Y debajo, aquella inicial garabateada despreocupadamente que constituía la firma oficial en toda su majestad: Maximiliano Tiberio Antonino César Augusto Emperador.
La pensión de Fausto fue generosa, y cuando él y Maximiliano se encontraban, como así ocurrió alguna que otra vez durante los primeros meses del reinado de Maximiliano, el emperador se mostraba bastante afable, siempre con palabras amistosas, aunque nunca volvieron a ser íntimos. Al segundo año de su reinado, Maximiliano partió al norte, hacia la frontera, donde las tropas de su colega real, Justiniano, se estaban concentrando para unírsele, y allí se quedó, librando batalla contra los bárbaros durante los siete años siguientes, que fueron los últimos de la vida de Fausto.
Las guerras del norte de Maximiliano III finalizaron con la victoria absoluta. Roma no tendría nunca más problemas con los bárbaros invasores. Fue un acontecimiento crucial en la historia del Imperio, el cual estaba ahora en condiciones de iniciar una época de prosperidad y bienestar tales como no se habían conocido desde los días de Trajano, Adriano y Antonino Pío, cuatro siglos atrás. Había habido dos poderosos emperadores con el mismo nombre de Maximiliano antes que él, pero la humanidad sólo se referiría al tercer Maximiliano como Maximiliano el Grande.
Título originaclass="underline" Roma Eterna
Traducción de Emilio Mayorga
Primera edición: octubre de 2006
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