La compasión es incondicional. No puedes ser compasivo solo con los que son amables contigo o los que están relacionados contigo.
Esto sucedió en China: cuando Bodhidharma fue a China, se le acercó un hombre que le dijo: «He seguido tus enseñanzas: medito y siento compasión por todo el Universo, no solo por los hombres, sino también por los animales, las piedras y los ríos. Pero hay un problema: no siento compasión por mi vecino. No, ¡es imposible! Por eso te pregunto, ¿puedo excluir a mi vecino de la compasión? Incluyo a toda la existencia, conocida y desconocida, pero ¿puedo excluir a mi vecino? Porque me resulta muy difícil, es imposible. No puedo sentir compasión por él».
Bodhidharma le dijo: «Entonces, olvídate de la meditación, porque si la compasión excluye a alguien ya no existe».
La compasión incluye a todo, es intrínsecamente inclusiva. Si no sientes compasión por tu prójimo es mejor que te olvides de ello, porque no tiene que ver con nadie en particular. Tiene que ver con tu estado interno. Sé compasión, incondicionalmente, sin ninguna dirección, sin dirigirla a nadie. Entonces te convertirás en una fuerza curadora en este mundo de desdicha.
Jesús repetía una y otra vez, «ama a tu prójimo como a ti mismo». Y también decía, «ama a tu enemigo como a ti mismo». Si analizas las dos frases juntas, descubrirás que ¡el prójimo y el enemigo son casi siempre la misma persona! «Ama a tu prójimo como a ti mismo», y «ama a tu enemigo como a ti mismo».
¿Qué está queriendo decir?
Simplemente quiere decir que no pongas barreras a tu compasión, a tu amor. Del mismo modo que te amas a ti mismo, ama a toda la existencia, porque en el análisis final, toda la existencia eres tú mismo reflejado en muchos espejos. Eres tú, no está separada de ti. Tu prójimo solo es otra forma de ti mismo; tu enemigo también es otra forma de ti mismo. En todo lo que te encuentres te encontrarás contigo mismo. Quizá no lo reconozcas porque no estás muy alerta, posiblemente no seas capaz de verte en el otro, pero eso quiere decir que tienes algún problema en la vista; a tus ojos les ocurre algo.
La compasión es terapéutica. Y ser compasivo es tener compasión por uno mismo antes que nada. Si no te quieres a ti mismo nunca serás capaz de querer a nadie. Si no eres amable contigo mismo nunca podrás ser amable con nadie. Vuestros mal llamados santos que fueron tan duros con ellos mismos, solo fingían ser amables con los demás. Eso no es posible; psicológicamente es imposible. Si no puedes ser amable contigo mismo, ¿cómo vas a serlo con los demás?
Todo lo que seas contigo mismo, lo serás con los demás. Deja que este sea el pensamiento principal. Si te odias a ti mismo, odiarás a los demás; y te han enseñado a odiarte. Nadie te ha dicho jamás, «¡quiérete!». La idea en sí nos parece absurda, ¿amarnos a nosotros mismos? No tiene sentido, ¿amarse a uno mismo? Siempre creemos que el amor necesita a otro, pero si no lo aprendes contigo mismo, no serás capaz de practicarlo con los demás.
Te han dicho que no vales nada para condicionarte. Desde todos los lugares te han enseñado y te han dicho que eres indigno, que no eres lo que deberías ser, que no te aceptan como eres. Encima de tus hombros hay muchos deberías, y esos deberías son casi imposibles de cumplir. Y cuando no los puedes cumplir, cuando no llegas, te sientes culpable. Surge en tu interior un profundo odio hacia ti mismo.
¿Cómo vas a querer a los demás? ¿Dónde vas a encontrar amor si estás tan lleno de odio? Solo puedes fingirlo, aparentas estar enamorado, pero en el fondo ni estás enamorado de nadie ni puedes estarlo. Esas pretensiones te valen durante unos días, pero luego el color desaparece y la realidad se impone.
Todas las relaciones amorosas se estropean. Antes o después, las relaciones amorosas se envenenan. ¿Por qué se envenenan tanto? Las dos personas fingen estar amando, los dos dicen que aman. El padre dice que quiere a su hijo y el hijo dice que quiere a su padre. La madre dice que quiere a su hija y la hija dice lo mismo. Los hermanos dicen que se quieren. Todo el mundo habla de amor, canta sobre el amor. ¿Existe algún lugar donde haya menos amor? No hay ni una gota de amor, no hay más que montañas de palabrería, unos Himaíayas de poesía sobre el amor.
Al parecer, toda esa poesía solo es para compensar. Como no amamos, de alguna forma tenemos que creer que amamos, por medio de la poesía o por medio de la música. Lo que nos falta en la vida lo traducimos a poesía. Lo que nos perdemos en la vida, lo trasladamos a películas o a novelas. El amor está absolutamente ausente porque no se ha dado todavía el primer paso.
El primer paso es aceptarte como eres; olvídate de todos los deberías. ¡No cargues con ningún «debería» en tu corazón! No tienes que ser otra persona; no tienes por qué hacer algo que no te corresponde, solo tienes que ser tú mismo. Relájate y sé tú mismo. Respeta tu individualidad y ten la valentía de firmar con tu propia firma. No copies las firmas de los demás.
No tienes por qué convertirte en un Jesús, un Buda o un Ra-makrisna, simplemente tienes que convertirte en ti mismo. Menos mal que Ramakrisna nunca intentó convertirse en otra persona, porque así se convirtió en Ramakrisna. Menos mal que Jesús no intentó convertirse en Abraham o en Moisés, porque así se convirtió en Jesús. Menos mal que Buda no intentó convertirse en Patanjali o en Krisna, porque así se convirtió en Buda.
Cuando no estás intentando convertirte en otra persona, simplemente te relajas y surge la gracia. Cuando estás lleno de magnificencia, esplendor y armonía -porque no hay ningún conflicto, no hay que ir a ningún sitio, no hay que luchar por nada, ni hay que imponerse violentamente a nada-, te vuelves inocente. En esa inocencia sentirás compasión y amor hacia ti mismo. Te sentirás tan feliz contigo mismo que incluso si viniera Dios y llamara a tu puerta diciendo: «¿Te gustaría ser otra persona?», tú le dirías: «¿Te has vuelto loco? Soy perfecto. Muchas gracias, pero ni lo intentes, soy perfecto tal como soy».
Ese momento en el que puedes decir a la existencia: «Soy perfecto tal como soy, me siento feliz de ser como soy», lo llamamos shraddha en Oriente. Entonces te has aceptado como eres y en esta aceptación has aceptado la existencia.
Cuando te rechazas, estás rechazando la existencia que te ha creado. En cuanto dices: «Debería ser así», estás intentando mejorar la existencia. Cuando dices: «Has cometido un disparate, yo debería ser de este modo, ¿por qué me has hecho así?», estás intentando mejorar la existencia. Eso no es posible. Tu lucha es inútil, estás abocado a fracasar.
Y cuanto más fracasas, más odias. Cuanto más fallas, más rechazado te sientes. Cuanto más fallas, más impotente te sientes. Y ¿cómo puede surgir compasión de ese odio y esa impotencia? La compasión surge cuando estás perfectamente centrado en tu ser. Cuando dices: «Sí, yo soy así», y no tienes que satisfacer ningún ideal, entonces ¡la satisfacción empieza a suceder inmediatamente!
Las rosas florecen con tanta belleza porque no están intentando convertirse en flores de loto. Y las flores de loto florecen con tanta belleza porque no han estado oyendo leyendas sobre otras flores. En la naturaleza todo va maravillosamente bien por su propia cuenta, porque nadie intenta competir con nadie, nadie intenta convertirse en otro. Todo es como es.
¡Compréndelo! Sé tú mismo y recuerda que, hagas lo que hagas, no puedes ser distinto. Cualquier esfuerzo es inútil. Solo tienes que ser tú mismo.
Solo hay dos caminos. Uno es que a! rechazar, puedes seguir siendo el mismo; al descalificar, puedes seguir siendo el mismo. El otro es que al aceptar, rendirte, disfrutar y deleitarte, puedes seguir siendo el mismo. Tu actitud puede ser diferente pero vas a seguir siendo como eres, seguirás siendo quien eres. En cuanto lo aceptas surge la compasión. ¡Y entonces empiezas a aceptar a los demás!
¿Has observado que es muy, muy difícil vivir con un santo? Puedes vivir con un pecador pero no puedes vivir con un santo, porque el santo te estará condenando constantemente con sus gestos, con sus ojos, con la forma de mirarte y con la forma de hablarte. Un santo nunca habla contigo, te habla a ti. Nunca te mira sino que tiene un ideal en sus ojos que le nubla la vista. Nunca te ve. Hay algo en el fondo de su mente y siempre te compara con ello, y por supuesto, te quedas corto. ¡Su mirada te convierte en un pecador! Es muy difícil vivir con él porque no se acepta, ¿cómo te va a aceptar a ti? Dentro de él hay muchas cosas, notas discordantes que siente que tiene que superar. Por supuesto, en ti ve las mismas cosas pero amplificadas.
Pero para mí, solo es santa la persona que se ha aceptado, y en esta aceptación ha aceptado a todo el mundo. Para mí, ese es el estado mental de la santidad; el estado de aceptación total. Y eso es sanador, terapéutico. Simplemente estar con alguien que te acepte totalmente es terapéutico. Te sanará.
Ve despacio, con cuidado, observando, y sé amoroso. Si eres sexual, no te digo que dejes el sexo, sino que lo hagas de una forma más atenta, de una forma más devota, que sea más profundo para que se pueda convertir en amor. Si eres amoroso, hazlo incluso con más agradecimiento; aporta una gratitud más profunda, alegría, celebración y meditación, para que se pueda convertir en compasión.
Hasta que no surja la compasión no creas que has vivido correctamente o que has vivido en absoluto. La compasión es el florecimiento. Y cuando surge la compasión en una persona, millones de personas se curan. Todo el que se acerque se cura.
La compasión es terapéutica.
POR ENCIMA DE TODO SIN JUICIOS DE VALOR: LA COMPASIÓN DEL ZEN