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El sacerdote le preguntó:

– ¿Dónde está la estatua?

El maestro señaló hacia el fuego y dijo:

– Tenía mucho frío y estaba tiritando.

– ¿Estás loco? -exclamó el sacerdote-. ¿No te das cuenta de lo que has hecho? Era una estatua de Buda. ¡Has quemado a Buda!

El maestro miró el fuego, que estaba desapareciendo, y lo removió con un palo.

– ¿Qué estás haciendo? -preguntó el sacerdote.

– Estoy tratando de encontrar los huesos de Buda -respondió.

– Estás loco de remate -dijo el sacerdote-, es un Buda de madera. No tiene huesos.

Entonces el maestro dijo:

– La noche es larga y cada vez hace más frío. ¿Por qué no traemos también esos otros dos budas?

Por supuesto, le echaron del templo inmediatamente. ¡Ese hombre era un peligro! Cuando le estaban echando, dijo:

– ¿Qué hacéis, estáis expulsando a un buda vivo por respeto a un buda de madera? El buda vivo estaba sufriendo tanto que tuve que ser compasivo. Si Buda estuviese vivo habría hecho lo mismo. Él mismo me habría dado esas tres estatuas. ¡Estoy seguro! Sé que él habría hecho lo mismo.

Pero ¿quién lo escuchaba? Le echaron a la nieve y cerraron las puertas. Por la mañana, cuando salió el sacerdote, se encontró al maestro adorando un mojón sobre el que había colocado unas flores. El sacerdote volvió y le dijo:

– ¿Y ahora qué haces, adorar un mojón?

El maestro dijo:

– Cuando llega la hora de rezar, creo mis budas en cualquier parte, porque están en todas partes. Este mojón vale tanto como los budas de madera que tienes ahí dentro.

Es una cuestión de actitud. Cuando miras con ojos adoradores, entonces todo se vuelve divino.

Y recuerda, la historia de Eisai es fácil de entender porque la compasión se muestra hacia otra persona. Esta historia es más difícil y complicada de entender porque la compasión es hacia uno mismo. Una verdadera persona de conocimiento no es dura con los demás y tampoco consigo misma, porque la energía es una y la misma. Una verdadera persona de conocimiento no es masoquista. No es sádica ni ma-soquista. Una verdadera persona de co-

nocimiento comprende que sencillamente no hay separación; todo es sagrado, incluido él mismo, y vive con esta comprensión.

Vivir una vida que se sustenta en la comprensión es compasión. No intentes practicarla; solo relájate profundamente en la meditación. Durante la meditación, permanece en un estado de relajación y de repente podrás oler la fragancia que surge de tu ser más profundo. Entonces florece la flor y se expande la compasión. La meditación es la flor y la compasión es su fragancia.

UN DESEO ES UN DESEO ES UN DESEO -RESPUESTAS A PREGUNTAS

Por favor, ¿podrías hablarnos del deseo de ayudar a los demás, y de las diferencias o similitudes con otras formas de deseo?

El deseo es el deseo, y no hay ninguna diferencia. Tanto si quieres ayudar a los demás como si quieres hacerles daño, la naturaleza del deseo sigue siendo la misma.

Un buda no desea ayudar a los demás, lo hace, pero en ello no hay ningún deseo; es algo que sucede espontáneamente. Es la fragancia de una flor que acaba de florecer. La flor no está deseando soltar su fragancia a los vientos para los demás, no le atañe que su aroma los alcance. Si alcanza a los demás solo es por accidente, y si no lo hace también es por accidente. La flor desprende su fragancia espontáneamente. Sale el sol pero no tiene el deseo de despertar a nadie, el deseo de abrir las flores o el deseo de animar a los pájaros para que canten. Todo eso sucede espontáneamente.

Un buda no ayuda porque esté deseando ayudar, sino porque su naturaleza es la compasión. Todos los meditadores se vuelven compasivos pero no son «siervos de los demás». Los siervos de los demás son maliciosos; el mundo ha padecido demasiado a estos siervos porque su servicio es deseo disfrazado de compasión, y el deseo jamás podrá ser compasivo.

El deseo es siempre una explotación. Puedes explotar en nombre de la compasión o puedes explotar con otros bonitos nombres. Puedes hablar de servicio a la humanidad y de hermandad o religión, Dios y verdad. Todas esas bonitas palabras solo provocarán cada vez más guerras, más derramamiento de sangre, y cada vez más personas serán crucificadas y quemadas vivas. Eso es lo que ha estado sucediendo hasta ahora. Y seguirá siendo así si no aportas comprensión al mundo.

Por eso, lo primero que hay que recordar es que desear es lo mismo, tanto si deseas ayudar como si deseas hacer daño. No se trata del objeto del deseo, sino de la naturaleza del deseo en sí. La naturaleza del deseo te conduce al futuro, trae aquí el mañana. Y con el mañana vienen todas las tensiones y toda la ansiedad de si podrás conseguirlo o no, si podrás triunfar o no. El miedo al fracaso y la ambición de triunfar están ahí, lo mismo si deseas dinero o victoria como si deseas ser compasivo hacia la gente o llevarles la salvación; se trata del mismo juego. Solo cambian los nombres. Es fundamental que comprendas esto.

Un hombre le preguntó a Buda: «Me gustaría ayudar a los demás. Enséñame». Buda le miró y se puso muy triste. El hombre, confundido, le dijo: «¿Por qué te has entristecido? ¿He dicho algo que esté mal?».

Buda dijo: «¿Cómo puedes ayudar a los demás? ¡Ni siquiera te has ayudado a ti mismo! En nombre de la ayuda solo les vas a hacer daño».

Primero debes llevar la luz a tu ser. Permite que la llama prenda en tu conciencia… y entonces no harás esa pregunta. Después, • naturalmente, tu propia presencia y todo lo que hagas serán de gran ayuda.

El deseo es el deseo. No hay un deseo material o un deseo espiritual. Ayudar a los demás es un deseo ególatra para ser más santo que ellos. Te vuelves más sabio que los demás; tú eres quien sabe y ellos no. Quieres ayudar a los demás porque tú has entendido y ellos son unos ignorantes que están dando tumbos en la oscuridad, y quieres ser una luz para ellos. Quieres convertirte en su maestro reduciéndolos así a discípulos. Si existe este deseo, no les va a servir a ellos y tampoco te va a ayudar a ti sino que duplicará el daño. Será como una espada de doble filo que cortará a los demás pero también a ti. Es destructivo y no puede ser creativo.

Hay también otro tipo de ayuda que no surge del deseo ni de ninguna proyección del ego. Esa ayuda, ese tipo de compasión solo sucede en la última cima de la meditación y nunca antes. Cuando la primavera llega a tu conciencia, cuando en tu interior solo hay flores, los demás empiezan a recibir la fragancia. No es necesario que lo desees; en realidad, no lo puedes evitar. Aunque intentes impedirlo no podrás hacer nada. Es inevitable que alcance a los demás. Se convertirá en la luz de su vida y será el heraldo de los nuevos comienzos. Y no porque tú lo desees, sino porque tú te has transformado.

Hay una meditación budista que se denomina Maitri Bhavana. Comienza diciéndose a uno mismo: «Que tenga salud, que sea feliz, que esté libre de enemigos, que esté libre de hacerme daño a mí mismo». Tras ser penetrado por el sentimiento que generan estos pensamientos, la siguiente fase de la meditación consiste en extenderlo a los demás; para empezar, visualizando a las personas que amas y transmitiéndoles estos buenos sentimientos; después lo mismo con las personas a las que amas menos hasta que incluso puedas sentir compasión por aquellos a los que odias. Solía sentir que esta meditación me abría a los demás.

Pero dejé de hacerla porque podía ver el peligro de que se convirtiese en una especie de autohipnosis. Esta meditación todavía me atrae pero estoy confundido sobre si debería volver a hacerla, aunque quizá con una actitud diferente, o si debería dejarla. ¿Por favor, puedes hablarme de esta meditación? Estaría muy agradecido.