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Simplemente desconecta. Siéntate en silencio en algún momento del día y desconecta de todas las conexiones. Desconéctate de todas las conexiones como si estuvieses descolgando el teléfono. Desconecta… deja de pensar que eres el padre de tus hijos. Ya no eres un padre para tu hijo, ya no eres un hijo para tu padre. Desconecta de la idea de que eres un marido o una mujer; ya no eres una mujer ni un marido. Ya no eres un jefe ni un sirviente. Ya no eres negro ni eres blanco. Ya no eres indio, chino o alemán. Ya no eres joven ni eres viejo. Desconecta y sigue desconectando.

Hay mil y una conexiones; sigue desconectándote de todas ellas. Cuando lo hayas hecho, pregúntate de repente: ¿Quién soy yo? Y no habrá ninguna respuesta porque te has desconectado de todas las respuestas que podría haber.

«¿Quién soy yo?», y surge la respuesta «soy un médico», pero te has desconectado de todos tus pacientes. Surge la respuesta «soy un profesor», pero te has desconectado de tus alumnos. Surge la respuesta «soy chino», pero te has desconectado. Surge la respuesta «soy un hombre» o «soy una mujer», pero te has desconectado. Surge la respuesta «soy un anciano», pero te has desconectado.

Desconecta todo lo que hay; entonces estarás dentro de ti. Por primera vez, el anfitrión está a solas y no hay huéspedes. A veces es muy bueno estar a solas y sin huéspedes porque puedes ver tu calidad de anfitrión más de cerca, más atentamente. Los huéspedes crean confusión, los huéspedes hacen ruido, llegan y reclaman tu atención. Los huéspedes dicen: «Haz esto, necesitamos agua caliente, ¿dónde está el desayuno?, ¿dónde está mi cama?, ¡hay chinches!», te exigen mil y una cosas y el anfitrión tiene que ocuparse de los huéspedes: «Sí, por supuesto, ¡tienes que hacerte cargo de toda esa gente!».

Cuando estás completamente desconectado, nadie te molesta, nadie puede molestarte. De repente, estás en toda tu soledad, en la pureza de tu soledad, esa inmaculada pureza de la soledad. Eres como una tierra virgen, una cima virgen del Himalaya a la que no ha subido nadie todavía.

Eso es la virginidad. Es eso lo que quiero decir cuando digo: «Sí, la madre de Jesús era virgen». Eso es lo que quiero decir. No estoy de acuerdo con los teólogos católicos, lo que dicen es una tontería. Esto es la virginidad: María debió de concebir a Jesús cuando se encontraba en un estado de desconexión. En ese estado de desconexión, si liega un niño solo puede ser Jesús, nadie más.

En la antigua India había varios métodos para concebir un hijo. A no ser que estés en un estado de meditación profunda, no hagas el amor. Haz que la meditación sea una preparación para el amor: ese es el significado del tantra. Haz que la meditación sea la base: solo entonces debes hacer el amor, de ese modo invitarás a almas más elevadas. Cuanto más profundo seas, más elevada será el alma que invites.

María debía de estar absolutamente desconectada en el momento en el que Jesús entró en su cuerpo. Debió de estar en esa virginidad; debió de ser una anfitriona. Ya no era un huésped, no la acosaba ningún huésped ni se identificaba con ningún huésped. No era el cuerpo ni era la mente, ni sus pensamientos, ni una esposa, no era nadie. En este no ser nadie, ella estaba ahí, sentada en silencio, pura luz, una llama sin humo alrededor, una llama sin humo. Virgen.

Cuando fue concebido Buda o Mahavira, o Krisna, o Nanak, te digo que sucedió lo mismo, porque no se puede concebir a este tipo de personas, de otra manera. Este tipo de personas solo pueden entrar en el vientre más virgen. Pero este es mi concepto de virginidad, y no tiene nada que ver con todas las ideas absurdas que circulan por ahí: que ella nunca hubiese hecho el amor con un hombre, que Jesús no hubiese sido concebido con un hombre, o que Jesús no fuese el hijo de José. Por eso los católicos dicen: «Jesús el hijo de María». No hablan de su padre, no era su padre. «Hijo de María» e «Hijo de Dios», pero no hablan de José. ¿Por qué la toman con el pobre José? Si Dios puede usar a María, ¿por qué no puede usar también a José? ¿Qué hay de malo en ello? Usa a María por su vientre y esto no afecta a la historia, ¿por qué no puede usar a José también? El vientre es la mitad de la historia porque se ha usado el óvulo de la madre; ¿por qué no usar entonces el esperma de José? ¿Por qué tanto enfado con este pobre carpintero?

No, la existencia usa a los dos. Pero el estado de conciencia debe haber sido el del anfitrión. Y realmente, cuando eres el anfitrión no es una sorpresa recibir a un huésped importante; ¡viene Jesús! Si no te identificas con todos los huéspedes, lo divino se convierte en tu huésped. Primero te conviertes en el anfitrión, en un anfitrión puro, entonces lo divino puede convertirse en tu huésped.

Cuando te desconectas vuelves a ti dentro de ti. Pregúntate ahora: ¿qué es ese «ti dentro de ti»? Nunca podrás responder a esa pregunta, no hay ninguna respuesta porque se ha desligado de todas las relaciones que conocemos. De este modo tropezamos con lo incognoscible; eso es entrar en meditación. Cuando te estableces en ella, cuando te estableces en ella totalmente, se convierte en iluminación.

No te será difícil entender este cuento zen.

EL MAESTRO ZEN Y EL LADRÓN -UNA PARÁBOLA DEL PERDÓN

Cuando Bankei llevaba a cabo sus semanas de retiro en meditación, venían alumnos de muchas partes de Japón para participar en ellas. Durante uno de esos retiros, descubrieron a un alumno robando. Informaron a Bankei del hecho y le pidieron la expulsión del culpable. Bankei hizo caso omiso de este suceso.

Más tarde el alumno fue descubierto en un acto similar y, de nuevo, Bankei volvió a zanjar la cuestión. Esto provocó el malestar de los demás alumnos, que hicieron una petición pidiendo la expulsión del ladrón, manifestando que de lo contrario se marcharían todos ellos.

Cuando Bankei leyó la petición les convocó a todos. «Sois hermanos sabios -les dijo-, sabéis lo que está bien y lo que no lo está. Podéis ir a estudiar a otro lugar si lo deseáis, pero este pobre hermano ni siquiera sabe distinguir lo bueno de lo malo. Si no le enseño yo, ¿quién lo hará? Él se va a quedar aquí aunque os vayáis todos los demás.»

Un torrente de lágrimas purificó el rostro del hermano que había robado. Su deseo de robar se había desvanecido.

Esta historia sucede en un campo de meditación, en una sesión de meditación, por tanto debes entender qué es la meditación. Por eso he querido profundizar tanto en la meditación, si no, se te escaparía el significado de esta historia. Estos cuentos no son cuentos corrientes, precisan de un gran trasfondo. Si no entiendes qué es la meditación, podrías leer: «Cuando Bankei llevaba a cabo sus semanas de retiro en meditación», pero no lo comprenderías.

… venían alumnos de muchas partes de Japón para participar en ellas. Durante uno de esos retiros descubrieron a un alumno robando.

Esos alumnos están en todas partes porque el ser humano tiene una mentalidad mercantilista. Y no pienses que quien robaba era muy diferente a aquellos a los que robaba; todos están en el mismo barco. Todos tienen mentalidad mercantilista. Unos tienen dinero y el otro no tiene, pero esa es la única diferencia. Aun-. que ambos tienen la misma mentalidad.

Informaron a Bankei del hecho y le pidieron la expulsión del culpable. Bankei hizo caso omiso de este suceso.

¿Por qué desestimó la cuestión? Porque ambos tenían una mentalidad mercantilista. Ambos son ladrones, solo se trata de un ladrón que intenta quitarle algo a otro ladrón, eso es todo. En este mundo, si acaparas dinero te conviertes en un ladrón, si tienes algo te conviertes en un ladrón. Hay dos tipos de ladrones en el mundo: unos son los respetables y reconocidos, aprobados, registrados y autorizados por el Estado; y los otros son los no autorizados que lo hacen por su cuenta. Robo legal e ilegal. Los legales son los respetados; por supuesto, los ilegales no son respetados, porque van contra todas las normas.