– Sólo estoy tratando de hacer feliz a mi esposa en mi día libre.
Ahora, por supuesto, me daba cuenta de que el señor John Corey no estaba muy contento con la versión oficial de los hechos, gracias a la señora Mayfield y al capitán Thomas Spruck.
El capitán me dijo:
– Los otros tíos con quienes había estado navegando regresaron al club para disfrutar de la barbacoa; eran unos quince, además de sus esposas y familias. Una docena de esas personas, que se encontraban en el jardín de atrás del club o bien sentadas en la galería, vieron la estela de luz simultáneamente. No fue un caso de alucinación masiva.
– ¿Sabe una cosa, capitán?, no creo que nadie dude que las doscientas personas que vieron la estela de luz realmente la viesen. La pregunta es, ¿qué era? ¿Y tuvo algo que ver esa estela de luz con la explosión y la caída del 747?
– Ya le he dicho lo que era.
– Muy bien, entonces volvamos a la estela de luz -dije-. La última vez que la vimos había desaparecido momentáneamente. ¿Correcto?
– Correcto. Y eso concuerda con un misil que se halle muy próximo a un objetivo, si ese objetivo se encuentra entre el observador y el misil. ¿Me sigue?
– Sí. El avión estaba delante del misil.
– Exacto. O el combustible se había agotado y el misil era ahora balístico. Pero unos pocos segundos más tarde, antes de ver cómo el misil alteraba su curso, y antes de que desapareciera, volví a ver el 747. -Alzó la mirada hacia el cielo y continuó-: Mi intuición… mi entrenamiento y mi experiencia me dijeron que el misil seguía una trayectoria que le llevaría a chocar con el avión. -Inspiró profundamente y añadió-: Para serle sincero, mi sangre se heló y el corazón me dio un vuelco.
– Y se vio nuevamente en Vietnam.
– Pero sólo por un momento… -dijo-, luego volví a concentrarme en el avión y dividí mi atención entre el avión y la estela de luz. La luz desapareció, como ya le he contado, y dos segundos más tarde vi otro rayo de luz que salía del avión, aproximadamente en la sección central, en un punto próximo a las alas. Luego, un segundo más tarde, vi una enorme explosión que partió el aparato en al menos dos partes.
– ¿Cómo explicaría esa secuencia de acontecimientos?
– Bien… -respondió-, si la secuencia de acontecimientos se inició con la explosión de un depósito de combustible en la parte central del aparato, entonces la primera explosión habría sido el choque del misil que hizo estallar los gases del combustible en el depósito central, y esa explosión habría provocado la ignición de uno de los depósitos de las alas (el izquierdo, según los investigadores del accidente), que fue la causa de la explosión catastrófica.
– ¿Llegó usted a esas conclusiones inmediatamente? -pregunté.
– No. Mantuve la atención fija por unos momentos en el avión, cuando se partía en dos… -Pareció quedarse sin palabras para describir esa escena y luego añadió-: La… sección del morro se separó y cayó casi directamente hacia el mar. Luego, sin el peso de la sección del morro, y con los motores aún funcionando por el combustible que corría por los conductos, la sección principal del fuselaje se elevó durante unos segundos… luego giró e inició un vertiginoso descenso. -Hizo una breve pausa antes de continuar-: Tal vez la secuencia de los acontecimientos no sea del todo correcta… la explosión afectó momentáneamente mi visión nocturna.
Dejé pasar unos segundos.
– Supongo que ha visto muchos aviones derribados por misiles aire-tierra -dije.
– Así es. Siete. Pero nunca nada tan grande.
– ¿Lo afectó mucho esa visión?
Asintió.
– Espero que nunca vea un avión cayendo del cielo, pero si lo hace, esa imagen no lo abandonará nunca.
Asentí.
El capitán Spruck volvió a mirar el cielo.
– Desde el momento en que vi la explosión hasta el momento en que la oí transcurrieron entre treinta y cuarenta segundos. -Me miró y añadió-: El sonido viaja aproximadamente a mil quinientos metros cada cinco segundos, de modo que calculé que me encontraba a unos doce kilómetros del lugar de la explosión; altura y distancia. Casi todos los que vieron la estela de luz lo hicieron antes de oír la explosión, y no al revés como dijo la conclusión oficial.
Apoyé el trasero en la barandilla, de espaldas al océano. El capitán Spruck permaneció erguido, contemplando el mar como el capitán de un barco, vigilante y alerta pero, al mismo tiempo, hipnotizado por el mar y el cielo oscuros. Y, como si estuviese hablando para sí mismo, dijo:
– Entonces…, el combustible estaba ardiendo sobre el agua y el cielo estaba iluminado por las llamas… una columna de humo blanco y negro se elevaba en el aire… pensé en dirigirme hacia el lugar donde había caído el avión, pero… es un trayecto muy largo para un velero pequeño en el océano… y si llegaba tan lejos, no sería capaz de controlar el velero alrededor de todo ese combustible en llamas. -Me miró y añadió-: Sabía que no habría supervivientes.
Dejé pasar unos segundos y luego le pregunté:
– ¿Podemos hablar sobre misiles un momento? ¿Podría deducir qué clase de misil pudo haber sido? Es decir, si fue realmente un misil. Ya sabe, ¿guiado por el calor? ¿Qué más clases hay?
– Guiado por radar o por infrarrojos. Ésos son misiles muy sofisticados. ¿Quiere una clase rápida acerca de misiles tierra-aire?
– Sí.
– Bien, puedo decirle lo que ese misil no era. No era un misil guiado por una fuente de calor y que se dispara desde el hombro.
– ¿Cómo lo sabe?
– Por una parte, su alcance es muy limitado como para llegar a un objetivo a cinco mil metros de altura, a menos que sea disparado directamente desde debajo del avión, y esa estela de luz procedía de mar adentro. Además, cualquier misil guiado por una fuente de calor buscaría la fuente de calor más grande (el motor), y los cuatro motores del 747 se recuperaron sin daños importantes. Eso nos deja un misil guiado por radar o bien por rayos infrarrojos. Creo que podemos descartar el misil guiado por radar porque un misil de esa clase envía una poderosa señal de radar que sería captada por otros radares, especialmente todos los radares militares que estaban funcionando en esa zona aquella noche; y los radares de tierra y aéreos no registraron ningún objeto que persiguiese al 747. Aunque sí que hubo una señal luminosa anómala registrada en un único barrido de un radar de control del tráfico aéreo en Boston, pero pensaron que se trataba de una avería del aparato. Pudo haber sido, sin embargo, la detección de un misil infrarrojo cuya señal de identificación en el radar sería prácticamente invisible considerando su pequeño tamaño y su alta velocidad. En otras palabras, lo que estaríamos viendo sería un misil tierra-aire de tercera generación guiado por rayos infrarrojos y lanzado desde un barco o un avión… aunque desde un barco es más probable.
Pensé en todo lo que acababa de explicarme.
– ¿Quién posee esa clase de misiles y cómo se consigue uno? -pregunté.
– Sólo Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia fabrican un misil tierra-aire de largo alcance guiado por rayos infrarrojos tan sofisticado. Mientras que en el mercado negro, probablemente, hay cientos de misiles guiados por una fuente de calor que pueden ser disparados por un hombre, estos misiles de rayos infrarrojos están estrictamente controlados y nunca se entregan ni venden a otro país. El sistema de control ruso, sin embargo, no es muy bueno, de modo que existe la posibilidad de que uno de esos misiles haya ido a parar a las manos equivocadas por una buena suma de dinero.
Digerí mi primer cursillo sobre misiles y le pregunté:
– ¿Habló usted de esto con alguno de los agentes del FBI?
– No. En aquel momento no sabía nada de todo esto. Mi experiencia con misiles tierra-aire se reducía a los viejos modelos S-2 y S-6 soviéticos que los norvietnamitas usaban para dispararme. Eran sólo moderadamente precisos, y por eso puedo estar hoy hablando con usted.