Cuando Bankei dice: «Sois hermanos sabios», está bromeando. En realidad está diciendo: «Sois absolutamente necios, pero os creéis muy sabios, creéis que sabéis distinguir lo que está bien de lo que está mal. Incluso habéis intentado enseñarme a mí lo que está bien y lo que está mal. Me estáis diciendo: "O echas a este hombre o nos vamos". Estáis intentando imponerme condiciones. ¿Creéis que sabéis lo que está bien y lo que está mal? En ese caso podéis ir donde queráis, porque como sois tan sabios, podéis aprenderlo en cualquier parte. Pero este hombre ¿dónde va a ir? ¡Él sí que es un necio!».
Date cuenta del detalle, de la ironía. Recuerda que la rectitud de los rectos nunca es correcta. Los que creen tener la razón casi siempre son estúpidos. La vida es tan compleja y tan sutil que no es tan fácil decidir si tienes la razón o sí el otro está equivocado. De hecho, la persona que tenga un mínimo entendimiento se dará cuenta de que nunca cae en la trampa de la rectitud.
Los alumnos de Bankei creen saber lo que está bien y lo que está mal, el ladrón ha hecho algo malo y el maestro debería echarle. Si el maestro no lo hace, entonces el maestro también está equivocado. Están demasiado imbuidos en su sabiduría; creen que saben. No ven la compasión del maestro y no ven la meditación del maestro. No ven que el maestro se ha convertido en un buda; Bankei es uno de los grandes maestros del zen. No reconocen a la persona que tienen delante de ellos; protestan y le amenazan.
El hombre es tan necio que a lo largo de los tiempos ha hecho toda clase de tonterías. Y siempre que hay un buda se cometen las mayores tonterías, porque no entiendes, no te das cuenta de quién es la persona que tienes enfrente. Sigues actuando de forma infantil e inmadura; sigues diciendo tonterías.
Bankei dice:
Sois hermanos sabios, sabéis lo que está bien y lo que no lo está. Podéis ir a estudiar a otro lugar si lo deseáis, pero este pobre hermano ni siquiera sabe distinguir lo bueno de lo malo. Si no le enseño yo, ¿quién lo hará?
De manera que os podéis ir, yo me quedaré con él y le enseñaré.
Él se va a quedar aquí aunque os vayáis todos los demás.
A veces sucede que es más difícil enseñar a alguien que piensa que tiene razón que a alguien que piensa que está equivocado. Es más fácil enseñar a un criminal que a un santo. Es más fácil enseñar a una persona que en el fondo está haciendo algo malo, porque está dispuesto a aprender. Él mismo quiere salir del estado en el que está. Pero alguien que piensa «estoy haciendo lo correcto», no quiere salir del estado en el que está porque es completamente feliz en ese estado. Es imposible cambiarle.
¿Por qué dice el maestro: «Os podéis ir todos pero yo me quedaré con este hombre, este pobre hermano»? ¿Por qué lo dice? Porque este pobre hermano tiene una posibilidad, un potencial.
Había una vez un hombre, un terrible criminal, asesino y pecador, que fue a ver a Buda para ser iniciado. Cuando llegó temía que no le dejaran entrar; tal vez los discípulos no le permitirían ver a Buda. Por eso llegó en un momento en el que no había mucha gente. Y no entró por la puerta principal, sino que saltó un muro.
Dio la casualidad de que Buda no estaba ahí porque había salido a mendigar, y le cogieron. Él dijo a los discípulos: «No he venido a robar ni nada parecido, solo temía que no me dejarais entrar por la puerta principal. Todo el mundo me conoce, soy un hombre famoso por aquí. Soy la persona más odiada y más temida de los alrededores, todo el mundo me conoce. Por eso tenía miedo de que no me dejaseis entrar, tal vez no creáis que quiero convertirme en discípulo de Buda».
De manera que lo llevaron ante uno de los grandes discípulos de Buda, Sariputra, que también era astrólogo y tenía un talento especial, un talento telepático para leer las vidas pasadas de la gente. Le pidieron a Sariputra: «Mira en el interior de este hombre. Sabemos que en esta vida es un asesino, un pecador y un ladrón, y que ha hecho toda clase de fechorías. Pero tal vez haya tenido alguna virtud en sus vidas pasadas; quizá por eso se quiere convertir en sannyasin. Indaga en sus vidas pasadas».
Sariputra miró dentro de sus ochenta mil vidas pasadas… ¡y siempre había sido igual! Hasta Sariputra empezó a temblar al ver a este hombre. Era muy peligroso; había sido un asesino y un criminal ochenta mil veces, siempre había sido un pecador. ¡Era un auténtico pecador! Era imposible cambiar a ese hombre, no había ninguna posibilidad. Ni siquiera Buda podía hacer nada.
Sariputra dijo: «Echadle, lleváoslo inmediatamente porque incluso Buda fracasará con este hombre. Es un auténtico pecador. He visto ochenta mil vidas suyas y no puedo ir más allá. ¡Es más que suficiente!».
De modo que le expulsaron. El hombre estaba muy dolido porque para él no había escapatoria. No podía estar cerca de Buda en vida, así que decidió suicidarse. Se acercó al muro que había a la vuelta de la esquina de la puerta principal, y estaba a punto de estamparse la cabeza contra la pared para matarse cuando, de repente, Buda volvió de su ronda de mendigar y le vio. Le detuvo, se lo llevó dentro y le inició.
La historia cuenta que a los siete días ese hombre se convirtió en un arhat, en un iluminado. Todo el mundo estaba perplejo. Sariputra fue a Buda y le dijo: «¿Cómo puede ser? ¿Toda mi clarividencia y mi astrología no son más que un desatino? ¡Hé indagado en ocho mil vidas de este hombre! Si puede iluminarse en siete días, ¿qué sentido tiene indagar en las vidas pasadas de la gente? Entonces es todo absurdo. ¿Cómo puede ocurrir algo así?».
Y Buda le dijo: «Has mirado en su pasado pero no has mirado en su futuro. ¡Y el pasado, pasado está! Una persona puede cambiar en el momento que decida cambiar, la propia decisión es decisiva. Cuando alguien ha vivido ochenta mil vidas de miseria, lo sabe y anhela cambiar, y la intensidad de su propósito de cambiar es infinita. Por eso puede suceder en siete días.
»Sariputra, tú no te has iluminado. Eres un buen hombre, tienes buenas vidas, tu pasado no es una pesada carga. Hay cierta rectitud en tu ser. Has sido brahmán durante muchas vidas, erudito, una persona respetada. Pero fíjate en ese hombre. Estaba cargado con esas ochenta mil vidas y quería ser libre. Realmente quería ser libre; por eso se obró el milagro y a los siete días salió de su prisión. La intensidad de su pasado le estaba obligando.»
Esta es una de las cosas básicas que hay que comprender en la transformación de las personas. Los que se sienten culpables se pueden transformar fácilmente. Las personas que se sienten bien y son correctas, son muy difíciles de transformar. Las personas religiosas son muy difíciles de transformar; las no religiosas son más fáciles de transformar. Por eso, siempre que viene a mí una persona religiosa, no le hago mucho caso; pero cuando viene una persona no religiosa, me tomo más interés. Me dedico a él, estoy con él y me vuelco, porque existe una posibilidad.
Eso es lo que dice Bankei:
«Si no le enseño yo, ¿quién lo hará? Él se va a quedar aquí aunque os vayáis todos los demás.»
Un torrente de lágrimas purificó el rostro del hermano que había robado. Su deseo de robar se había desvanecido.
Y rociado por la compasión del maestro, el ladrón ya no es un ladrón y se purifica absolutamente. Empezó a llorar y esas lágrimas purificaron su corazón. «Un torrente de lágrimas purificó el rostro del hermano que había robado. Su deseo de robar se había desvanecido.» Este es el milagro de la presencia del maestro. Y la historia no dice nada de qué ocurrió a toda esa gente políticamente correcta.
Este es el misterio de la vida. Nunca te sientas justo ni pretendas estar en lo cierto, no te aferres a esta idea. Y no pienses que los demás están equivocados, porque las dos cosas van juntas, si sientes que estás en lo cierto siempre estarás descalificando a los demás y pensando que la otra persona está equivocada. No descalifiques a nadie ni te alabes a ti mismo; de lo contrario, te equivocarás. Acepta a la gente como es. Eso es lo que son y ¿quién eres tú para decir si está bien o mal? Si están equivocados sufren y si están en lo cierto son dichosos. Pero ¿quién eres tú para criticarlos?
Tu crítica aumenta tu ego. Por eso la gente habla tanto de lo que los demás hacen mal, porque les produce la sensación de estar haciendo las cosas bien. Si alguien es un asesino eso les hace sentirse bien: «Yo no soy un asesino; por!o menos no soy un asesino».
Si alguien es un ladrón ellos se sienten bien: «Yo no soy un ladrón». Y así sucesivamente, mientras tanto, su ego se va fortaleciendo. La gente habla de los pecados de los demás, de los delitos de los demás y de todo lo malo de la vida de los demás. La gente no hace más que hablar de eso. Lo exageran y lo disfrutan… así sienten que «yo soy bueno». Pero esta sensación pronto se convertirá en una barrera.
Sé compasivo, sé inteligente y amoroso. Mira a los demás sin juzgarlos. Y nunca empieces a sentirte una persona recta, ni empieces a sentir una especie de santidad. No te conviertas en «Su santidad». Nunca.
Mantente común; no seas nadie. Y en ese no ser nadie llega el último huésped… en ese no ser nadie tú te conviertes en el anfitrión.
CORAZONES Y MENTES – RESPUESTAS A PREGUNTAS
¿Qué significa intentar ayudar a los demás? A menudo es más parecido a intentar cambiarlos que a respetarlos y quererlos in-condicionalmente. ¿Puedes hablar sobre esto?