego al médico tienes que tener ojos, no hay otra posibilidad. Solo puedes compartir con los demás lo que tienes. Si eres infeliz, compartirás tu infelicidad. Y cuando dos infelices se juntan, no solo se dobla la infelicidad, sino que se multiplica. Lo mismo ocurre con tu dicha, con tu rebelión y con todas las experiencias.
Antes tendrás que ser el modelo de lo que quieres que sea el mundo. Deberás pasar la prueba de fuego para demostrar tu filosofía de la vida con tu ejemplo. No basta con discutir sobre ello. El razonamiento y la discusión no sirven para nada, solo tu experiencia puede dar a los demás una prueba del amor, la meditación, el silencio y la religiosidad.
No intentes ayudar a nadie sin antes experimentarlo tú mismo, porque solo los confundirás aún más. Ya están confundidos. El bagaje de los siglos ha confundido a todo el mundo. Y sería muy amable por tu parte no ayudar, porque puede ser arriesgado; tu ayuda podría poner a la otra persona en un serio peligro.
Antes debes haber hecho el camino y saber perfectamente adónde conduce, solo entonces podrás cogerlos de la mano y enseñarles el camino.
En este mundo es muy difícil comunicarse. Debes aprender a comunicar tus experiencias para que llegue a los demás exactamente lo que quieres decir; de lo contrario, quizá estés pensando que estás compartiendo néctar y, sin embargo, estés introduciendo veneno en las vidas de los demás. ¡Ya están bastante envenenados!
Antes es mejor que te limpies y que tus ojos estén más transparentes para poder ver con más claridad. Quizá -y aun así, solo quizá- seas capaz de ayudar a los demás. La intención es buena, pero el bien no ocurre solo porque haya buenas intenciones.
Hay un antiguo refrán que dice que el camino hacia el infierno está hecho de buenas intenciones. Hay millones de personas que intentan ayudar con muy buena intención, dando consejos a los demás y sin preocuparse de seguir ellos mismos sus propios consejos. Es tan grande la felicidad de dar consejos que ¿a quién le importa que yo los siga?
La felicidad de dar consejos a los demás es una felicidad muy sutil y egoísta. La persona a la que aconsejas se convierte en un igno-rante y tú eres quien sabe. El consejo es lo único que todo el mundo da pero nadie sigue; y es mejor que así sea, porque quienes los dan no saben nada, aunque no vayan con malas intenciones.
Recuerda, si quieres cambiar el mundo tienes que cambiarte primero a ti mismo; esta es la naturaleza de las cosas. La revolución empieza por uno mismo. Solo así podrás irradiarla a los corazones de los demás. Primero, debes comenzar el baile y entonces verás el milagro: los demás también empezarán a bailar.
El baile es contagioso, el amor también lo es, y la gratitud, y la religiosidad, y la rebelión; todos son contagiosos. Pero antes tienes que encender la llama que quieres ver en los ojos de los demás.
BONDAD AMOROSA Y OTROS DELIRIOS DE GRANDEZA
La compasión es el florecimiento absoluto de la conciencia. Es la pasión despojada de toda la oscuridad, liberada de todas las ataduras, purificada de todo el veneno. La pasión se convierte en compasión. La pasión es la semilla y la compasión es su florecimiento.
Pero la compasión no es bondad y la bondad no es compasión. La bondad es una actitud que, guiada por el ego, fortalece tu ego. Cuando eres bondadoso con alguien sientes que tienes ventaja. Cuando eres bondadoso con alguien hay oculto un profundo insulto; estás humillando al otro y te sientes feliz con su humillación. Por eso, la bondad no se puede perdonar nunca. De alguna forma y en algún lugar, la persona con la que has sido bondadoso estará enfadada contigo y se tomará inevitablemente la revancha. Esto sucede porque en la superficie, la bondad surge como si fuese compasión, pero en el fondo no tiene nada que ver con la compasión. Tiene otros motivos ulteriores.
La compasión es inmotivada, no tiene ningún motivo en absoluto. Ocurre simplemente porque tienes, porque das, y no porque el otro necesite nada. En la compasión no hay ninguna consideración hacia el otro. Tienes tanto que te desborda. La compasión es como la respiración, espontánea y natural. La bondad es una actitud que hay que cultivar. La bondad es una especie de artimaña, calculada y matemática.
Habrás oído uno de los dichos más importantes que está, de una forma u otra, en casi todas las escrituras del mundo:
«Compórtate con los demás como te gustaría que se comportasen contigo». Esto es una actitud calculada, pero no es compasión. No tiene nada que ver con la religiosidad, y es un tipo de moralidad muy baja, una moralidad muy mundana. «Compórtate con los demás como te gustaría que se comportasen contigo.» Es una especie de transacción, pero no tiene nada de religioso. Lo estás haciendo sencillamente porque te gustaría recibir lo mismo a cambio. Es egoísta, egocéntrico e interesado. No estás al servicio del otro, no estás amando al otro, sino que, de una manera indirecta estás haciéndote un favor a ti mismo. Estás utilizando al otro. Es un egoísmo iluminado, pero es egoísmo; es un egoísmo muy inteligente, pero es egoísmo. La compasión es un florecimiento no calculado, es algo que emana. Das porque no puedes hacerlo de otra manera.
Recuerda esto: en primer lugar, la compasión no es bondad en este sentido -en el sentido en el que se usa la palabra bondad-, no es bondad. En otro sentido, la compasión es la única
verdadera bondad. No estás «siendo bondadoso» con alguien, simplemente eres la otra persona y te desprendes de una energía que recibes de la totalidad. Procede de la totalidad y vuelve a la totalidad; simplemente no te metes en medio como si fueses un obstáculo.
Cuando Alejandro Magno viajó a la India fue a ver al gran místico Diógenes. Diógenes estaba tumbado a la orilla del río, tomando el sol. Alejandro siempre había abrigado el deseo de conocer a Diógenes, porque había oído decir que ese hombre no tenía nada y, sin embargo, no había nadie tan rico como él en la tierra. Tenía algo, era un ser luminoso. La gente decía: «Es un mendigo pero, en realidad, es un emperador». De manera que Alejandro estaba intrigado. Mientras viajaba oyó decir que Diógenes se hallaba cerca y fue a verle.