– ¿Pudiste ver ese informe?
– Sí. Hubo cientos de informes escritos sobre cualquier aspecto que te puedas imaginar de ese accidente, por parte de docenas de agencias locales encargadas del cumplimiento de la ley y también de la Guardia Costera, pilotos comerciales y privados, pescadores, etc. Pero ese informe en particular me llamó la atención.
– ¿Por qué?
– Porque era uno de los primeros y uno de los menos importantes.
– Pero tú no pensaste lo mismo. ¿Hablaste con ese policía?
– Lo hice.
– ¿Y?
– Bien… pues él caminó hacia la playa.
Kate echó a andar hacia la playa y yo la seguí.
Se detuvo en la orilla, señaló con la mano y dijo:
– Al otro lado de esa cala se encuentran Fire Island y el Smith Point County Park, donde acaba de celebrarse la ceremonia en memoria de las víctimas. En la distancia, sobre el horizonte, ese agente vio el combustible del avión que ardía en el agua. Iluminó el mar con su reflector manual, pero lo único que pudo ver fue una superficie tranquila y cristalina. En su informe dijo que no esperaba que ningún superviviente llegase a la costa, al menos no tan pronto y probablemente tampoco tan lejos del lugar del accidente. De todos modos, el agente decidió subir a una duna para tener mejor vista.
Kate se volvió y se dirigió a la duna que se elevaba a nuestras espaldas, que estaba cerca de donde habíamos dejado el coche. La seguí.
Llegamos a la base de la duna.
– Muy bien -dijo-. El oficial rae dijo que vio señales recientes de personas que habían subido o bajado -o subido y bajado- por esta duna. Ese tío no estaba buscando huellas, simplemente buscaba un lugar elevado desde donde poder examinar mejor el océano.
– ¿Significa eso que debo subir a esta duna?
– Sígueme.
Ascendimos a la duna a gatas y los zapatos se me llenaron de arena. Cuando era un detective joven participaba en la reconstrucción de casos, que es algo agotador y que te deja la ropa perdida. Ahora soy más cerebral.
Cuando llegamos a la cima de la duna, Kate dijo:
– Allí, en esa pequeña hondonada que se extiende entre esta duna y la siguiente, nuestro agente encontró una manta.
Ambos descendimos por la suave ladera de arena.
– Aquí -dijo Kate-. Una manta de cama. Si vives por aquí, es probable que tengas una buena manta de algodón para llevar a la playa. La que encontró era una manta de fibra sintética, quizá de un motel o un hotel.
– ¿Alguien investigó en los hoteles y moteles cercanos para ver si encontraban algo?
– Sí, un equipo de la ATTF se encargó de esa tarea. Encontraron varios que utilizaban esa marca de mantas. Fueron estrechando la pista hasta un hotel donde les dijeron que una de las asistentas había informado de que faltaba una manta de una de las habitaciones.
– ¿Cómo se llamaba ese hotel?
– ¿Por qué quieres saberlo? ¿Quieres reabrir el caso?
– No. Liam Griffith y tú ya me habéis dicho que no es de mi incumbencia.
– Exacto.
– Bien. Por cierto, ¿por qué estamos aquí?
– Pensé que lo encontrarías interesante. Podrías incluirlo en una de tus clases en el John Jay.
– Es una gran idea. Siempre estás pensando en mí.
Kate no dijo nada.
Ahora, por supuesto, el anzuelo estaba en la boca de John Corey, y Kate Mayfield estaba acercando lentamente el pez a la orilla. Creo que así fue como me casé, las dos veces.
Kate continuó hablando:
– Sobre la manta había una pequeña nevera, y en la nevera, según el informe del agente, hielo a medio derretir. En la manta había también dos copas de vino, un sacacorchos y una botella de vino blanco, vacía.
– ¿Qué clase de vino?
– Una botella muy cara de Pouilly-Fumé. Cincuenta pavos en aquellos días.
– ¿Alguien sacó las huellas digitales de la botella? -pregunté.
– Sí. Y también de las copas. Y de la nevera. Un montón de excelentes huellas. Dos juegos diferentes. El FBI se encargó de investigar las huellas, pero no averiguaron nada.
– ¿Lápiz de labios? -pregunté.
– Sí, en una de las copas.
– ¿Alguna señal de que se hubieran mantenido relaciones sexuales en la manta?
– No encontraron semen, tampoco condones -dijo Kate.
– Tal vez practicaron sexo oral y ella se lo tragó.
– Gracias por darme la idea. Muy bien, los forenses encontraron restos de piel de un hombre y una mujer sobre la manta, además de vello corporal, cabellos y vello púbico, de modo que esa pareja estuvo desnuda en algún momento -dijo Kate-. Pero podría haberse tratado del pelo y la piel de otras personas, ya que la manta pertenecía a un hotel -añadió.
– ¿Alguna fibra extraña?
– Montones de ellas. Pero, nuevamente, podían proceder de una docena de dientes diferentes. En la manta también encontraron un poco de vino blanco -dijo Kate.
Asentí. Cualquier cosa que encuentres en la manta de un hotel no es exactamente una buena prueba forense.
– ¿Arena? -pregunté.
– Sí. Una parte de ella aún estaba húmeda. De modo que es posible que se bañaran.
Asentí y le pregunté:
– ¿Ese policía vio algún vehículo que abandonara esta playa?
– Sí, mencionó que había pasado junto a un Ford Explorer, último modelo, de color canela, en Dune Road, que venía de esa dirección. Pero como estaba respondiendo a una emergencia, y no a un delito, no apuntó los datos de la matrícula y tampoco reparó en cuántos ocupantes iban en el vehículo. No se realizó ningún seguimiento.
Asentí. En esa zona, los Ford Explorer, igual que los todo-terreno, eran tan comunes como las gaviotas, de modo que no merecía la pena dedicar tiempo y esfuerzos a buscarlo.
– Bien, eso es todo. ¿Te gustaría hacer una reconstrucción de los hechos de aquella noche?
– En lugar de una reconstrucción verbal de los hechos, podríamos volver a representarlos -dije.
– John, concéntrate.
– Estoy tratando de meterme en el papel.
– Venga. Se está haciendo tarde. Reconstrucción. -Kate sonrió-. Lo representaremos más tarde.
Yo también sonreí.
– De acuerdo. Tenemos a un hombre y una mujer. Es posible que se hayan alojado en un hotel de la zona, cuyo nombre ya averiguaremos. El vino caro indica quizá clase media alta y gente de mediana edad. Deciden ir a la playa y cogen la manta de la cama del hotel. Sin embargo, llevan con ellos una pequeña nevera, de modo que se trataba de una excursión planeada. Ellos conocían o habían oído hablar de este lugar apartado, o simplemente dieron con él. Creo que llegaron aquí a última hora de la tarde o cuando empezaba a anochecer.
– ¿Por qué?
– Bueno, recuerdo dónde me encontraba cuando oí que se había producido el accidente. Era un día soleado y luminoso, y no has mencionado que se hubiesen encontrado rastros de aceite o crema bronceadora en la manta, la botella o las copas de vino.
– Correcto. Continúa.
– Muy bien. De modo que ese hombre y esa mujer, que quizá viajaban en un Ford Explorer, llegaron aquí en algún momento antes de las 20.31, la hora del accidente. Extendieron la manta sobre la arena, abrieron la nevera, sacaron la botella de vino, la abrieron con el sacacorchos, sirvieron las dos copas y se acabaron la botella. En algún momento es posible que se hayan desnudado y pueden o no haber mantenido algún tipo de relación sexual.
Kate no dijo nada y yo continué con mi relato.
– Bien, basándonos en la arena húmeda encontrada en la manta podemos especular que fueron hasta el agua, desnudos o vestidos. En algún momento (a las 20.31 para ser exactos) vieron y oyeron una explosión en el cielo. No sé dónde se encontraban en ese momento, pero al darse cuenta de que ese espectacular suceso congregaría a un montón de gente en la playa, salieron pitando de aquí y desaparecieron antes de que llegara la policía a las 20.46. Es posible que ambos vehículos se cruzaran en la única carretera que lleva a esta playa. Mi suposición es que esas dos personas no eran marido y mujer.