Esta también es la historia del hombre. Un hilo que te une con lo supremo, lo superior, llámalo Tao, existencia o divinidad. Puedes haber olvidado completamente que desciendes de ahí. Procedes del todo y tienes que volver a él. Todo vuelve a su fuente original; tiene que ser así. Entonces se cierra el círculo y uno está completo. Y te puedes sentir incluso como esta araña a la que le estorba el hilo que la une con lo superior. Muchas veces no puedes hacer algunas cosas por culpa de él, se mete en medio todo el rato. No puedes ser todo lo violento que te gustaría; no puedes ser todo lo agresivo que te gustaría; no puedes odiar todo lo que te gustaría; el hilo se vuelve a meter en medio. A veces puedes sentirte como esta araña, con ganas de cortarlo, de darle un tijeretazo para que tu camino esté despejado.
Eso es lo que dice Nietzsche: «Dios ha muerto». Ha cortado el hilo. Pero Nietzsche se volvió loco inmediatamente después. En el momento que dijo «Dios ha muerto», se volvió loco, porque de ese modo te separas de la fuente original de toda la vida. De ese modo estás privado de algo vital, esencial. Te falta algo y has olvidado que era la base misma de tu vida. La araña cortó el hilo y con él destruyó toda la telaraña que necesitaba ese hilo para sostenerse.
Estés donde estés, en tu noche más oscura, un rayo de luz te sigue uniendo con la existencia. Esa es tu vida; es lo que te mantiene vivo. Encuentra ese hilo porque es la forma de encontrar el camino de vuelta a casa.
El 5 de junio de 1910, O'Henry se estaba muriendo. Oscurecía. Sus amigos estaban a su alrededor. De repente, abrió los ojos y dijo: «Enciende la luz. No me quiero ir a casa a oscuras». Encendieron la luz; cerró los ojos, sonrió y se fue.
El hilo que te une, el rayo de vida que te da la vida es el camino de vuelta a casa. Sigues unido con la existencia por muy lejos que te hayas ido, de lo contrario no sería posible. Tú puedes haberte olvidado, pero la existencia no se ha olvidado de ti, y eso es lo que realmente importa. Intenta buscar algo que te una con la existencia. Búscalo y llegarás al mandamiento del que está hablando Jesús. Si buscas, llegarás a saber que es el amor, y no el conocimiento, lo que te une con la existencia. Y siempre que sientas amor serás enormemente feliz, porque tendrás cada vez más vida a tu disposición.
Jesús y Buda son como dos abejas. La abeja sale y encuentra hermosas flores en un valle. Vuelve, baila una danza de éxtasis cerca de sus amigas para contarles que ha encontrado un hermoso valle repleto de flores. «Venid, seguidme.» Jesús es como una abeja que ha encontrado la fuente original de la vida, un valle de hermosas flores, flores de eternidad. Vuelve y baila a tu lado para darte el mensaje: «Ven, sígueme».
Si intentas entender y buscar en tu interior, verás que el amor es la cosa más importante, más esencial que hay en tu ser. No lo dejes morir. Ayúdalo a crecer para que pueda convertirse en un gran árbol, para que los pájaros del cielo puedan cobijarse bajo tu sombra, para que tú también te puedas convertir en una abeja.
En tu éxtasis, puedes también compartir con los demás lo que has descubierto.
CRIMEN Y CASTIGO
La pena de muerte es una degradante prueba de lo inhumano que el es hombre para el hombre. Es una prueba de que el hombre sigue viviendo en la barbarie. La civilización sigue siendo un concepto que todavía no se ha hecho realidad.
Tendrás que estudiarlo desde todos los aspectos para comprender por qué se sigue utilizando en tantas civilizaciones, culturas y estados, algo tan idiota como la pena de muerte. Incluso en algunos países donde había sido suprimida la han vuelto a adoptar. En otros países ha sido suprimida y se ha sustituido por la cadena perpetua, que es peor todavía que la pena de muerte. Es mejor morir en un instante que morir lentamente durante cincuenta o sesenta años. Cambiar la pena de muerte por la cadena perpetua no es ser más civilizado, sino estar más hundido aún en la barbarie, la oscuridad inhumana y la inconsciencia.
Lo primero que hay que entender es que la pena de muerte no es realmente un castigo. Si no puedes recompensar con la vida, no puedes castigar con la muerte. Es lógica pura y no puede haber dos opiniones distintas sobre esto. Si no puedes dar la vida a la gente, ¿con qué derecho puedes quitársela?
Esto me recuerda una historia real. Había dos criminales que encontraron un tesoro oculto en un castillo. Mucha gente había intentado entrar en el castillo para robarlo, pero siempre los atrapaban; sin embargo, estos criminales lo consiguieron. El tesoro era muy grande y uno de ellos decidió que no estaba dispuesto a dividirlo. Una posibilidad era matar al otro, pero al hacerlo le podían pillar, y no quería arriesgarse porque el tesoro estaba ahora en sus manos.
Lo consiguió de una forma muy astuta. Desapareció e hizo correr el rumor de que había sido asesinado, dejando pruebas para que pareciera que el asesino había sido su amigo. Cogieron al amigo con todas las pruebas: a su revólver le faltaban dos balas y había huellas digitales suyas por todo el revólver. En el lugar del crimen apareció un pañuelo con su nombre bordado… No podía demostrar su inocencia; no había ninguna forma de hacerlo; todo estaba en su contra y le iban a condenar a la pena de muerte. Él sabía que no había asesinado a su amigo; sabía que todo era una conspiración, que su amigo no estaba muerto, y era una estratagema para quedarse con todo el tesoro.
Pero, antes de su ejecución, consiguió escapar de la cárcel. Doce años más tarde, cuando oyó que su compinche -que había cambiado de identidad y se había convertido en un político res-petable- había muerto, fue a las autoridades y le dijo a los tribunales -al mismo juez que le había condenado-: «Soy el que sentenciaste a muerte hace doce años, pero conseguí huir. Y yo era absolutamente inocente, pero no podía demostrarlo».
De hecho, la inocencia no se puede demostrar. Las pruebas pueden ser a favor o contra, pero la inocencia no se puede demostrar. «Ahora la persona cuya muerte me imputasteis hace doce años ha muerto. Es la misma persona, de manera que yo no pude haberle matado hace doce años -dijo-. El único crimen que he cometido es huir de la cárcel, pero ¿se puede llamar crimen a eso? Cuando castigas a un hombre inocente a morir, ¿quién es el criminal, tú oyó?»
La historia tiene muchas implicaciones. El hombre dijo: «¿Si después de sentenciarme a muerte no me hubiese escapado y me hubiesen ejecutado, cuál habría sido el caso ahora? Si se hubiese sabido que el hombre que pensabais que estaba muerto estaba en realidad vivo, ¿me hubieseis podido devolver la vida? Si no podéis devolverme la vida, ¿qué derecho tenéis a quitármela?».
Se cuenta que el juez renunció a su cargo y le pidió disculpas al hombre diciendo: «Es posible que haya cometido muchos crímenes en mi vida».
En todo el mundo, la realidad es que eres culpable a menos que se demuestre tu inocencia. Esto va en contra de todos los ideales humanitarios, la democracia, la libertad o el respeto hacia la individualidad; va contra todo. La ley dice que eres inocente mientras no se demuestre tu culpabilidad -eso es lo que dicen las palabras-, pero en la realidad ocurre exactamente lo contrario.
El hombre dice una cosa y hace lo contrario. Habla de ser civilizado y culto, pero no es civilizado ni culto. La pena de muerte es prueba fehaciente de ello.
Es la ley de una sociedad bárbara: ojo por ojo, cabeza por cabeza. Si alguien corta una de tus manos, entonces, en una sociedad bárbara, hay una estricta ley que dice que hay que cortarle una de sus manos a quien lo hizo. Esto mismo se lleva haciendo desde hace siglos, y la pena de muerte es lo mismo: «Ojo por ojo. Si se cree que una persona ha asesinado a alguien, deberá ser asesinado». Pero es extraño: si matar a alguien es un crimen, ¿cómo vas a eliminar el crimen de la sociedad si vuelves a cometer el mismo crimen? Antes había un hombre asesinado y ahora hay dos. Y ni siquiera está completamente claro que este hombre haya asesinado a aquel, porque no es nada fácil demostrar un asesinato.
Si el asesinato está mal, da lo mismo que lo cometa un individuo o sean los tribunales quienes lo cometen.
Ciertamente, el asesinato es un crimen. La pena de muerte es un crimen cometido por!a sociedad contra un individuo que está indefenso. No puedo llamarlo una pena, yo lo llamo crimen.
Y puedes comprender por qué se comete: es una forma de vengarse. La sociedad se venga de que la persona no obedeciera las leyes. La sociedad está dispuesta a matarle, pero a nadie parece importarle que si alguien comete un asesinato, esto demuestra que esa persona tiene una enfermedad psicológica. En vez de meterlo en la cárcel o ejecutarle, deberían enviarle a una institución donde pudieran cuidarle física, psíquica y espiritualmente. Está enfermo; necesita toda la compasión de la sociedad, no se trata de imponer un castigo.
Sí, es verdad, ha asesinado a alguien, pero no podemos hacer nada al respecto. ¿Podemos devolverle la vida
asesinando a quien le mató? Si eso fuese posible, yo apoyaría eliminar al asesino -no merece ser parte de la sociedad-, y el otro reviviría. Pero esto no es así. El otro se ha ido para siempre y no hay forma de revivirle. Sí, lo único que puedes hacer es también matar a ese hombre. Estás intentando lavar la sangre con sangre, el barro con barro.