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– ¿Qué encontraba atractivo en él?

No dije nada.

En la cinta, Jill miró a Bud y preguntó:

– ¿Vienes aquí a menudo?

Bud sonrió antes de responder.

– Es la primera vez. ¿Y tú?

Ambos se sonrieron y advertí que se mostraban un poco cohibidos ante la cámara.

Jill me dijo:

– Recuerdo que pensé: «¿Por qué estoy teniendo sexo con un hombre que no significa nada para mí?» Decidí contestar.

– Es seguro -le dije.

– Es seguro -convino ella.

Los dos bebieron una segunda copa de vino y pensé que quizá lo que había sucedido sobre la manta había sido sólo un juego erótico previo, antes del acontecimiento principal en la playa, pero entonces Jill se levantó y se quitó el top. Bud también se levantó y se quitó la camisa.

Jill dejó caer sus pantalones cortos caqui y los apartó con el pie. Se quedó de pie unos segundos cubierta solamente con el sujetador y las bragas mientras observaba cómo Bud se desvestía.

– He visto la parte de la playa, donde explota el avión, dos veces… pero hacía cinco años que no veía esta parte de la cinta -dijo Jill.

No contesté.

En la pantalla, Jill se quitó el sujetador y las bragas. Miró hacia la cámara, extendió los brazos, giró las caderas y exclamó: «¡Tachan!», luego hizo una reverencia ante la cámara.

Quise coger el mando a distancia que había quedado encima de la mesa, pero ella lo cogió primero y dijo:

– Quiero verlo.

– No, no quiere verlo. Yo no quiero verlo. Adelante la película.

– Silencio.

Aferró el mando a distancia.

Ahora los dos se estaban abrazando, besando y acariciando.

– No dispongo de mucho tiempo, señora Winslow -dije-. Por favor, ¿puede adelantar la cinta hasta la escena de la playa?

– No. Es necesario que vea esto, para que entienda por qué no le entregué la cinta a la policía.

– Creo que lo entiendo. Por favor, adelante la película.

– Ahora viene lo mejor.

– ¿No tiene que ir a la iglesia?

Ella no contestó.

En la pantalla, Jill se movía en ángulos rectos con respecto a la cámara, luego se volvió hacia la cámara y dijo: «Mamada. Toma uno.» Se colocó de rodillas y empezó a practicarle sexo oral a Bud.

Bien. Miré mi reloj, pero mi cerebro no registró la hora. Volví a mirar la pantalla y el estúpido Bud estaba de pie, mientras esa hermosa mujer le hacía una mamada, y parecía que estaba tratando de meter las manos en los bolsillos y entonces, al darse cuenta de que no llevaba pantalones, apoyó las manos sobre la cabeza de Jill y deslizó los dedos por su pelo.

– ¿Qué le parece eso como prueba? -preguntó Jill.

Me aclaré la garganta y contesté:

– Creo que podríamos cortar esta parte…

– Querrán tener la cinta completa. ¿Ve la fecha y la hora que aparecen en la esquina inferior derecha? ¿No es un dato importante para confirmar cuándo ocurrió esto?

– Supongo que sí… pero creo que podríamos oscurecer los cuerpos y las caras…

– No haga promesas que no puede cumplir. Ya he tenido suficiente.

En la pantalla, Jill volvió a girar sobre sus caderas y miró hacia la cámara. Hizo un gesto con la mano y dijo: «Corten. Escena dos.»

Como detective, sé que puedes saber muchas cosas de la gente por sus oficinas y cuartos de trabajo, por los libros que tienen en las estanterías, las fotografías en las paredes, su videoteca y cosas por el estilo. Esto, sin embargo, era mucho más de lo que yo necesitaba saber.

La señora Jill Winslow me parecía la clásica mujer pasiva-agresiva en el apartado sexuaclass="underline" ordenando a Bud por un lado, luego realizando actos que eran sumisos, tal vez incluso degradantes si se consideraba el contexto.

Otra forma de mirarlo era que ella estaba ejerciendo poder sobre un hombre, al tiempo que satisfacía todos sus deseos, y el de ella… el de ella era un deseo de degradación y a la vez de control sexual. Mientras tanto, Bud era simultáneamente amo y sirviente. Era todo un poco complicado y yo dudaba de si Bud era capaz de entender algo más allá de la longitud de su erección, que yo realmente no quería ver.

Volví a concentrarme en las imágenes de la pantalla y Bud tenía ahora las manos apoyadas en los hombros de Jill mientras practicaba el viejo mete y saca.

Esta vez fui especialmente insistente y le dije:

– Adelante la cinta.

Ella obedeció y Bud continuó con el mete y saca pero a toda velocidad. La escena me cogió por sorpresa y casi me echo a reír. Jill, en cambio, lanzó una carcajada. Luego congeló la imagen, mostrando los rostros de ambos con los ojos y las bocas muy abiertos. Luego ella pulsó «Play» otra vez y, en la pantalla, Jill gateó hacia la cámara, se echó de espaldas y dijo: «Escena tres. Vino, por favor.» Bud estiró el brazo hacia atrás y cogió la botella de vino. Ella alzó las piernas en el aire y dijo: «Hora de catar a la chica.» Abrió las piernas y añadió: «Échamelo por encima.» Bud vertió el líquido entre las piernas y luego se inclinó sobre ella. Podía oír su respiración agitada por encima del sonido del viento, y ella dijo: «Espero que hayas apuntado la cámara en la dirección correcta.» Él alzó la cabeza, miró la cámara y dijo: «Síííí»

Ella le quitó la botella y derramó el resto del vino sobre su cuerpo y le ordenó: «Lame»

Bud comenzó a lamerle el cuerpo.

Llamándola por su nombre, le dije:

– Jill. Hablo en serio. Adelante la cinta.

Ella no contestó, se quitó las chinelas y apoyó los pies sobre la mesa baja.

Yo me apoyé en el respaldo del sillón, sin mirar la pantalla.

– ¿Le hace sentir incómodo? -preguntó ella.

– Creo que ya lo he dicho.

– Bueno, yo también me siento incómoda. Y si yo le entrego esta cinta, ¿cuánta gente la verá?

– La menor cantidad posible. Y serán todos oficiales profesionales, entrenados y encargados de hacer cumplir la ley, e investigadores pertenecientes al Departamento de Justicia, hombres y mujeres que lo han visto todo.

– Ellos no me han visto a mí realizando actos sexuales en una cinta de vídeo.

– No creo que estén interesados en el sexo. Están interesados en la escena de la explosión del avión, y eso es también lo que me interesa a mí, de modo que si puede pasar las imágenes hasta llegar a esa parte, me gustaría mucho poder verla. Ahora.

– ¿No le interesa verme practicando el sexo?

– Mire, Jill…

– Señora Winslow para usted.

– Está bien… lo siento. Señora Winslow…

– Jill está bien.

Yo realmente me sentía muy incómodo y se me ocurrió pensar que quizá estaba en compañía de una chiflada, pero entonces ella dijo:

– ¿Entiende por qué estoy haciendo esto?

– Sí. Entiendo perfectamente por qué no quería presentarse ante las autoridades con esta cinta. Para serle absolutamente franco, yo también habría tenido dudas si hubiese estado en su piel. Pero podemos montar esta cinta oscureciendo los rostros y haremos todo lo que esté en nuestras manos para proteger su intimidad. Nos centraremos en los acontecimientos relacionados con el avión…

– Ya estamos llegando a esa parte. Preste atención.

Oí que Jill decía en la pantalla: «Estoy toda pringosa. Vamos a darnos un baño.» Miré la pantalla y ella estaba sentada en la arena. El rostro de Bud había emergido de entre los muslos de la señora Winslow y le dijo: «Creo que sería mejor que nos marchásemos. Nos ducharemos en el hotel»

– Ojalá le hubiese hecho caso -dijo Jill.

Ahora, en la pantalla, ella estaba de pie en la manta y mirando hacia la duna que se alzaba desde la hondonada. Congeló la imagen, bajó los pies de la mesa y se inclinó hacia la enorme pantalla de plasma.

– Parezco más joven -dijo-. Tal vez un poco más delgada. ¿Usted qué opina?

Miré su perfecto cuerpo desnudo iluminado por los últimos rayos de sol, lo que hacía que pareciera una estatua dorada.