Выбрать главу

cuyos carteles anunciaban que, dentro de un momento, empezaría a sonar el cobre impar de Louis Armstrong. Y parecíale a Filomeno que, al fin y al cabo, lo único vivo, actual, proyectado, asaeteado hacia el futuro, que para él quedaba en esta ciudad lacustre, era el ritmo, los ritmos, a la vez elementales y pitagóricos, presentes acá abajo, inexistentes en otros lugares donde los hombres habían comprobado -muy recientemente, por cierto- que las esferas no tenían más músicas que las de sus propias esferas, monótono contrapunto de geometrías rotatorias, ya que los atribulados habitantes de esta Tierra, al haberse encaramado a la luna divinizada del Egipto, de Súmer y de Babilonia, sólo habían hallado en ella un basurero sideral de piedras inservibles, un rastro rocalloso y polvoriento, anunciadores de otros rastros mayores, puestos en órbitas más lejanas, ya mostrados en imágenes reveladas y reveladoras de que, en fin de cuentas, la Tierra esta, bastante jodida a ratos, no era ni tan mierda ni tan indigna de agradecimiento como decían algunos -que era, dijérase lo que se dijera, la Casa más habitable del Sistema- y que el Hombre que conocíamos, muy maldito y fregado en su género, sin más gentes con quienes medirse en su ruleta de mecánicas solares (acaso Elegido por ello, nada demostraba lo contrario) no tenía mejor tarea que entenderse con sus asuntos personales. Que buscara la solución de sus problemas en los Hierros de Ogún o en los caminos de Eleguá, en el Arca de la Alianza o en la Expulsión de los Mercaderes, en el gran bazar platónico de las Ideas y artículos de consumo o en la apuesta famosa de “Pascal amp; Co. Aseguradores”, en la Palabra o en la Tea -eso, era cosa suya. Filomeno, por lo pronto, se las entendía con la música terrenal -que a él, la música de las esferas, lo tenía sin cuidado. Presentó su “ticket” a la entrada del teatro, lo condujo a su butaca una acomodadora de nalgas extraordinarias -el negro lo veía todo con singular percepción de lo inmediato y palpable- y apareció en truenos, grandes truenos que lo eran de aplausos y exultación, el prodigioso Louis. Y, embocando la trompeta, atacó, como él sólo sabía hacerlo, la melodía de “Go down Moses”, antes de pasar a la de “Jonah and the Whale”, alzada por el pabellón de cobre hacia los cielos del teatro donde volaban, inmovilizados en un tránsito de su vuelo, los rosados ministriles de una angélica canturía, debida, acaso, a los claros pinceles de Tiépolo. Y la Biblia volvió a hacerse ritmo y habitar entre nosotros con “Ezekiel and the Wheel”, antes de desembocar en un “Hallelujah, Hallelujah”, que evocó, para Filomeno, de repente, la persona de Aquel -el Jorge Federico de “aquella noche”que descansaba, bajo una abarrocada estatua de Roubiliac, en el gran Club de los Mármoles de la Abadía de Westminster, junto al Purcell que tanto sabía, también, de místicas y triunfales trompetas. Y concertábanse ya en nueva ejecución, tras del virtuoso, los instrumentos reunidos en el escenario: saxofones, clarinetes, contrabajo, guitarra eléctrica, tambores cubanos, maracas (¿no serían, acaso, aquellas “tipinaguas” mentadas alguna vez por el poeta Balboa?), címbalos, maderas chocadas en mano a mano que sonaban a martillos de platería, cajas destimbradas, escobillas de flecos, címbalos y triángulos-sistros, y el piano de tapa levantada que ni se acordaba de haberse llamado, en otros tiempos, algo así como “un clave bien temperado.” – “El profeta Daniel, ése, que tanto había aprendido en Caldea, habló de una orquesta de cobres, salterio, cítara, arpas y sambucas, que mucho debió parecerse a ésta”, pensó Filomeno… Pero ahora reventaban todos, tras de la trompeta de Louis Armstrong, en un enérgico “strike-up” de deslumbrantes variaciones sobre el tema de “I Can´t Give You Anything But Love, Baby” -nuevo concierto barroco al que, por inesperado portento, vinieron a mezclarse, caídas de una claraboya, las horas dadas por los moros de la torre del Orologio.

“ La Habana-París ”, 1974

Apéndice

MOTEZUMA

DRAMAPER MUSICA

Da rapprefertarfi

NEL TEATRO

DI SANT´ANGELO

Nell´Autunno dell´Anno 1733

******

IN VENEZIA

Appreffo Marino Roffetti, in Mercería

all´Infergna della Pace

Con Licenza de Superiori

ARGOMENTO

E famofa l´iftoria della Conquifta del Meffico fotto la condotta del Valorofiffimo Fernando Cortesin cui diede mirabili contrafsegni di prudenza, e Valore. Ne feriffe con minor fofpetto di tutti gl´Autori la famofa penna del de Solis, e quantu que giudicato il più intereffato nelle glorie di queft´Eroe, nulladimeno io lo giud co il più fincero. Molte farono le attioni generofe, ed invite di quefto Duce per arrivare al fofpirato confine; ma per ridarmi quant´è possibile alla Brevitá dell´attione, io mi raccolgo nel tempo, cheda Motezuma Imperator del Meffico fù il Cortes con il fuo feguito ricevuto nella Capitale. Suppongo l´amiftá benche fimulata, che fia quelle due Nazioni correva, i pretefti per li quali fù interrotta la pace, e rapprefento nel prefente Drama le calamità dell´ultimo giorno a cui reftò quel gran Principe foggiogato e vinta la Monarchía. Tutto eiò, che di vero abbandono, e che di verifmile aggiongo è per adattarmi alla Scena, e perche meno imperfetto, che fia poffibile le comparifca il prefente Drama intitolato MOTEZUMA.

Le Voci, Fato, Nami, Deftino, ed altre fono termini Poetici, che nulla offendono la Religion dell´Auttore, chè Cattolico.

SCENE

MUTABILI

Atto Primo.

Parte della Laguna de Meffico, che divide il Palazzo Imperiale dal Quartiere Spagnuolo, con Ponte magnifico da cui reftano uniti li due Piani.

Camera con porta practicabile negl´Appartamenti Terreni.

Atto Secondo.