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– Sí. Creo que veo un problema con la identificación de ese tío.

– Exacto. Pero cuando Griffith llegó aquel viernes por la mañana, probablemente pensó que había encontrado una mina de oro. Investigó la información del vehículo que constaba en la tarjeta de registro, es decir, marca, modelo y número de matrícula, información que resultó falsa. Griffith también nos dice, según mis notas, que la tarjeta comercial dice Samuel Reynolds, abogado, con una dirección y un número de teléfono de Manhattan, pero, naturalmente, también es falsa.

Marie me miró fijamente antes de continuar.

– O sea que lo que parece que tenemos aquí es al típico Don Juan que ya ha hecho esto antes, y está acompañado de una mujer con la que se suponía que no debía estar. ¿Correcto?

– No sabría decirte.

Marie sonrió.

– Yo tampoco. En cualquier caso, el empleado sabe que es un trabajo de mierda, pero recibió quinientos pavos como depósito, y probablemente unos cuantos pavos para él. Además, Don Juan no dejó ningún rastro en papel, de modo que el Hotel Bayview no le enviará por correo una nota de agradecimiento ni ofertas especiales a su casa.

– Los tíos casados aprenden muy rápido esta clase de cosas.

– Creo que es un instinto.

– Lo que sea. ¿Cuándo pagó la cuenta Don Juan y se marchó del hotel?

– No lo hizo. Simplemente desapareció en algún momento antes de las once de la mañana del día siguiente, que es la hora en que hay que dejar la habitación. Según Griffith, una doncella llamó a la puerta de la habitación 203 alrededor de las once y cuarto, pero nadie respondió. Entonces, el recepcionista, que era nuevo, llamó a la habitación al mediodía, pero tampoco recibió respuesta. De modo que la empleada entró en la habitación e informó de que no había señales de los huéspedes y que la manta de la cama parecía haber desaparecido. Ese tío, aparentemente, se había largado dejando los quinientos pavos del depósito. Griffith nos dice que esto resulta sospechoso. -Marie se echó a reír-. Algo así como: «¿Cuál fue tu primera pista, Liam?»

Sonreí y le dije:

– Eh, que no es un detective.

– No me jodas. En cualquier caso, lo que comienza como tu rutina de todos los días ahora parece algo más. A un policía lo siguiente que se le ocurre es que en esa habitación se ha cometido un delito mayor. Violación, agresión, asesinato. ¿Verdad? Pero en la habitación no hay ningún signo de que haya ocurrido algo así. Aunque eso no significa que ese tío no haya asesinado a quienquiera que haya estado con él y la haya metido en el maletero del coche antes de largarse. Pero tenemos otra cosa que considerar: la manta en la playa que parecía proceder de esa habitación. Tal como yo lo veo, ese tío y su acompañante estaban haciendo algo que se suponía que no debían estar haciendo, y estaban en la playa, y vieron el accidente del avión, y no querían que se les identificase como testigos. De modo que regresan a la habitación después del accidente, recogen sus cosas y se largan por piernas del hotel. ¿No?

– Eso parece. -Yo sabía por Kate que había dos personas en aquella manta de la playa, pero aún no sabía cómo Marie o Liam podían estar seguros de que en esa habitación había dos personas-. ¿Cómo podían estar seguros de que había una mujer?

– La doncella dijo que en la habitación había signos claros de dos personas. Un hombre y una mujer. Marca de lápiz de labios en un vaso para empezar. El FBI examinó toda la habitación en busca de huellas y pasaron la aspiradora buscando pelos y cosas así. Pero esa doncella había limpiado la habitación después de que la pareja hubiera desaparecido, de modo que las únicas huellas que dejó el tío estaban en el culo de la mujer, y ella también se había largado. -Marie pensó un momento y luego dijo-: De modo que Griffith nos dice que ahora debemos interrogar al personal del hotel y a todos los huéspedes que se encontraban allí el día del accidente y ver si alguno ha visto a ese tío y/o a su acompañante. Teníamos una descripción del tío que nos había proporcionado el empleado de recepción: caucásico, metro ochenta, complexión media, ojos marrones, pelo castaño, piel clara, sin vello facial, sin gafas, sin cicatrices o tatuajes visibles, ninguna incapacidad o deformidades evidentes. El empleado lo describió como un hombre bien vestido con pantalones color canela y una chaqueta azul… ¿me estoy dejando algo?

– El bulto de sus pantalones.

Marie se echó a reír.

– Sí. Llevaba un cohete de bolsillo. El empleado estaba trabajando con un dibujante del FBI cuando llegamos a la recepción y más tarde nos entregaron el dibujo para que lo mostrásemos por los alrededores -dijo Marie-. Un guaperas.

– ¿Conservaste ese dibujo?

El móvil se había parado y el crío se estaba poniendo nervioso. Comenzó a hacer ruidos, como si le estuviese chillando al móvil para que se moviese.

Marie se levantó y puso en movimiento nuevamente el chisme, diciéndole a Junior o a mí:

– Al pequeñín le gustan esas caras felices.

El móvil comenzó a girar otra vez y a tocar It's a Small World. Dentro de veinte años, ese crío se convertirá en un asesino en serie que susurrará It's a Small World mientras estrangula a sus víctimas.

Marie echó un vistazo al reloj.

– Tengo que ir a ver a Melissa. En seguida vuelvo.

Salió de la cocina y oí que subía la escalera.

Pensé en todo lo que había oído hasta ahora, y en esa pareja.

Llegaron juntos, o por separado, y escogieron el Hotel Bayview al azar o bien ya habían decidido ir allí. No se trata de un motel anónimo, donde nadie hace demasiadas preguntas, es un lugar de doscientos pavos la noche, de modo que tuve la imagen de un tío al que no le faltaba la pasta y una mujer que necesitaba sábanas limpias para su aventura romántica. El vino de la playa también era caro. Los ciudadanos así son fáciles de encontrar, pero el tío sabía muy bien cómo cubrirse el culo cuando se registró en el hotel. Es todo cuestión de instinto.

Luego, suponiendo que ambos presenciaran el accidente, y suponiendo que uno o ambos estuvieran casados, les entró el pánico, dejaron olvidadas algunas cosas en la playa y regresaron apresuradamente al hotel. Entonces, pensando que tal vez alguien les había visto y que los policías no tardarían en llegar y hacer preguntas, o tal vez que sus cónyuges estarían llamando a sus teléfonos móviles a causa del accidente, abandonaron el hotel sin avisar, lo que encendió una luz roja.

Tuve una imagen de una pareja que tenía mucho que perder si los cogían. Bueno, casi todas las personas casadas entran en esa categoría, desde el presidente de Estados Unidos hasta el esposo de Marie, el tío que hacía entregas a domicilio.

Intenté imaginar qué haría yo en esa situación. ¿Acudiría a las autoridades como un buen ciudadano? ¿O escondería la prueba de un posible delito para salvar el culo y mi matrimonio? ¿Y si me descubrían y sometían a un interrogatorio, complicaría aún más mi situación mintiendo?

De hecho, en una ocasión había tenido un caso así. La mujer quería informar de un tiroteo que había presenciado, y el tío no quería contar lo que estaban haciendo juntos.

Me pregunté si esa pareja del Hotel Bayview tuvo un desacuerdo similar. Y si fue así, ¿cómo lo resolvieron? ¿Amistosamente? ¿O no?