Выбрать главу

El sargento Roberts pareció sorprendido.

– ¿Sí? No tenemos muchos homicidios por aquí. ¿Quién es la residente?

No le contesté y le pregunté:

– ¿Hay algún detective disponible?

El sargento Roberts pareció un poco molesto, pero en el mundo del cumplimiento de la ley, los detectives hablan con los detectives, y el jefe de detectives sólo habla con Dios.

– Tenemos cuatro detectives -contestó el sargento Roberts-. Uno ha respondido a una llamada telefónica, uno está de permiso, uno está de vacaciones y el teniente está en su casa. ¿Es muy importante ese asunto?

– Es importante, pero no tanto como para alterar el sueño del teniente detective. Estoy seguro de que usted podrá ayudarme.

– ¿Qué necesita?

El sargento Roberts parecía ser la clase de policía que ampliaría las cortesías profesionales indispensables si sabías cómo tratarlo. Esperaba que no hubiese tenido alguna experiencia negativa con el FBI, lo que a veces suele ser un problema. Además, probablemente estuviese aburrido, y esto podría ser una responsabilidad para él.

– El homicidio se cometió en otra jurisdicción -contesté-. Hay conexiones internacionales y posiblemente terroristas.

– ¿Bromea? ¿Esta residente es una sospechosa?

– No. Una testigo.

– Eso está mejor. Odiamos perder a un contribuyente. Bien, ¿quién es esa residente?

– La señora Jill Winslow.

– ¿De verdad? Guau.

– ¿La conoce?

– Un poco. Conozco mejor a su esposo, Mark Winslow. Está en la junta de planificación del pueblo. He hablado con él un par de veces en las reuniones. O sea que, sí, lo conozco.

– ¿Y a ella? -pregunté.

– La he visto algunas veces. Es una mujer agradable. -Sonrió-. La detuve una vez por exceso de velocidad. Me convenció para que no le pusiera una multa y me hizo sentir como si ella me estuviese haciendo el favor a mí.

Sonreí educadamente y le pregunté:

– ¿Sabe si trabaja?

– No lo creo. La veo mucho por aquí.

– Muy bien… permítame que lo diga de la manera más delicada posible, ¿le pone los cuernos a su esposo?

El sargento sonrió.

– No que yo sepa. Pero los líos se vuelven para mirarla.

– ¿Ningún rumor? ¿Ningún nombre de tíos relacionados con ella? ¿Tal vez hace cuatro o cinco años?

Pensó un momento antes de responder.

– No. Pero no escucho muchos rumores de esa clase. No vivo aquí.

– De acuerdo. De modo que el señor Winslow forma parte de la junta de planificación. Y, en su tiempo libre, trabaja para Morgan Stanley.

El sargento Roberts se echó a reír.

– Sí. Así es como se gana la mayor parte de su dinero. Los trabajos para la comunidad se pagan a un dólar por año.

Sonreí y le pregunté:

– ¿Cómo puede vivir usted con un dólar por año?

El sargento Roberts se echó a reír otra vez.

– Yo tengo un empleo de verdad. La mayoría de los que trabajan para la comunidad son voluntarios.

– ¿Bromea?

Este lugar era como Mayberry RFD, excepto que la mayoría de los residentes eran ricos.

El sargento Roberts me preguntó:

– ¿Qué pasa con la señora Winslow? ¿Dónde presenció ese asesinato?

– No estoy autorizado a dar detalles. De hecho, ni siquiera estoy seguro de que se trate de la misma mujer, de modo que permítame que compruebe algunos datos. ¿Cuántos años diría que tiene?

Pensó un momento y luego dijo:

– Entre treinta y cinco y cuarenta años. ¿Ese homicidio se cometió en el extranjero? -preguntó.

El sargento Roberts hacía demasiadas preguntas, pero no pensé que sospechara nada, era sólo curiosidad y tuve la sensación de que el cotilleo era la principal industria de Old Brookville. Sin saber si la señora Winslow viajaba con frecuencia al extranjero, o si el sargento Roberts sabía si lo hacía, contesté:

– El incidente se produjo en el territorio continental de Estados Unidos. ¿Los Winslow tienen hijos? -pregunté.

– Sí… dos chicos, creo. Sí. Pero no sé mucho acerca de ellos. Nunca han tenido problemas.

– ¿Estarán en casa?

– Creo que están en un internado. La mayoría de estos chicos van a escuelas privadas.

– ¿Cuánto tiempo hace que su esposo y ella viven en esta zona?

– Oh, desde siempre. Es una antigua familia. Quiero decir, ella no es una Winslow, pero él sí.

– De acuerdo. Tiene sentido. ¿Podridos de dinero?

– Podridos no. Él vive de su trabajo. Viaja mucho por negocios.

– ¿Sabría usted si en esta zona hay alguna otra Jill Winslow?

Pensó un momento.

– No he oído hablar de ninguna otra.

– ¿Algún problema doméstico?

– No que yo sepa. Es gente muy tranquila.

– ¿Cuánto hace que usted trabaja aquí?

– Once años. ¿Por qué?

– Me preguntaba si puede recordar si sucedió algo inusual relacionado con los Winslow hace cinco años.

El sargento Roberts pensó un momento antes de responder.

– No puedo recordar que haya sucedido nada que mereciera la atención de la policía.

Su radio, ya lo había notado, había permanecido muda, pero entonces sonó el teléfono. El sargento Roberts levantó el auricular y habló con la señorita Wilson.

Tuve la tentación de decirle: «Si es la CIA, no estoy aquí.» Presté atención por si había algún indicio de problema, pero el sargento le dijo a su ayudante civiclass="underline"

– Pásamela. Yo me encargaré de este asunto. -Me miró y me dijo-: Una fiesta ruidosa. -La señorita Wilson le pasó la llamada y el sargento habló con alguien sobre esa fiesta ruidosa.

El escenario había cambiado y traté de hacerme un cuadro mental del mundo de Jill Winslow. Como ya había imaginado, era una mujer de clase media alta y tenía mucho que perder si su esposo descubría que no iba de compras cada vez que salía de casa.

Mi especulación me llevó a pensar que el señor Mark Winslow, agente de inversiones para Morgan Stanley, era un tío un poco aburrido, probablemente bebía un par de cócteles, jugaba al golf en el club de campo de la zona, y pasaba mucho tiempo en la ciudad, en el trabajo o con clientes. Quizá tenía una amante en la ciudad. Los hombres aburridos, ocupados y ricos tienden a tener amantes a tiempo completo que los encuentran fascinantes.

Sabía por el sargento Roberts que el señor Winslow tenía responsabilidades con la comunidad y formaba parte de la junta de planificación. Era una actitud muy altruista y tenía el beneficio añadido de alejarlo de su casa al menos una vez más por mes, por no mencionar el hecho de que le colocaba en una posición que contribuía a mantener su reputación.

La señora Winslow, en resumen, estaba seguramente muy aburrida. Ella probablemente hacía trabajos para la comunidad y viajaba a la ciudad para ir al teatro, visitar museos y hacer compras, y almorzar con sus distinguidas amigas, cuando no estaba cometiendo adulterio.

Intenté formarme una imagen de su amante, pero sin más información que la confirmación de Nash de que el tío también estaba casado, la única conclusión a la que pude llegar era que se estaba follando a la señora Winslow.

El tío aparentemente era el propietario de ese Ford Explorer de color canela, y uno de los dos tenía una cámara de vídeo que utilizaron para filmar un momento romántico en la playa, y quizá otros momentos similares, de modo que era obvio que confiaban el uno en el otro, o no habría habido una cámara de vídeo que grabase actos de infidelidad que podían ser potencialmente devastadores. Posiblemente pertenecían al mismo grupo social, y esa aventura había comenzado con un ligero flirteo en una fiesta o un baile en el club, y continuó con un almuerzo, luego una cena y luego la cama.

Otro pensamiento: aunque ambos tenían comportamientos imprudentes, no eran personas imprudentes. Esa aventura era, o había sido, un asunto muy controlado, un riesgo calculado, cuyas recompensas -cualesquiera que fuesen- merecían los riesgos.