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Los maestros han intentado aferrarse a algo de todas las formas posibles para no ser arrastrados hasta la otra orilla. Según Buda, lo mejor es la compasión, porque la compasión, si se analiza en profundidad, también es un deseo. La idea de ayudar a los demás también es un deseo, siempre que tengas ese deseo no podrás ser transportado a la otra orilla. Es un hilo muy fino que te mantiene unido al mundo. Todo se rompe, todas las cadenas… excepto un fino hilo de amor. Pero Buda hacía énfasis en aferrarse en todo lo posible a ese fino hilo, ayudar a toda la gente que sea posible. Es la única forma de elevar la conciencia del mundo que te ha dado la vida, que te ha dado la oportunidad de iluminarte.

Ahora es el momento de devolverle algo, aunque no puedas devolver todo lo que la vida te ha dado; de dar algo en agradecimiento, aunque solo sean dos flores.

LA MEDITACIÓN ESLA FLOR YLA COMPASIÓN ES SU FRAGANCIA

La meditación es la flor y la compasión es su fragancia.

Ocurre exactamente así. La flor florece y la fragancia se esparce por el viento en todas las direcciones para ser transportada hasta los confines del mundo. Pero lo más importante es el florecimiento de la flor.

El hombre también tiene un potencial de florecimiento. Hasta que el ser interno del hombre florezca, no será posible la fragancia de la compasión. La compasión no se puede practicar, no es una disciplina ni puedes dirigirla. Está más allá de ti. Si meditas, un día, súbitamente te darás cuenta de un nuevo fenómeno, algo absolutamente extraño que sale de tu ser, es la compasión que fluye hacia toda la existencia. Va hasta los mismos confines de la existencia sin encaminarla, sin dirigirla.

Sin la meditación, la energía sigue siendo pasión; con la meditación, la misma energía se convierte en compasión. La pasión y la compasión no son dos energías, sino una y la misma. Cuando esa energía pasa a través de la meditación se transforma, se transfigura y adquiere una cualidad diferente. La pasión se dirige hacia abajo, la compasión se dirige hacia arriba; la pasión se mueve a través del deseo, la compasión se mueve a través de la ausencia de deseos; la pasión es un entretenimiento para que olvides la desdicha en la que vives, la compasión es una celebración y una danza de realización, de satisfacción… estás tan satisfecho que puedes compartir. Ahora ya no queda nada; has alcanzado el destino que llevabas dentro de ti como un potencial o un brote sin florecer desde hace milenios. Ahora ha florecido y está bailando. Lo has conseguido, estás satisfecho y ya no tienes que conseguir nada más, no tienes que ir a ninguna parte, no tienes que hacer nada.

¿Y qué sucederá ahora con la energía? Empezarás a compartir. La misma energía que se movía por las capas oscuras de la pasión ahora se dirige hacia arriba con rayos luminosos; no está contaminada por ningún deseo ni por ningún condicionamiento. No está corrompida por ninguna motivación, por eso la llamo fragancia. La flor es limitada, pero la fragancia no. La flor tiene limitaciones, porque en alguna parte está enraizada en las ataduras, pero la fragancia no tiene ataduras. Simplemente se mueve, va por el viento; no tiene amarres en la tierra.

La meditación es una flor, tiene raíces y existe dentro de ti. La compasión, cuando sucede, no está arraigada sino que se va moviendo. Buda desapareció pero su compasión no. La ñor tarde o temprano morirá -es parte de la tierra y el polvo vuelve a ser polvo- pero la fragancia que ha liberado se quedará para siempre jamás. Buda ha desaparecido y Jesús ha desaparecido, pero su fragancia no. Su compasión sigue estando, y cualquiera que esté receptivo a su compasión sentirá su impacto inmediatamente, le afectará y le iniciará en un nuevo viaje, una nueva peregrinación.

La compasión no se limita a la flor; aunque proviene de la flor, no es la flor. Llega a través de la flor, pero la flor solamente es un canal; en realidad, viene del más allá. Sin la flor no puede existir -la flor es un estadio necesario-, pero no pertenece a la flor. En cuanto la flor florece, libera su fragancia.

Hay que comprender profundamente esta insistencia, este énfasis, porque puedes empezar a practicar la compasión pero, si no lo comprendes, no se tratará de la auténtica fragancia. Una compasión practicada es sencillamente la misma pasión con otro nombre. Es el mismo deseo contaminado, la motivación corrompida y puede ser muy peligrosa para los demás, porque en nombre de la compasión puedes destruir, en nombre de la compasión puedes crear ataduras. No se trata de compasión y si la practicas estarás siendo artificial y convencional; en el fondo, un hipócrita.

Lo primero que debes recordar es que la compasión no se puede practicar. En esto han fallado los seguidores de todos los grandes maestros religiosos. Buda alcanzó la compasión a través de la meditación, y ahora los budistas continúan practicando la compasión. Jesús alcanzó la compasión a través de la meditación y ahora los católicos, los misioneros católicos, continúan practicando el amor, la compasión, el servicio a la humanidad, pero su compasión ha demostrado ser muy

destructiva para el mundo. Su compasión solo ha originado guerras y ha destruido a millones de personas que han acabado en profundas prisiones.

La compasión te libera y te da libertad, pero solo puede llegar a través de la meditación, no hay otra forma. Buda dijo que la compasión es un resultado, una consecuencia. No puedes lograr la consecuencia directamente, sino que debes hacer algo; tienes que provocar la causa para que le siga el efecto. Si realmente quieres entender qué es la compasión debes entender qué es la meditación. Olvídate de la compasión, porque llega espontáneamente.

Intenta comprender qué es la meditación. La compasión puede convertirse en el criterio que define si la meditación ha sido correcta o no. Si la meditación ha sido correcta, tenderá a haber compasión; eso es lo natural, ya que la sigue como si fuera su sombra. Si la meditación no ha sido correcta entonces no habrá compasión. La compasión puede por tanto actuar como un criterio para saber si la meditación ha sido realmente correcta o no. Y puede ser que la meditación esté mal. Las personas tienen la idea equivocada de que todas las meditaciones son correctas, pero no es así. Las meditaciones pueden estar mal. Por ejemplo, una meditación que te conduce a una concentración profunda no es correcta, y no acabará en compasión. En vez de ir abriéndote, te irás cerrando cada vez más. Si vas reduciendo tu conciencia, concentrándote en algo y excluyendo al resto de la existencia, si te centras solamente en una cosa, cada vez habrá más tensión dentro de ti. De ahí la palabra «atención». Significa «entensión». Concentración, el mismo sonido de la palabra ya crea una sensación de tensión.

La concentración tiene su utilidad pero no es meditación. Necesitas concentración para el trabajo científico, para la investigación o en un laboratorio científico. Tienes que concentrarte en un problema y excluir todo lo demás, hasta el punto de que casi te olvidas del resto del mundo. Tu mundo es el problema en el que estás concentrándote. Por eso los científicos son tan despistados. Las personas que se concentran demasiado suelen volverse despistadas, porque no saben mantenerse abiertas al mundo.

Estaba leyendo una anécdota:

– He comprado una rana -dijo el profesor de zoología rebosante de alegría a su clase-, recién sacada de la charca, para que podamos estudiar su apariencia externa y luego diseccionarla.

Desenvolvió cuidadosamente el paquete que llevaba y dentro había un sándwich. El buen profesor lo miró asombrado.

– ¡Qué extraño! -dijo-, recuerdo perfectamente haberme tomado el almuerzo.

Esto les sucede constantemente a los científicos. Se centran en algo, y su mente se estrecha. Por supuesto, una mente estrecha tiene su utilidad: se vuelve más penetrante, es como una afilada aguja que da justo en la diana, pero se pierde la gran vida que la rodea.

Un buda no es un hombre de concentración, sino un hombre de conocimiento. No ha intentado estrechar su conciencia, al contrario, ha intentado eliminar todas las barreras para estar totalmente abierto a la existencia. Observa… la existencia es simul-tánea. Estoy hablando aquí y a la vez está sonando el ruido del tráfico, el tren, los pájaros, el viento que sopla en los árboles, y en este momento converge toda la existencia. Tú me escuchas, yo te hablo, y a la vez están sucediendo millones de cosas; la existencia es inmensamente rica.

La concentración te centra en una cosa pero pagas un precio muy alto: se descarta el noventa y nueve por ciento restante de la vida. Cuando estás resolviendo un problema de matemáticas no puedes escuchar a los pájaros porque se convertirían en una distracción. Los niños que juegan alrededor y los perros que ladran en la calle son una distracción. Gracias a la concentración la gente ha intentado escapar de la vida; ir al Himalaya, a una cueva, permanecer aislado para así poder concentrarse en Dios. Pero Dios no es un objeto. Dios es la existencia al completo, es este momento; Dios es la totalidad. Por eso, la ciencia jamás será capaz de conocer la divinidad. El método científico en sí es la concentración, y a causa de ese método la ciencia nunca podrá conocer lo divino.