– Correcto. O sea que usted se enteró de la existencia de los misiles guiados por rayos infrarrojos… ¿cuándo?
– Más tarde. No son ningún secreto. Janes tiene un montón de información sobre ellos.
– ¿Quién es Jane?
– Una editorial que publica libros sobre las armas que hay en el mundo. Ya sabe, como Barcos de guerra Janes, Armas lanzadas desde el aire Janes, etcétera. Hay un libro de Jane's sobre cohetes y misiles.
– Exacto. ¿Qué es lo que obviamente falla en ese argumento? ¿Tan equivocado que ha sido pasado por alto?
– Dígamelo usted, señor Corey.
– De acuerdo, le diré lo que usted y todos los que han leído acerca de esto ya saben. Primero, en los restos del avión no se encontró ningún residuo de explosivo. Segundo, no había ningún desgarro característico de metal, asientos o… personas… que indicase la explosión de una cabeza explosiva. Tercero, y la prueba más convincente, los submarinistas y los buques que dragaron el fondo marino no encontraron una sola pieza perteneciente a un misil. Si se hubiese encontrado el más mínimo trozo de misil en el lugar del accidente, nosotros no estaríamos hablando hoy aquí.
– Eso es verdad.
– O sea que, tal vez, doscientas personas, incluido usted, capitán, vieron una estela de luz roja en el cielo aquella noche, pero no se encontró ningún resto de ningún misil en ninguna parte. ¿Qué significa eso?
Me miró un momento y sonrió.
– Su esposa me dijo que usted necesitaba llegar a sus propias conclusiones, que era un hombre poco sugestionable, rebelde, cínico y escéptico ante lo que dijese cualquiera, excepto ante la conclusión a la que usted mismo llegara.
– Es un cielo. O sea ¿que usted quiere que yo llegue a una conclusión acerca de la ausencia total de residuos explosivos y piezas de misil?
– Sí. Pero no puede llegar a la conclusión de que no hubo ningún misil.
– De acuerdo…
De hecho, mi encantadora esposa tampoco había llegado a esa conclusión, o yo no estaría ahora hablando con ese tío cuando debería estar en mi casa y metido en la cama. Pensé durante un momento y luego dije:
– Tal vez el misil se desintegró por completo en la explosión.
Él negó con la cabeza y procedió a darme una detallada explicación.
– El noventa por ciento del 747 consiguió ser recuperado, y lo mismo sucedió con casi todos los doscientos cuerpos de las víctimas. Los misiles no se desintegran. Vuelan en cientos de pedazos, grandes y pequeños, cualquiera de los cuales puede ser perfectamente identificado por un experto como parte de un misil. Además, los explosivos instantáneos, como usted ha dicho, dejan restos característicos.
– Correcto. Tal vez se trataba de un rayo láser. Ya sabe, como un rayo de la muerte.
– Eso no es tan imposible como usted cree. Pero no se trataba de eso. Un rayo láser o un rayo de plasma es casi instantáneo y no deja ningún rastro de humo.
Mantuvo su mirada fija en mí y comprendí que yo seguía en el puesto del bateador. Pensé un momento.
– Bueno -dije-, tal vez el misil no explotó. Tal vez atravesó el aparato y continuó su trayectoria, fuera del campo de residuos donde estaban buscando. El impacto provocó el estallido del depósito de combustible. ¿Qué piensa?
– Pienso que está empezando a comprender, señor Corey. Lo que usted describe es un misil cinético. Como una bala o una flecha que atraviesa cualquier cosa en su camino con una fuerza tan enorme que no puede detenerlos. Ninguna cabeza explosiva. Sólo energía cinética y las subsiguientes fuerzas de aceleración pasando a través de cualquier cosa que se le ponga por delante. Eso podría derribar un avión si le alcanza en un punto crítico para el mantenimiento del vuelo.
– Pero ¿no son necesarias todas y cada una de las partes de un avión para mantenerlo en vuelo?
– No. Mejor si no hay agujeros en el aparato, pero a veces no causan demasiado daño…
– ¿Está de broma? O sea que, si un depósito de combustible fuese perforado por un misil cinético…
– El combustible comenzaría a salir por ese orificio, obviamente, e iría a parar a lugares donde no debería. Eso podría no provocar explosión alguna porque el combustible de aviación no se inflama con tanta facilidad. Por eso, precisamente, utilizan esa clase de combustible. Pero los gases acumulados en un depósito de combustible pueden incendiarse, y todo el mundo concuerda en que el depósito central vacío fue el primero en estallar. De modo que lo que puede haber ocurrido con ese 747 es que un misil cinético pasara a través de las unidades de aire acondicionado, que se encuentran situadas justo debajo del depósito de combustible central. El misil destrozó los acondicionadores de aire, luego el depósito de combustible central, y los cables eléctricos dañados y raídos entraron en contacto con los gases de combustible, lo que provocó lo que llamamos una explosión de aire-combustible. Y ello, a su vez, hizo estallar en pedazos uno de los depósitos del ala cargado de combustible. El misil continuó su trayectoria a través del avión, cayendo finalmente en el océano a varios kilómetros de la zona de impacto y de la zona de residuos.
– ¿Cree que eso fue lo que sucedió?
– Explica por qué nadie ha encontrado restos de explosivos o partes de un misil.
– ¿Y por qué no puedo llegar a la conclusión de que no hubo ningún misil?
– Porque esa conclusión no explica la estela de luz.
No contesté, una actitud que el capitán Spruck interpretó como una muestra clara de escepticismo.
– Mire, es muy simple -dijo con tono de impaciencia-. Doscientas personas ven una estela de luz y finalmente un montón de personas acaban diciendo «misil». Luego no se encuentra ningún vestigio de un misil, de modo que el FBI dice que no pudo tratarse de un misil. Lo que ellos deberían haber dicho es que no hay ninguna prueba de la existencia de un misil explosivo. Esto no es ciencia balística… -Sonrió-. Bueno, supongo que sí lo es. Los proyectiles cinéticos no son exactamente tecnología de última generación. Una flecha es un proyectil cinético. Y también lo es un proyectil de mosquete o una bala. Mata pasando a través de uno.
En una ocasión, tres balas pasaron a través de mí, aunque ninguna de ellas alcanzó mi depósito de combustible central. Con ese recuerdo en mente, le dije:
– Un proyectil no explosivo que alcance un objetivo no implica un derribo seguro.
– Lo es si está guiado. Usted no puede guiar una bala o una flecha una vez que han sido apuntadas y disparadas… se convierten inmediatamente en proyectiles balísticos. Y si le está disparando a un avión, dirigirá el proyectil hacia la cabina (la cabeza), que es un disparo muy difícil, o hacia su sección media (un disparo al vientre), que es un disparo más fácil y que provocará suficientes daños internos como para desencadenar una serie de acontecimientos que culminarán en un fallo catastrófico.
– ¿Por qué esa clase de misil?
– No lo sé. Quizá era lodo lo que tenían. Los militares pueden elegir su artillería para que se adapte al objetivo. Otros grupos no siempre pueden hacerlo. O quizá ellos lo eligieron porque esa clase de misil no deja ningún rastro.
Me pregunté quiénes pensaba el capitán Spruck que eran «ellos». Pero él no lo sabía, y yo no lo sabía, y quizá no existía ningún «ellos».
– ¿Por qué existe un misil de esas características? -pregunté-. Quiero decir, ¿qué hay de malo en una ojiva explosiva de éxito asegurado?
– Oh, hay muchas razones. En la actualidad, los sistemas de guía son tan precisos que no se necesita una ojiva explosiva para derribar un avión, o incluso otro misil -dijo-. Las ojivas no explosivas son más económicas y seguras de manipular y dejan más espacio para los propulsores. Una ojiva explosiva es teóricamente redundante en estas situaciones, excepto por el hecho de que una ojiva explosiva puede compensar los pequeños errores de seguimiento provocados por las acciones evasivas del objetivo.