– No todo se perdió. Dentro del fuselaje, que podrá ver más tarde si lo desea, se encuentra el interior reconstruido. El suelo, el alfombrado, los asientos, los armarios para el equipaje de mano, el techo, los lavabos, las cocinas y el resto del aparato. No puede decirme que un misil cinético atravesó la sección central de este avión y no dejó ninguna huella de entrada ni de salida.
El señor Siben, por supuesto, probablemente estaba en lo cierto. O sea que aquí teníamos el caso clásico de un testigo ocular irreprochable -el capitán Spruck- y la irreprochable prueba forense presentada por el señor Siben. Las pruebas eran totalmente contradictorias y, para ser sincero, yo me inclinaba hacia Sidney Siben.
Miré a Kate, quien parecía abstraída, o quizá en lucha consigo misma. Ella, obviamente, había pasado por esto centenares de veces y, por alguna razón, se inclinaba, en privado, hacia la teoría del misil.
Intenté recordar lo que sabía acerca de las pruebas forenses y lo que Spruck había dicho y finalmente se me ocurrió una pregunta.
– ¿Qué hay de las unidades de aire acondicionado que están cerca del depósito de combustible central?
– ¿Qué pasa con ellas?
– Bueno, ¿dónde están?
Señaló a la derecha del depósito de combustible central, en el extremo más alejado.
– Allí. Reconstruidas.
– ¿Y?
– Ningún rastro de residuos de explosivo instantáneo, ninguna señal de penetración de un misil no explosivo. ¿Quiere echarles un vistazo?
– ¿Cuánto se perdió de ellas?
– Nuevamente, alrededor del diez por ciento.
– Bueno, señor Siben, el material no encontrado podría contener una pista importante. Y si yo fuese uno de los que defienden la teoría de la conspiración, podría decir que realmente encontraron algo y se lo llevaron en secreto.
Siben pareció molesto por mi comentario.
– Cada pieza de este avión fue recuperada por submarinistas del FBI, submarinistas de la Marina, barcos pesqueros locales y barcos arrastreros, cuidadosamente catalogada, fotografiada y depositada aquí para una catalogación posterior -me contestó-. Cientos de hombres y mujeres participaron en este proceso, y nadie, salvo los idiotas de la conspiración, ha sugerido que algo se pudiera haber hecho desaparecer. Los objetos que fueron trasladados a los laboratorios forenses están todos contabilizados. -Me miró y añadió-: Las únicas piezas no contabilizadas son las que todavía yacen en el fondo del océano. Fue una operación de recuperación de restos asombrosamente exitosa, a profundidades de cuarenta metros, y lo que aún permanece perdido no contiene ninguna sorpresa.
– Sin embargo -repuse-, si ésta fuese la investigación de un asesinato, un médico forense se mostraría reacio a determinar que fue un accidente y a descartar la posibilidad de un crimen.
– ¿Es así?
– Sí, es así.
– ¿Qué necesitaría ese médico forense?
– Necesitaría saber por qué piensa usted que fue un accidente y no un crimen. La falta de pruebas de un crimen no prueba que haya sido un accidente. ¿Tiene alguna prueba de que fue un accidente?
– Ninguna prueba, aparte del hecho de que esta explosión se produjo donde es más probable que ocurra una explosión, en un depósito de combustible central vacío, lleno de gases volátiles. Si le gustan las analogías, imagine una casa que se incendia. ¿Ha sido un accidente o el fuego ha sido provocado? Los fuegos provocados son raros, los accidentes ocurren continuamente. El jefe de bomberos determina rápidamente que el fuego se inició en el sótano. Se dirige directamente a la habitación donde se inician la mayoría de los incendios: caldera, unidad de aire acondicionado, caja de fusibles, o productos inflamables almacenados. No está buscando restos de un cóctel Molotov lanzado a través de una ventana. Su investigación se centra en la causa más probable del incendio, basada en las apariencias, en sus años de experiencia y en las abrumadoras posibilidades de que los accidentes se producen donde y como se producen habitualmente los accidentes.
Me miró como si yo necesitase aún otra analogía, algo que no necesitaba, pero yo también tenía una.
– El vecindario seguro ha cambiado, señor Siben. Ahora es un vecindario peligroso y los cócteles Molotov lanzados a través de las ventanas ya han dejado de ser un imposible.
– Usted -dijo-, como investigador criminal, busca y espera encontrar un delito. Yo, como ingeniero de seguridad, busco y espero encontrar, y siempre he encontrado, un tema de seguridad o el error de un piloto como causa de un accidente aéreo. Soy consciente de la posibilidad del juego sucio y el engaño. Pero en este caso trabajaron cientos de investigadores como usted y ninguno de ellos encontró ninguna prueba forense concreta o siquiera circunstancial de delito alguno. Ni un ataque con misil enemigo, ni fuego con misil amigo ni una bomba a bordo. De modo que, ¿por qué la gente sigue creyendo que no fue un accidente lo que derribó este avión? ¿Y quién podría estar encubriendo un crimen de esta magnitud? ¿Y por qué? Eso es lo que no comprendo.
– Yo tampoco.
De hecho, en las investigaciones criminales siempre tienes que preguntar por qué. Si era un ataque terrorista, sabíamos por qué: no les caemos bien. Pero ¿por qué el gobierno iba a encubrir un ataque terrorista?
Si, por otra parte, era luego amigo lo que abatió a ese avión, podía comprender por qué los tíos que lanzaron accidentalmente un misil contra un avión comercial estadounidense querrían cubrir sus huellas. Pero, como dijo el capitán Spruck, virtualmente nadie en la cadena de mando o el gobierno querría o podría encubrir una tragedia de ese calibre.
Kate, que había permanecido en silencio durante nuestra conversación, le dijo al señor Siben:
– John parece querer saber cómo estalló accidentalmente el depósito de combustible central.
El señor Siben asintió y miró hacia el avión, luego al tanque color verde limón y, finalmente, a mí.
– Primero, el depósito de combustible central casi vacío, que contiene apenas unos doscientos litros de gasolina agitándose en el fondo, donde la bomba de expulsión no llega. Luego esos gases volátiles en ese tanque…
– Perdón. ¿Por qué estaba vacío el depósito de combustible?
– Porque el avión no necesitaba ese combustible extra para el vuelo. Los depósitos de las alas se llenan primero y el depósito central se llena sólo si es necesario. Ese vuelo a París llevaba pocos pasajeros y una carga ligera, y el pronóstico meteorológico indicaba buen tiempo y vientos de cola. Irónicamente -añadió-, si la carga hubiese sido más pesada y hubiera llevado más pasajeros, y/o si hubiese habido mal tiempo o soplado viento de frente, ese depósito habría estado lleno de combustible A, que es difícil de encender. Los gases de la gasolina son volátiles. De modo que ese solo hecho encaja con la teoría de que un cortocircuito eléctrico encendió los gases y provocó la clase de explosión que sugieren con fuerza las pruebas forenses.
– ¿Qué clase de cortocircuito? Quiero decir, ¿debería cancelar mi viaje a las Bermudas?
El señor Siben no se rió de mi estúpido chiste.
– Hay cuatro causas plausibles y probadas -dijo-. Primero, un cortocircuito en los cables eléctricos o el motor de la bomba de extracción; esta bomba se encarga básicamente de chupar el combustible que ha quedado en el fondo del tanque si es necesario. Segundo, siempre hay electricidad estática. Tercero, están los indicadores de la cantidad de combustible, que son electrónicos. Y cuarto, está el cableado eléctrico del depósito. En otras palabras, ese gran tanque que usted ve allí tenía electricidad dentro y alrededor de él. Si el tanque hubiese estado lleno, una chispa no habría podido encender el combustible. Pero los gases son otra historia. Lo que nosotros creemos que sucedió fue que un cable estaba raído y que, en alguna parte, se produjo un cortocircuito, dentro o fuera del depósito de combustible, y que un sobrevoltaje de corriente eléctrica provocó una chispa y lo que sólo podía ser una remota posibilidad (el cortocircuito y la chispa posterior en el único lugar donde podía provocar consecuencias catastróficas) se hizo realidad. Ha sucedido ya otras dos veces en un avión de la Boeing, una de ellas en tierra, de modo que pudimos ver exactamente lo que había ocurrido. En este caso, los gases se incendiaron en pleno vuelo y causaron una explosión que puede o no haber sido catastrófica en sí misma, pero que aparentemente se desplazó en sentido lateral, con fuerza y calor suficientes como para encender el combustible en el tanque del ala izquierda, provocando su explosión y haciendo que fuese imposible controlar el avión.