– Y dijimos que volveríamos allí.
– No creo que vayamos a pasar un momento tan agradable como la última vez -dijo Kate-. ¿Estás seguro de que es la manera correcta de llevar este asunto?
– ¿Cómo lo llevarías tú?
– Iría directamente a la cima. Al cuartel general del FBI, en Washington.
– No conozco a nadie en Washington y me siento más seguro aquí. No sabemos en quién podemos confiar en Washington.
– Eso es un poco paranoico.
– Lo que sea. Washington es una incógnita. Enfrentémonos con los demonios que conocemos aquí antes de hacerlo con los que no conocemos en Washington.
Kate lo pensó un momento y luego me preguntó:
– ¿Quién crees que podría estar implicado en un encubrimiento? ¿Y por qué?
– No lo sé. Pero ése no es mi problema en este momento.
Pero cuando la mierda llegue al ventilador, veremos quién corre a protegerse.
Kate procesó todo esto y dijo:
– Espero que no sea Jack.
– Kate, me importa una mierda quién pueda estar implicado. Todos ellos tienen que caer.
Me miró y dijo:
– Esto… creo que podrías llamarlo una conspiración… podría llegar hasta el último piso.
– No es mi problema.
– Podría serlo. Eso es lo que estoy tratando de decir. Podría convertirse en algo tan grande y llegar tan alto que no cayera. Nosotros podríamos caer.
– Tú no tienes por qué implicarte.
Ella me fulminó con la mirada y exclamó:
– Ni siquiera digas eso. -Me abrazó y añadió-: Yo empecé todo esto. Lo acabaremos juntos.
– Lo haremos.
Kate, como yo, ya estaba tan metida en esto que la única manera de salir era seguir cavando hasta encontrar la luz del sol al otro lado.
– Veamos esa cinta -dijo.
– Tal vez deberías conocer a Jill Winslow antes.
– Bueno… ¿qué crees tú?
Si tienes tanto la prueba como al testigo, habitualmente examinas la prueba antes de hablar con el testigo, pero esta situación era un poco más compleja. Decidí que debíamos hacer las cosas en el orden en que yo las había encontrado. Jill y luego la cinta. ¿O debería enseñarle la cinta a Kate y luego presentarle a mi compañera de suite?
– ¿John?
– Eh… bien, creo que deberías conocer a Jill Winslow para poder colocar la cinta dentro del contexto. Ganarías perspectiva.
– De acuerdo. ¿Está en su habitación?
– Sí. A menos que haya ido otra vez a la iglesia. -Fui hasta la puerta de la habitación y llamé-: ¿Jill? ¿Señora Winslow?
Oí que decía:
– ¿Sí?
– ¿Está usted…?
Ella abrió la puerta y le dije:
– Jill, me gustaría que conociera a mi esposa, Kate.
Jill sonrió, fue hacia Kate y se estrecharon las manos.
– Es un placer conocerla -dijo Jill-. John estaba un poco preocupado por usted en el aeropuerto.
– Y por buenas razones, tal como se desarrollaron los hechos -dijo Kate-. El placer es mío.
Examiné la situación y todo parecía tranquilo. Kate no es celosa y, además, es una profesional, y Jill Winslow era una dama en todo el sentido de la palabra, excepto, por supuesto, por sus escapadas sexuales a la playa. Pero de eso hacía mucho tiempo.
Kate le dijo a Jilclass="underline"
– John me ha estado contando algunas de las cosas que les han sucedido en los últimos días. ¿Cómo se encuentra?
– Muy bien, gracias. Su esposo es como una roca -dijo.
Tal vez no había sido la elección de la palabra más adecuada, pero Kate contestó amablemente:
– Puede contar con él. Quiero agradecerle que haya decidido presentarse, y por ser tan honesta con todo este asunto. No me puedo imaginar de qué forma debe de estar afectándola.
– En realidad me siento mucho mejor de lo que me he sentido en estos últimos cinco años -contestó Jill.
– ¿Por qué no bebemos algo para celebrarlo? -sugerí.
Abrí una botella de champán, serví tres copas y brindamos.
– Por la llegada de Kate y porque Jill esté aquí.
– Y por un gran detective -añadió Kate.
– Y por la justicia… por todos aquellos que perdieron la vida… -dijo Jill.
Bebimos en silencio y luego dijo Jilclass="underline"
– Siento que estoy interfiriendo en lo que debería ser una reunión privada.
Kate contestó rápidamente:
– En absoluto. John y yo ya nos hemos abrazado y besado. Podemos intercambiar historias de guerra más tarde.
– Es muy amable por su parte, pero… -dijo Jill.
Kate la interrumpió:
– No. Debe quedarse. Tengo tantas preguntas que hacerle que no sé por dónde empezar.
– En realidad, no es una historia tan larga -contestó Jill-, y se limita a mí haciendo algo que no debería haber hecho… y no me refiero a tener una aventura amorosa. Quiero decir que tendría que haber sido lo bastante valiente hace cinco años para presentarme ante las autoridades. Si lo hubiese hecho, muchas vidas podrían haberse arruinado, pero muchas más vidas, incluida la mía, hubieran sido mejores.
Kate miró a Jill durante un momento y yo sabía que estaba impresionada con la señora Winslow como lo había estado yo desde que nos habíamos conocido la mañana del domingo.
– A veces no podemos tomar decisiones difíciles cuando debemos hacerlo -dijo Kate-. A veces tomamos esas decisiones después de un intenso debate interior.
– La aparición de su esposo en la puerta de mi casa fue como una señal de que había llegado el momento -contestó Jill. Me miró, sonrió y dijo-: Además, es un hombre muy persuasivo. Pero aún siento que no hice lo que debía.
– Podría haberme dicho que me marchara de su casa, pero no lo hizo -dije-. Y le diré algo más, si hubiese entregado esa cinta hace cinco años, probablemente habría sido destruida. O sea que, en muchos sentidos, a través del azar o el destino, las cosas salieron bien.
Los tres nos quedamos hablando un rato en la sala de estar. A eso se le llama hacer que el testigo se sienta cómodo, ganarse su confianza y convencerlo de que está haciendo lo correcto.
Además esperaba que Kate y Jill congeniasen, y eso parecía estar ocurriendo. Me adelanté a los acontecimientos y preví que Kate sería designada como custodio de Jill Winslow, como solemos decir. Las repercusiones de este caso durarían mucho tiempo y me alegraba comprobar que las dos habían conectado.
En un momento dado, Kate le preguntó a Jilclass="underline"
– ¿Escogió usted esa camisa para John?
– Sí. No podía abandonar la habitación del hotel y yo sí podía salir, de modo que le compré una camisa.
– Le sienta bien el color coral -dijo Kate-. Resalta su bronceado. John nunca usa nada atrevido ni a la moda. ¿Dónde la compró?
– En Barney's. Tienen unas cosas maravillosas para hombres.
Me sentía excluido de esa conversación, de modo que me levanté y les dije:
– Voy a hablar con el agente que está junto al ascensor. Tardaré una hora. Si queréis, podéis ver la cinta mientras estoy fuera. Está debajo del colchón.
Abandoné la suite y recorrí el pasillo, en dirección a los ascensores.
El policía de uniforme estaba sentado en una de las sillas de respaldo alto en el pequeño vestíbulo de los ascensores leyendo el Daily News. Me presenté, le mostré mi credencial del FBI y mi placa del NYPD.
Me senté en la otra silla y le pregunté:
– ¿Cuándo empezó su servicio?
El joven oficial, cuya placa decía «Alvarez», contestó:
– Hace tres horas. Por cierto ¿quién es ese tal Fanelli? Tiene más influencia que el jefe de policía.
– Es un hombre que intercambia favores. Los favores son la moneda del Departamento de Policía. No puedes coger dinero, de modo que pagas con favores, y recoges favores. Así es como funcionan las cosas, como progresas y como mantienes el culo fuera del agua caliente.
– ¿Sí?
– Deje que se lo explique.
Me quedé sentado allí, con el agente Alvarez, explicándole cómo funciona realmente este mundo.