Obsérvalo: cada vez que alguien te ama, basta con el fenómeno del amor. Desaparece la frialdad y empiezas a sentir calidez. Tu corazón ya no es indiferente al mundo. Empiezas a mirar más las flores, miras más el cielo y el cielo tiene un mensaje… porque una mujer o un hombre te ha mirado a los ojos y te ha aceptado totalmente, sin tener ninguna expectativa. Pero, a causa de la ignorancia del ser humano, ese estado no perdura. Esa luna de miel, más pronto o más tarde, desaparece; dura una semana, dos semanas, tres como máximo. Antes o después, la mujer y el hombre empiezan a tener expectativas: «Haz esto. No hagas eso». Y de nuevo vuelves donde estabas, ya no estás en el cielo. Vuelves a ir cargado y el amor ha desaparecido. Ahora la mujer está más interesada en tu cartera y el hombre está más interesado en su comida. Ahora es necesario velar por la familia, ordenar la casa y mil y un detalles más, pero ya no hay armonía entre los dos seres.
Si logras mantener esa armonía, todo irá bien. Podrás seguir haciendo mil y una cosas sin que pase nada. Pero la armonía se ha perdido; empezáis a dar por hecho que el otro está ahí. En esas tres semanas os habéis puesto etiquetas el uno al otro. El día que la clasificación está completa se acabó la luna de miel.
El zen cree en el amor pero no cree en las normas ni en las reglas. No cree en una disciplina exterior sino en la interior. Surge del amor, surge del respeto y de la confianza. Cuando meditas, empiezas a tener fe en la existencia. Observa la diferencia: si le preguntas a un católico o a un hindú te dirá que el primer requisito es la fe. Te dice: «Ten fe en la existencia y así conocerás a Dios». En el zen el primer requisito no es la fe. El zen dice: «Medita». De la meditación nace la fe y la fe hace que la existencia sea divina. Surge tathata, surge el ser tal como es.
¿Cómo puedes seguir condenando si sabes que todo es divino? Los vedantistas de la India dicen: «Todo es Brahma», pero siguen criticando. Siguen diciendo que uno es un pecador y otro es un santo, y que el santo irá al cielo y el pecador al infierno. Todo esto es absurdo considerando que todo es Brahma, que todo es Dios. Entonces, ¿cómo puedes ser un pecador? En ese caso, el Dios que llevamos dentro es pecador. ¿Cómo es posible que Dios vaya al infierno?
El zen dice: el día que reconozcas que todo es divino, sabrás que todo es Dios. Y no usan la palabra «dios», porque las demás religiones han viciado la palabra, la han contaminado, la han corrompido y la han envenenado. No usan la palabra «dios». Cuando meditas, poco a poco, empiezas a darte cuenta de que las cosas son como son, y empiezas a confiar en las cosas y a respetarlas tal como son, surge la confianza. Esa confianza es tathata, todo es como es.
Tathata te lleva a una visión de la existencia en la que todo está estrechamente relacionado. Todo el universo es una unidad que funciona de una manera orgánica. Tienen una expresión concreta para esto, lo llaman jiji muge hokkai; es cuando llegas a comprender que toda la existencia es unitaria, realmente es un universo y no un multiverso. Todo está unido al resto; pecadores y santos forman parte de un entramado, no están separados; el bien y el mal están unidos. Del mismo modo que la oscuridad y la luz están unidas, del mismo modo que la vida y la muerte están unidas, también lo están el bien y el mal.
Todo está interconectado. Es una red, un hermoso patrón.
Escucha estas palabras de Berenson:
Era una mañana de comienzos del verano. Una neblina plateada brillaba tenuemente vibrando sobre los tilos. Una caricia impregnaba el aire. Recuerdo que… me subí al tronco de un árbol y, de repente, me sentí inmerso en «ser eso». Ni siquiera lo llamé por ese nombre porque en ese estado mental no había palabras. Ni siquiera se trataba de un sentimiento. No tenía necesidad de palabras. Eso y yo éramos uno. Simplemente estaba ahí como una bendición.
Tathata significa alcanzar ese instante en el que, súbitamente, te das cuenta de que la existencia es una, está interconectada, fundida en una sola danza como una orquesta. Y todo es necesario, tanto lo malo como lo bueno. Jesús por sí solo no basta. Judas también es necesario. Sin Judas, Jesús no sería tan valioso. Si quitas a Judas de la Biblia, la Biblia pierde mucho. Quita a Judas de la Biblia y ¿dónde estará Jesús? ¿Qué es Jesús? Judas crea el contraste; es el telón de fondo. Se convierte en la nube negra de la que Jesús es el halo plateado. Sin la nube negra no habría halo plateado. Jesús debe estar agradecido a Judas. Y no es casualidad que, al lavar los pies de sus discípulos, el primero fuese Judas. Después, cuando se estaba despidiendo y diciendo adiós, abrazó a Judas más que a los demás y le besó más que a ningún otro. Era su discípulo preferido.
Esto es un misterio dentro de un misterio. En los círculos esotéricos hay rumores, desde hace siglos, de que Jesús mismo lo planeó. Gurdjieff creía firmemente en ello. Y es posible que Judas simplemente estuviese obedeciendo las órdenes de Jesús: traicionarle y venderle a sus enemigos. Eso parece tener más lógica. Porque, por muy malo que fuese Judas, ¿vender a Jesús por apenas treinta monedas de plata? Esto es excesivo. Judas había estado con Jesús desde hacía mucho tiempo y era el discípulo más inteligente de todos. Era el único que tenía cultura, el único que podría calificarse de intelectual. De hecho, era más culto que el propio Jesús. Era el erudito del grupo.
Parece excesivo, vender a Jesús solo por treinta monedas de plata. ¿Y sabes qué ocurrió? Cuando crucificaron a Jesús, Judas se suicidó… al día siguiente. Los cristianos no hablan mucho de ello, pero hay que hablar de esto. ¿Por qué se suicidó? Su labor había terminado y podía irse con su maestro. Un hombre que ha sido capaz de vender a su maestro por treinta monedas de plata, ¿te lo imaginas sintiéndose tan culpable como para suicidarse? Eso es imposible. ¿Para qué iba a molestarse? No, sencillamente había seguido las órdenes de su maestro. No podía negarse pues eso formaba parte de su entrega a él. Tenía que acceder. No se puede decir «no» a un maestro. Estaba todo planeado. Hay un motivo: el mensaje de Jesús solo ha pervivido en el mundo gracias a su crucifixión. Sin la crucifixión no habría existido el cristianismo. Por eso llamo al cristianismo «cruzianismo». No es cristianismo porque no bastaba con Cristo sino que fue necesaria la cruz para que esto sucediera.
Cuando ves la interconexión de todas las cosas, te das cuenta de que Judas forma parte del juego al que pertenece Jesús. Entonces, el mal forma parte del bien. Entonces, el Demonio no es más que un ángel de Dios; yo no lo llamo el ángel caído. Tal vez tenga una gran misión en el mundo y haya sido enviado por Dios mismo, tal vez sea su discípulo más cercano.
La palabra «demonio» proviene de la misma raíz que «divino». Esto es muy significativo. Sí, el Demonio también es divino.
Sasaki cuenta lo siguiente:
Cuando mi profesor me estaba hablando de esto, dijo: «Piensa ahora en ti mismo. Crees que eres un ser independiente, una isla, pero no lo eres. Sin tu padre y tu madre no existirías. Sin sus padres y sus madres ellos tampoco habrían existido, y tú no existirías».
Y así sucesivamente… puedes llegar hasta el principio sin principio. Puedes seguir yendo hacia atrás y verás que todo lo que ha sucedido en la existencia hasta ahora, ha ocurrido para que tú estés aquí. Si no tú no existirías. Estás in-terconectado. Solo eres una pequeña parte de una cadena infinita. Todo lo que existe está implícito en ti, todo lo que ya pasó, está implícito en ti. Tú eres el ápice, en este momento, de todo lo que te ha precedido. En ti existe todo el pasado. Pero eso no es todo. De ti vendrán tus hijos, y los hijos de tus hijos… y así sucesivamente.