– De acuerdo. Es tu partido, compañero. Si fuese yo, emitiría alrededor de un centenar de comunicados de prensa antes de ver al primer tío del gobierno. Pero no es tu estilo. Tal vez deberías hablar con Kate.
– Ella piensa lo mismo que yo.
– Muy bien -dijo-. Estaré en el Windows a las ocho, desayunando con un par de tíos en una mesa. ¿De acuerdo?
– Gracias.
– Es caro.
– Lo compraré.
– No me jodas. ¿Está cuidando Kate de mi arma? La quiero limpia cuando me la devuelva. Nada de maquillaje.
Sonreí.
– Se lo puedes decir a ella -dije-. Por cierto, el agente Álvarez es un tío al que quizá querrías tomar bajo tu protección. Lo quiero aquí mañana.
– ¿Sí? Ya veremos cómo se porta protegiendo tu culo. Eh, ¿qué tal han ido las cosas entre Kate y tu compañera de cuarto?
– Bien.
– ¿Ninguna escena? ¿No sacaron las uñas?
– No.
– Llevas una vida encantadora.
– ¿Tú crees?
– Lo sé. No sufras mañana. Está todo arreglado.
– Bien. Te veré en el Windows.
Colgué.
– ¿Todo preparado? -preguntó Kate.
– Sí.
– ¿Hay algún problema? -preguntó Jill.
– No. -Sonreí y añadí-: Tenemos una escolta de tres coches y seis policías hasta el World Trade Center. Eso es más de lo que puede conseguir el jefe de policía o el alcalde.
Jill sonrió.
– Bueno, mañana tenemos que levantarnos temprano. -Y estaba muy caliente-. De modo que creo que deberíamos descansar un poco.
Sexo.
Ambas se levantaron y Jill dijo:
– Estoy segura de que ustedes dos tienen que ponerse al día en muchas cosas. Buenas noches.
Jill se marchó a su habitación y Kate dijo:
– Es muy agradable.
– Será una buena testigo.
– Creo que está un poco enamorada de ti.
– No lo creo.
– Está pendiente de cada una de tus palabras y no deja de mirarte.
– No me he dado cuenta. -Saqué la cinta del reproductor de vídeo y dije-: Vamos a la cama.
Cogí la bolsa de Kate, ella buscó en su bolso el arma que le había dado Dom y nos fuimos a mi habitación. Cerré la puerta y le dije:
– Estoy extremadamente caliente.
– Eso me gusta. -Dejó el arma sobre la mesilla de noche, luego comenzó a desvestirse y dijo-: Ni siquiera tengo un camisón. Mi equipaje se quedó en algún lugar en el aeropuerto.
– No necesitas ningún camisón, cariño.
Ella se estaba quitando la blusa y yo ya estaba desnudo en la cama. Me miró y se echó a reír.
– Eso es un récord.
Acabó de desvestirse y se metió en la cama, a mi lado. Se colocó de lado y me miró, luego me quitó la tirita de la barbilla y preguntó:
– ¿Qué te pasó?
– Tu amigo Nash me golpeó.
– Él tampoco tenía buen aspecto en el aeropuerto -dijo-. Tenía el rostro con heridas y magulladuras.
Era la mejor noticia que me habían dado en mucho tiempo.
– Bueno, empleé nuestro sistema.
– No lo creo.
Cambié de tema y le dije:
– Sexo.
Pero antes de que pudiera hacer mi primer movimiento, Kate dijo:
– Esa cinta era muy gráfica.
– Sí. ¿Entiendes por qué el tío la borró, y por qué Jill nunca se presentó con la copia?
– Sí… no debió de ser fácil para ella mostrártela a ti.
– Intenté facilitarle las cosas. Cuando tienes sexo y asesinato en la misma cinta de vídeo, el asesinato es más importante. Ella lo sabía.
– Bueno, nosotros sabemos eso en teoría. Pero si eres tú quien aparece en la cinta de vídeo… en fin, no podía creer que se tratara de la misma mujer.
– La gente es muy compleja.
– Tú no lo eres. Eso es lo que me gusta de ti.
– Gracias.
Kate permaneció en silencio unos segundos y luego me preguntó:
– ¿Crees que mañana habrá problemas?
– No creo. -Le conté algunas de las cosas que Dom me había dicho-. El Departamento de Policía de Nueva York derrota al FBI en esta clase de partidos locales.
– ¿Y qué se supone que debo hacer como agente del FBI? ¿Quedarme allí con expresión desconcertada? -preguntó Kate.
– Haz lo que creas que debes hacer, y si piensas que tienes que marcharte, entonces márchate. Lo entenderé.
Kate se quedó mirando el techo y luego dijo:
– ¿Por qué me habré casado con un policía?
– Eh, ¿por qué me habré casado con una abogada del FBI?
Ella se quedó callada un momento y luego se echó a reír.
– Haces que la vida sea interesante -dijo-. ¿Es mi pistola la que está debajo de las sábanas o eres tú?
– Cariño, es mi pistola especial de policía, calibre 38 con cañón de veinte centímetros.
CAPÍTULO 53
Me instalé en la entrada del hotel que daba a Central Park South y miré hacia la calle. Eran las 8.11 y no había señales de los coches patrulla.
Miré hacia el interior del vestíbulo a través de los cristales de las puertas y vi a Kate y Jill cerca de la entrada del Oak Bar, esperando a que yo les diese la señal de que podían salir. El agente Álvarez estaba con ellas.
Al otro lado de la calle había una fila de bonitos taxis esperando a los clientes. El portero me preguntó:
– ¿Llamo a un taxi, señor? ¿O está esperando un coche?
– Estoy esperando un caballo.
– Sí, señor.
Era un hermoso día y me di cuenta de que no disfrutaba del sol y el aire fresco desde la mañana del domingo.
Ahora eran las 8.13 y los coches de policía de Midtown North deberían haber estado aquí si se hubiesen dado prisa. Éste es el momento más delicado en una recogida, entre la seguridad del lugar donde estabas escondido y la calle donde estás esperando a que lleguen a recogerte.
A las 8.15 aparecieron por la manzana tres coches de policía sin luces ni sirenas. Le hice una seña a Kate, luego bajé del bordillo y levanté la mano. El coche que marchaba delante encendió brevemente las luces y aceleró, luego se detuvo delante de mí. Los otros dos coches frenaron un segundo más tarde. Les mostré mis credenciales a los dos policías que ocupaban el primer coche y les dije:
– World Trade Center, Torre Norte, según las instrucciones, sin luces ni sirenas. Formación abierta. Sin demasiada prisa, pero nos esperan a las ocho y media. -Y añadí-: Mantengan los ojos abiertos por si tenemos compañía y no se detengan por nada que no sea un semáforo.
Ambos asintieron y la oficial que ocupaba el asiento trasero dijo:
– Estamos informados.
– Bien.
Kate, Jill y el agente Álvarez ya estaban en la acera y yo le dije a Jilclass="underline"
– Su coche ha llegado, señora.
– Nunca he viajado en un coche de policía -dijo con una sonrisa.
No quise decirle: «Se acostumbrará», y le dije:
– Como ya hemos dicho, todos nos reuniremos en el vestíbulo del Windows on the World. Siempre habrá dos agentes con usted.
– Lo veré allí -dijo Jill. Luego miró a Kate y le dijo-: Y también la veré a usted allí.
Jill, pensé, parecía serena, y esperaba que se mantuviera de ese modo si las cosas se ponían feas. Le hice una seña a Álvarez y acompañó a Jill al asiento trasero del coche del medio, luego regresó a donde estaba yo.
Kate y yo nos miramos. No había mucho que decir, de modo que nos besamos y ella dijo:
– Te veré después.
Luego subió al primer coche.
Yo me quedé en la acera con el agente Álvarez y le pregunté:
– ¿Se siente malvado esta mañana?
Sonrió.
– Sí, señor.
Saqué la cinta de Un hombre y una mujer del bolsillo interior de la chaqueta. Era la cinta sobre la que Jill había grabado la otra, pero no tenía la cubierta. Se la di a Álvarez y le dije: