– Kate también está en problemas por haberte hablado del caso -dijo.
– ¿Y qué me dices de ti? ¿Estás también en problemas ahora porque te fuiste de la lengua con Kate hace cinco años? ¿Por eso has resucitado y te han vuelto a poner en servicio? ¿Para que soluciones tu metedura de pata?
Nash me miró durante un momento.
– Digamos simplemente que soy el mejor hombre para manejar esta infracción de la confidencialidad y volver a poner las cosas en orden.
– Lo que tú digas. -Eché un vistazo a mi reloj, que aún funcionaba, y dije-: Di lo que tengas que decir. Tengo por delante un largo viaje de regreso a Manhattan.
Ted parecía contrariado porque yo no demostraba estar muy interesado en sus ensayadas y bien elaboradas mentiras.
– Lo que tú no sabes -dijo- es que después de haber tenido relaciones sexuales… -Señaló la hondonada que dibujaban las altas dunas-. Allí, sobre la manta, ella quiso bañarse desnuda y quería grabar la escena, de modo que él instaló la cámara con el trípode aquí, y la orientó hacia allá, graduó el diafragma en infinito y enfocó la playa y el mar, que desde esta altura incluye una buena porción de cielo.
– ¿Cómo sabes todo eso?
– Hablé con ellos. ¿Cómo coño podría saberlo, si no?
– Continúa.
– De acuerdo, de modo que los dos corren hacia la playa, mientras la cámara registra toda la escena, y se bañan desnudos, luego regresan a la playa y vuelven a disfrutar del sexo, en la orilla. -Sonrió ligeramente y añadió-: Puedes suponer que no estaban casados entre ellos.
– Y si ese tío tuvo dos erecciones en una noche, no era de la CIA.
Ted no hizo caso de mi comentario y señaló hacia la playa.
– Mientras estaban follando en la playa, no advirtieron nada en el cielo, pero oyeron la explosión, que debió de llegarles alrededor de cuarenta segundos después de que se produjera. Cuando ambos se volvieron hacia el sonido, el avión ya se había partido en dos, la sección del morro ya estaba en el océano, y la sección principal del fuselaje aún seguía ascendiendo; luego comenzó su descenso. Lo interesante en este punto es que ambos creyeron ver una estela de luz elevándose hacia el avión en ese momento, después de la destrucción del avión. Pero entonces se dieron cuenta de que se trataba del reflejo de un chorro de combustible incandescente en el agua del mar, un dato que confirmaron más tarde, al ver la cinta. -Me miró-. ¿Lo entiendes?
– Por supuesto. Humo y espejos. ¿Acaso no es eso de lo que vais vosotros, los tíos de la CIA?
– En este caso, no. -Y continuó con su historia-: Entonces, al comprender que muy pronto la playa se llenaría de gente, corrieron de regreso a esta duna, se vistieron a toda prisa y cogieron la cámara y el trípode antes de correr hacia el coche, un Ford Explorer, y regresar a toda pastilla al Hotel Bayview. Lamentablemente para ellos, se olvidaron la manta del hotel y un cubreobjetivo de la cámara, que nos dijeron dos cosas: dónde habían estado y qué estaban haciendo. También olvidaron la pequeña nevera con hielo, la botella de vino y dos copas, de las que pudimos sacar dos juegos de huellas digitales perfectos.
Pensé en eso y no pude encontrar ningún fallo en la historia de Nash. En realidad, era lo que yo, Kate y todos los demás supusimos, con algunos detalles añadidos como consecuencia de la conversación que Ted había mantenido con esa pareja.
– ¿Qué había en la cinta? -pregunté.
– No lo que a ti te gustaría que hubiese.
– Mira, Ted, no tengo ningún deseo y tampoco ninguna necesidad en todo este asunto. No soy uno de los tantos tíos que defienden la teoría de la conspiración, no estoy profesionalmente comprometido con la conclusión oficial, como lo estás tú. Sólo soy un tío imparcial y razonable que busca la verdad. Y la justicia.
Su boca formó esa sonrisa desdeñosa que yo odiaba.
– Sé que lo eres, John. Por eso estamos aquí. Renuncié a mi noche del sábado para hablar contigo.
– Venga, Ted, puedes perderte el bingo de la iglesia de vez en cuando. ¿Qué había en la cinta?
– Cuando regresaban al hotel, la mujer vio la película a través del visor de la cámara -dijo-. No pudo ver mucho, pero sí vio lo que no habían podido ver mientras estaban follando en la playa; de hecho, vio el avión, grabado en la cinta, en el momento de la explosión. Ella me dijo que era extraño que el avión explotase por la parte superior derecha del plano, mientras ella y su compañero estaban haciendo el amor en la parte inferior izquierda, y ni siquiera alzaron la vista. Naturalmente, el sonido de la explosión no había llegado aún hasta ellos, y continuaron follando mientras el avión se convertía en una enorme bola de fuego, luego se partía en dos y comenzaban los últimos instantes de su vuelo. -Hizo una pausa, pensó un momento y luego añadió-: El hombre me dijo que, cuando vio la cinta con ella, tuvo que explicarle la enorme diferencia que hay entre las velocidades del sonido y de la luz, la razón por la que ambos siguieron haciendo el amor mientras el avión estallaba en el cielo.
– Gracias a Dios por las leyes de la física, o vosotros habríais tenido muchos problemas para hacer una animación que ninguno de los testigos presenciales reconoció como lo que habían visto con sus propios ojos.
Ted pareció un tanto irritado conmigo.
– La animación fue muy precisa, basada en esas leyes de la física, las entrevistas con los testigos, los datos del radar, la dinámica del vuelo y el conocimiento de lo que hace un avión cuando se produce una explosión catastrófica a bordo.
– Vale. ¿Puedo ver la cinta?
– Déjame terminar.
– Ya has terminado. Quiero ver la cinta y hablar con la pareja.
– Terminaré la historia. -Y continuó-: La pareja regresó al Hotel Bayview, conectó la cámara al reproductor de vídeo y miró la cinta en el televisor. Ambos pudieron ver lo que ella había visto a través del visor de la cámara en el coche. Era una cinta con sonido y entonces pudieron oír claramente la explosión, alrededor de cuarenta segundos después de haberla visto en la cinta. -Me miró y agregó-: Todo el accidente quedó grabado, de principio a fin, en color, con sonido, con una película de buena calidad y con la cámara de vídeo en un paisaje crepuscular. En la cinta, ellos pudieron ver incluso las luces del 747 antes de la explosión. -Me miró fijamente y dijo-: No había ninguna estela de luz ascendiendo hacia el avión antes de que se produjera la explosión.
¿Por qué sabía que Ted diría eso?
– Ésa es una buena noticia. Necesito ver la cinta y hablar con la pareja.
No me contestó directamente y dijo:
– Deja que te haga una pregunta: si tú fueses miembro de esa pareja y estuvieses teniendo una aventura amorosa, y te filmaras a ti mismo participando en una serie de actos sexualmente explícitos, ¿qué harías con la cinta?
– La colgaría en Internet.
– Tú podrías hacerlo. Ellos, obviamente, la destruyeron.
– ¿Sí? ¿Cuándo? ¿Cómo?
– Aquella misma noche. Tan pronto como abandonaron la habitación del hotel. Detuvieron el coche en el arcén, el hombre sacó la cinta y luego la quemó.
– ¿Dónde consiguió las cerillas o el encendedor?
– No tengo idea. Tal vez uno de ellos fumaba.
Ellos no fumaban, según lo que me había dicho Roxanne, pero no se lo dije a Nash. Además, resultaba muy conveniente que Nash dijese que el tío había destruido la cinta en lugar de borrarla, porque una cinta borrada puede recuperarse en el laboratorio, y Ted no quería que yo siguiera por ese camino.
– Muy bien -dije-, de modo que quemaron la cinta. ¿Y después qué?
– Continuaron hasta Westhampton, donde ella había dejado su coche. Para entonces, los teléfonos móviles de ambos estaban sonando: era gente que trataba de ponerse en contacto con ellos al saber del accidente. Ellos les habían dicho a sus respectivos cónyuges que estarían en los Hamptons: él pescando con unos amigos y ella de compras en East Hampton, donde luego cenaría con una amiga y se quedaría a pasar la noche en su casa.