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– ¿Fue doloroso?

– ¿Si fue doloroso qué?

– Cuando te caíste del cielo.

Kate sonrió.

– Espero que nunca hayas utilizado ese piropo -dijo.

– No es un piropo. -Pedí un Dewar's con agua mineral y le dije-: Me resultas familiar.

– Soy nueva en la ciudad -dijo con otra sonrisa.

– Yo también -contesté-. Mi barco acaba de llegar a puerto. El transbordador de Staten Island.

Llegó mi whisky y chocamos nuestros vasos.

– ¿Dónde has estado? -preguntó.

– Te lo acabo de decir. En Staten Island.

– Oh, pensé que se trataba de una broma.

– No hago bromas. Estuve en Staten Island.

– ¿Por qué?

– Buscando una casita para nosotros. ¿Alguna vez has pensado en tener hijos?

– Yo… he pensado en ello. ¿Por qué lo preguntas?

– Estoy embarazado.

Kate me dio unas palmadas en el vientre.

– Ya veo. ¿Qué pasa con la casa y los hijos?

– Fui a hablar con una policía que vive en Staten Island. Está de baja por maternidad. Formaba parte de la ATTF en 1996. Entrevistó a varias personas en el Hotel Bayview.

– ¿De verdad? ¿Cómo la encontraste?

– Puedo encontrar a cualquiera.

– Eres incapaz de encontrar dos calcetines iguales. ¿Qué te dijo?

– Entrevistó a una doncella que vio al tío que aparentemente se llevó la manta de la habitación a la playa. La doncella también pudo ver a la mujer.

Kate pensó un momento y luego me preguntó:

– ¿Tu amiga sabía si el FBI pudo identificar a esa pareja?

– No, que ella supiera. El tío se registró en el hotel con un nombre falso.

Bebí un trago de whisky.

– ¿Qué más conseguiste averiguar de esa policía?

– Que los tres federales que dirigían el cotarro no compartieron ninguna información con los cuatro detectives del Departamento de Policía de Nueva York, que eran los que se encargaban del trabajo pesado. Pero yo ya lo sabía.

Kate no dijo nada.

La miré fijamente antes de continuar.

– Mientras tanto, cuéntame cómo llegó a tus manos ese informe de la policía de Westhampton acerca de la manta que apareció en la playa.

Ella permaneció unos segundos sin responder.

– Por accidente. Una noche estaba revisando un montón de informes en la habitación del motel y ése me llamó la atención.

– Inténtalo otra vez.

– De acuerdo… Una noche Ted y yo estábamos tomando unas copas y él me mencionó la existencia de ese informe. Creo que había bebido demasiado.

Yo estaba muy cabreado, pero conseguí controlarme y le dije suavemente:

– Me dijiste que nunca habías hablado del tema con él.

– Lo siento.

– ¿Sobre qué otra cosa me has mentido?

– Nada. Lo juro.

– ¿Por qué me mentiste?

– Yo… Yo no pensé que fuese importante para ti que supieras dónde había obtenido esa información. Sé cómo te pones cada vez que surge el nombre de Ted Nash.

– ¿De verdad? ¿Y cómo me pongo?

– Psicótico.

– Y una mierda.

Estábamos atrayendo la atención de algunos clientes porque creo que estaba elevando la voz algunos decibeles por encima del murmullo general. El camarero se acercó a nosotros.

– ¿Todo va bien por aquí?

– Sí -dijo Kate-. Vámonos -añadió.

– No. Me gusta este sitio. Dime qué más se te olvidó contarme. Ahora. -Kate mantuvo la calma, pero podía ver que estaba enfadada. Yo no estaba enfadado… estaba furioso-. Habla.

– No me presiones. No eres…

– Habla. Y nada de tonterías.

Kate inspiró profundamente.

– Está bien… pero no es lo que tú piensas… -Lo que yo piense no tiene importancia.

– De acuerdo… Ted también estaba trabajando en el caso de la TWA, como ya sabes… y yo lo conocía de la oficina… pero jamás tuvimos ninguna relación, algo que ya te he dicho una docena de veces y que es la pura verdad.

– ¿A quién le importa? Está muerto. ¿Por qué te habló de la manta en la playa y del cubreobjetivo de la cámara de vídeo?

– No estoy segura… pero una noche estábamos tomando unas copas en un bar de la zona… aproximadamente una semana después del accidente, y Ted estaba bebiendo demasiado… todos lo hacíamos… y él va y menciona ese informe de la policía local y dice algo así como: «Esa pareja probablemente se estaba filmando mientras follaban en la playa y es posible que hayan grabado la explosión en una cinta de vídeo.» Le hice algunas preguntas pero se cerró como una ostra. Al día siguiente me llama y me dice que habían encontrado a esa pareja, y que era una pareja mayor, casada, y que el cubreobjetivo era de una cámara fotográfica, no de una cámara de vídeo, y esa pareja no vio ni fotografió nada que estuviese relacionado con la explosión del avión.

Kate agitó su bebida.

– Continúa.

– Bien, entonces es evidente que está arrepentido de haber abierto la boca la noche anterior, y yo le digo: «Bueno, es una lástima», o algo parecido, y dejamos el tema. Pero yo voy a ver a la policía de Westhampton Village y me dicen que los agentes del FBI ya han estado allí y que se llevaron el informe escrito, y que aún están esperando a que el FBI les devuelva una copia. Es probable que aún sigan esperando -añadió Kate-. Pero conseguí el nombre del policía que estaba en la playa aquella noche y redactó el informe del incidente. Hablé con él y el tío no estaba seguro de si debía estar hablando conmigo, pero me mencionó que le dijo a los agentes del FBI que esa manta tal vez pertenecía a un hotel o un motel de la zona. Yo ya estoy hasta las narices de entrevistar a los testigos, de modo que no sigo esa pista y, para serte sincera, en ese momento no vi ninguna razón para hacerlo. Yo estaba a las órdenes de Ted y los demás. Pero aproximadamente una semana más tarde regresé a la oficina durante unos días e hice algunas llamadas a moteles y hoteles de la zona, como ya te he contado, y di con ése, el Bayview, y hablé con el director, Leslie Rosenthal, quien me informó de que el FBI ya había estado allí con esa manta y que habían hablado con el personal y también con los huéspedes. Rosenthal dice que el tío que estaba al mando nunca le dijo nada, excepto que no debía hablar con nadie de ese asunto. -Kate me miró y dijo-: Es todo.

– ¿Quién era el tío que estaba al cargo de la operación?

– Liam Griffith. Pero estoy segura de que ya lo sabías por tu contacto en Staten Island.

– Es verdad, pero ¿por qué no me lo dijiste?

– Porque, como te dije al principio, nada de nombres. Por eso no te hablé de Ted.

– Está muerto. ¿Qué hiciste con la información que te proporcionó el señor Rosenthal?

– Nada. ¿Qué iba a hacer? No pensé en ello, pero antes de que pudiese pensar demasiado me llamaron a la oficina de la OPR, como ya te he contado. -Acabó su bebida y añadió-: Estoy segura de que Ted sabía que yo había estado husmeando por allí y que me reprendieron por eso; pero ¿acaso me dijo: «Eh, siento haberte mencionado esto»? No, el tío siguió actuando como si no hubiera pasado nada.

– Oh, pobre criatura.

– John, que te den. No tengo nada que ocultar y nada de qué avergonzarme. Olvídalo.

– Me mentiste.

– Sí. Te mentí para evitar una jodida escena como ésta. ¿Qué importa cómo conseguí la información? El noventa y nueve por ciento de lo que te he contado es verdad, y lo que no te he dicho no afectó en nada lo que hiciste o pudiste averiguar. De modo que puedes sentirte contento ahora que sabes que Ted Nash era tan estúpido cuando estaba borracho como tú y todos los demás. ¿De acuerdo?

No contesté y simplemente me quedé allí, aún bastante enfadado.

Kate apoyó la mano en mi brazo, se obligó a sonreír y me preguntó:

– ¿Puedo invitarte a una copa?